Álvaro González Tarife
Piloto de Iberia, tuvo que sustituir al comandante enfermo de un Boeing 727 cuando viajaba como pasajero de Madrid a Tenerife
"Había terminado de cenar y hablaba con un amigo. Llegó el sobrecargo y me dijo: 'Venga conmigo a la cabina, porque ocurre algo grave". Faltaba una hora para que el avión que cubría el vuelo 405, Madrid-Tenerife, cuya salida de Barajas se había producido a las 19.10 horas, llegara al aeropuerto Reina Sofía, en el sur de la isla. El comandante Tarife se llevó un susto: "Pensé en un secuestro". Pero encontró al piloto encogido y con el rostro desencajado, que le dijo: "Hazte cargo del avión". González Tarife, 15 años volando como comandante, casado y padre de cuatro hijos, se había presentado a la tripulación al iniciarse el viaje, y a partir de este momento asumió el mando. La ley de navegación aérea prevé que lo haga el segundo piloto salvo en un caso como éste, en que hay un comandante entre los pasajeros. Estaba pasado de horas, ya que el mismo día había volado entre las 8 y las 13.30 horas. Regresaba, tras el trabajo, a casa, en Tenerife, donde nació.Lo primero que hizo fue pedir un médico para atender al comandante de la nave, Luis Miró, víctima de un fuerte cólico, cuyo estado parecía muy grave. Por suerte, entre los pasajeros también se encontraba el doctor García Castaño, de Zamora, en viaje de vacaciones, quien se subía por primera vez a un avión. "Ante la urgencia del caso, pasé a punto 87, máxima velocidad, y solicité al técnico de operaciones del aeropuerto que nos esperara una ambulancia", recuerda ahora. Utilizó la emisora de banda lateral para comunicar al jefe de vía de Iberia en Madrid el inesperado cambio de piloto, y al llegar al punto en que el avión abandona el área de influencia del control de Casablanca, estableció contacto con el control de Canarias en Gando y la torre del Reina Sofía. Cuando el Boeing 727 tomó tierra, los pasajeros, ajenos a toda la aventura, acaso si advirtieron que, a pesar de la huelga del SEPLA, aquel avión había llegado a su destino 20 minutos antes de lo previsto. Habían volado a casi 1.000 kilómetros por hora. La noticia, publicada al día siguiente por el Diario de Avisos de Tenerife, les sacaría de dudas.
La sangre fría del piloto tinerfeño, consumado aviador, con una rica experiencia anterior como piloto militar habituado a realizar acrobacias, se puso de manifiesto ya aquel 10 de marzo en que salvó a 22 personas de una turbonada de viento que derribó su Fokker tras despegar del aeropuerto de la isla de La Palma y le obligó a enfilar casi desde el agua. Fue, sin embargo, en julio del año pasado, cuando puso a prueba toda su pericia al evitar una colisión en el aire con un caza estadounidense que invadió la ruta comercial península-Canarias. Pilotaba entonces también un Boeing 727 de Iberia con 113 pasajeros. Un año después sigue sin conocerse la versión oficial de aquel suceso que estuvo a punto de convertirse en tragedia.
González Tarife, que asiste estos días en su isla a unos cursillos religiosos y es hombre de gran fe, afirma que ante avatares como estos siempre ha actuado sin nervios, creyendo cumplir un servicio al prójimo.
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