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Una 'batalla' electoral plagada de insultos

Críticas y bromas de mal gusto caracterizaron la campaña de los dos partidos mayoritarios

"Esto da náuseas", escribía a principios de mes el editorialista del influyente diario hebreo Haaretz comentando la penosa controversia suscitada por la utilización de una niña de 11 años en un anuncio televisivo del Likud, el caso más sonado de todos aquellos que han acaparado la atención del público israelí.La pequeña y guapetona Lisa Peretz, residente en la localidad septentrional de Kiriat Shinona, blanco frecuente de la artillería palestina hasta julio de 1981, apareció en las pantallas contando en tono convincente sus traumáticas experiencias en los refugios bajo las bombas, hasta que, por orden de un Gobierno Likud, el Ejército israelí invadió Líbano en 1982 y destruyó la infraestructura guerrillera.

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La espontánea narración de las vivencias bélicas de Lisa arrancó más de una lágrima a los telespectadores, hasta que la oposición de izquierdas replicó por televisión acusando a su madre de haber manipulado a su hija, a lo que ésta contestó, a su vez, que la presentación de la pequeña ante las cámaras le había costado su puesto de directora del colegio de un kibutz laborista (granja agrícola en régimen de autogestión).

La polémica se enzarzó aún más cuando los laboristas demostraron, con fotocopias de la orden de despido, que la madre perdió su empleo en mayo, antes de que empezase la campaña, y aseguraron que la famosa familia Peretz sólo se instaló en aquella ciudad tras la conclusión del alto el fuego de 1981 con la resistencia palestina y prácticamente no padeció los cañonazos del enemigo.

Aún se hubiese envenenado más el asunto Lisa si la comisión electoral, encargada de velar por el respeto de una cierta ética en la campaña, no hubiese vetado la difusión de otra secuencia televisiva arremetiendo contra la madre de la criatura. Tampoco era muy necesaria su proyección, porque para la mayoría de los electores, el partido de Peres había ganado la batalla de Lisa.

El laborismo perdió, no obstante, otros dos pulsos cuando se le ocurrió, primero entrevistar para un spot publicitario a una anónima ciudadana de a pie, angustiada porque su sueldo, mermado por la inflación, no le daba para terminar el mes. Con una sorprendente agilidad de reacción, la derecha proporcionó 24 horas más tarde en su espacio televisivo los nombres y apellidos y el número de la cuenta corriente, bien provista, de la señora víctima del aumento del coste de la vida, precisando, además, que estaba casada con un pobre gerente de empresa, que poseía un agradable chalé en el campo y dos automóviles importados, y en lo que va de año viajó dos veces de vacaciones a Europa.

El laborismo incurrió en una segunda metedura de pata después de que el campesino arruinado del moshav (cooperativa agrícola de productores) de Sde-Moshe, en el Norte del país, mostrase ante las cámaras su parcela medio arrasada por sus propias manos en una acción desesperada ante la imposibilidad de vender a un precio correcto algunos de sus productos.

Así quedó ilustrada la crisis del campo israelí por culpa de la desastrosa política del Likud, hasta que en otro programa electoral de signo contrario aparecieron unos fértiles terrenos explotados con éxito y justo adyacentes a la parcela semidesertizada presentada la víspera. Su próspero agricultor-propietario explicó que el lamentable estado de las plantaciones colindantes era sólo achacable a la gandulería e incompetencia de su vecino y socio.

Gallinas improductivas

Las dificultades supuestas o reales que atraviesan los moshav dieron pie al popular cómico Sesi Riblin, contratado por 300.000 dólares (48 millones de pesetas) por la coalición gubernamental para actuar en televisión, para comentar con segundas lo mal que lo pasaban las gallinas, que hasta "habían dejado de poner huevos".La improductividad de estas aves permitió a renglón seguido a Riblin bromear sobre la pretendida "cobardía gallinácea" de Simon Peres -uno de los pocos dirigentes israelíes que no luchó físicamente en ninguna de las cinco guerras que Israel tiene a sus espaldas- y que, por tanto, también carecía de beitzin (huevos en hebreo), en una clara alusión a una supuesta falta de virilidad.

El trío cómico de los gashashim (rastreadores), que por la astronómica cantidad de 290.000 dólares (46 millones de pesetas) se prestó a amenizar la campaña laborista, no se lució mucho más cuando en una de sus actuaciones insinuó que el Likud era la imagen y semejanza de la presentadora de su espacio televisivo, una joven y atractiva judía de aspecto oriental, a la que sólo se ve en la pantalla de cintura para arriba porque, a causa de una enfermedad contraída en la niñez, no puede caminar.

El premio del mal gusto le corresponde, sin embargo, a la película, eminentemente política, de la formación extremista y racista Kach, que encabeza el rabino Meir Kahn. Tras mostrar un charco de sangre, supuestamente judía, derramada sobre unas baldosas, al tiempo que una voz en off lee los nombres de los israelíes asesinados por palestinos en Israel y los territorios ocupados -por lo menos una de las víctimas mencionadas fue muerta por otro judío, según rectificó el ministro del Interior- aparece el religioso ultranacionalista, que pide a los electores: "Déjenme actuar, me voy a ocupar de ellos" (los árabes).

Para impedir la repetición de los violentos incidentes entre militantes de partidos enfrentados, que tanto enturbiaron la anterior campaña, las dos grandes coaliciones acordaron en junio evitar los excesos verbales de sus oradores.

El vacío de las arcas de los partidos -el tesorero del Likud dimitió ante la caótica situación de sus finanzas- obligó a las formaciones rivales a reducir su despliegue callejero, y apenas se produjeron choques entre jóvenes de distinta ideología, aunque los partidarios del Likud resistieron a la tentación de intentar humillar al más popular de sus adversarios laboristas, el ex presidente Isaac Navon.

En más de una ocasión, como por ejemplo en el anfiteatro del conservatorio de la ciudad de Beersheva, simpatizantes nacionalistas interrumpieron al número dos de la lista de candidatos laboristas gritándole traidor y márchate a casa, a lo que Navon contestó con soltura: "En primer lugar, me iré a mi casa cuando me plazca y, en segundo lugar, me siento aquí como en mi propia casa".

"Programa de variedades"

Los recursos relativamente escasos de los partidos fueron principalmente volcados en un esfuerzo televisivo, en el que los acuciantes problemas de un país en guerra quedaron generalmente relegados a un segundo plano en beneficio de los chistes y las payasadas del "mejor programa de variedades" -como definió la Prensa al tiempo dedicado diariamente a la propaganda partidista-, y a falta de líderes carismáticos capaces de arrastrar a muchedumbres. Los niños y los bufones profesionales fueron los auténticos protagonistas de la pequeña pantalla.Queda por ver si en sus intentos por divertir sin definirse, ambas alianzas no dieron de sí mismas una imagen tan difusa que una franja nada despreciable del electorado, decepcionada por la insípida campaña, ha podido resultar atraída por las innumerables pequeñas forinaciones, que tienen, por lo menos, el mérito de ofrecer opciones más consistentes.

A los votantes potenciales de la derecha nacionalista, o de la socialdemocracia, las campañas de sus respectivas coaliciones parecen, desde luego, haberles disgustado. Un sondeo llevado a cabo por el Instituto Smith, y publicado el jueves por el diario Jerusalen Post, ponía de relieve que mayorías relativas del 44% de los electores del Likud y del 43% de los laboristas desaprobaban el contenido de los mensajes propagandísticos.

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