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Reportaje:

Israel, una economía dominada por el 'padre dólar'

Apoyado a la pared, al lado del portal, con una calculadora en la mano izquierda y una cartera de plástico debajo del brazo, el hombre de cara patibularia repite a media voz a los transeúntes que bajo el sol de plomo de mediodía deambulan por la céntrica calle Lilienblum de Tel Aviv: "Dólares, dólares, compro y vendo dólares".Un rabino de barba larga y tirabuzones se para, interesado por la oferta. Su fuerte silueta, cubierta, a pesar del calor, con un fino abrigo negro, tapa al cambista improvisado. El vendedor y su cliente susurran algunas palabras en yidish -el dialecto alemán hablado por los judíos al centro de Europa- y ambos penetran en el portal, de donde saldrá el religioso unos segundos más tarde para reanudar en la calzada su marcha apresurada, tras haber comprado -según confesará el vendedor ambulante de divisas- 1.000 dólares (unas 161.000 pesetas) por 315.000 shekels israelíes, que pesan unos 300 gramos de papel.

Religiosos de varias confesiones, funcionarios, comerciantes, amas de casa, turistas y hasta militares de uniforme peregrinan a diario por los alrededores de la central de correos en Tel Aviv o por e[casco antiguo de Jerusalén en busca de esos billetes verdes, en venta desde hace unos meses en un mercado negro en pleno auge, que les permitirán redondear el gasto de sus vacaciones en el extranjero o poner sus ahorros a salvo de la más elevada tasa de inflación del mundo.

La divisa norteamericana adquirida en el mercado negro cuesta, según los días, entre un 15% y un 40% más caía que en los bancos, donde cada israelí pude obtener al año, para viajes turísticos al extranjero, 2.000 dólares al cambio oficial.

Pero aun comprada a un 20% por encima de la cotización fijada por el Banco de Israel y colocada en un calcetín, la diferencia entre el billete verde al cambio oficial y en el mercado negro queda amortizada en tan sólo un mes en un país en donde el shekel perdió en abril, por ejemplo, la quinta parte de su valor en relación al dólar y a las principales divisas europeas. En los seis primeros meses de este año la moneda israelí se depreció frente al dólar en un 115%.

Aparte del riesgo de quedarse con algún billete falso -la venta de aparatos detectores aumenta en un 50% cada mes-, la frecuentación del mercado paralelo no conlleva ningún peligro para los clientes e incluso sus cotizaciones figuran diariamente en los periódicos y son anunciadas por la radio estatal.

Para los cambistas espontáneos todo son ventajas, hasta el punto de que algunos parados que disponen de tiempo libre convierten en dólares a principios de mes la totalidad de su subsidio de paro y, en función de sus necesidades de pago en shekels, los negocian en la calle. "Aumentamos nuestro poder adquisitivo en un 10% o l5%", confiesa Ariel, repartidor despedido desde hace un trimestre.

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Al margen de este mercado paralelo, de reciente aparición, la inversión legal de los particulares en valores emitidos en dólares se ha multiplicado en los últimos 12 meses, según el Banco de Israel, por 2,5, y el monto del ahorro en divisas norteamericanas asciende a 4.200 millones de dólares, mil dólares por cada ciudadano israelí.

Desde principios de año hasta junio inclusive, los israelíes han comprado legalmente más de 700 millones de dólares, provocando una disminución de las reservas de divisas por debajo del crítico umbral de los 3.000 millones y obligando a, su Gobierno a solicitar a la Administración norteamericana la rápida transferencia de los 2.250 millones de dólares de generosas donaciones concedidas al Estado judío durante el ejercicio fiscal 1984-1985.

El frenesí consumista

Preocupados por la constante depreciación de sus ahorros, mermados por la inflación y convencidos de que después de los comicios se producirá una drástica devaluación del shekel, los israelíes agotan primero sus cupos de dólares en los bancos, aunque no proyecten marcharse de vacaciones; se abalanzan después sobre los cambistas callejeros y, si aún les quedan shekels, hacen cola ante las tiendas de productos importados, cuyo precio experimentará, sin duda, una fuerte subida en cuanto esté formado el nuevo Gobierno.Los concesionarios de las marcas de automóviles europeos no dan abasto. Nunca han tenido tantos clientes dispuestos, además, a pagar al contado unos vehículos cuyos derechos de aduana e impuesto de lujo ascienden ya a un 300% de su precio franco fábrica.

Entrevistado recientemente por la radio, un anónimo vendedor de coches confiaba ante el micrófono que "por primera vez en su carrera profesional no hacía ningún descuento a sus compradores ni éstos se preocupaban del color del coche y otros detalles superfluos de los automóviles, que pagaban a tocateja" con tal de que les fuesen entregados pronto.

Las ventas de automóviles aumentaron en un 30% en junio en relación a mayo, que ya fue un mes jugoso, según el rotativo Yediot Aharonot, y las prisas por disponer de un coche nuevo, cuyo desembarco en Israel podía resultar retrasado por las frecuentes huelgas de estibadores del puerto de Haifa, incitó a un grupo de automovilistas impacientes a fletar nada menos que un avión jumbo para acelerar el transporte desde Alemania Occidental de sus Mercedes y BMW.

El frenesí de unos consumidores que intentan sacar el mayor partido de sus shekels antes de que se devalúen un poco más ha causado problemas a algunos supermercados, cuyas estanterías se vacían sistemáticamente el 1 y 15 de cada mes, asaltadas por jaurías de amas de casa que nada más cobrar sus sueldos hacen acopio de alimentos.

Para evitar los días de paga la congestión de consumidores apiñados en tomo a las estanterías y dar salida a sus productos de forma más espaciada, algunos supermercados proponen ahora a sus clientes la compra a principios de mes de unos vales que conservarán su poder adquisitivo durante 30 días.

Como las demás tiendas, los supermercados han renunciado a cambiar casi a diario las etiquetas con los precios actualizados de las mercancías en venta y se limitan a colocarlas una clave, que al ser tecleada por la dependienta en la caja hace aparecer en la factura el valor pecuniario del género.

"La gente, no sabe el precio exacto de lo que compra hasta que lo paga", comentaba Olga, ama de casa de Jerusalén, "y a veces se producen equivocaciones como el baile de claves entre botellas de alcohol y utensilios de aseo, que hasta que se subsanó el error elevó a 20 dólares (3.000 pesetas) el precio del cepillo de dientes".

Carentes de una moneda estable, se recurre cada vez más al dólar como divisa de referencia, aunque no sea, en definitiva, utilízado en las transacciones, en las que se emplea el equivalente en shekels al cambio del día de la cantidad acordada en divisas norteamericanas.

Los alquileres, los préstamos y hasta la contabilidad y el precio de productos comercializados por el grupo industrial Koor se fijan en dólares, aunque, para no transgredir la ley, la empresa siga presentando su balance anual en shekels.

Por no haber querido, por obvios motivos patrióticos, recurrir al dólar para sus cálculos, el mínistro de Hacienda, Ygal Cohen Orgad, tuvo que renunciar en primavera a presentar al Gobierno un presupuesto indicativo para el próximo ejercicio fiscal (1984-1985) "a causa de la imposibilidad de evaluar a largo plazo el valor del sheke1".

Peto aunque no se pueda prever la evolución de la moneda de nombre bíblico, los nuevos billetes encargados a un impresor de Holanda no parecen indicar que la inflación vaya a ser controlada. Este año serán introducidos en el mercado nuevos billetes de 5.000 y 10.000 shekels, y en 1985 circularán de 50.000 y hasta de 100.000.

Claro que, a juzgar por la propaganda televisiva de la oposición laborista, resulta más económico utilizar el actual billete de 1.000 shekels para disolver el azúcar en el café, lo que hacen en la pantalla unos bebedores indiferentes a unos ministros del Likud (en el Gobierno) con tijeras oxidadas que prometen cortar la inflación antes que comprarse una cuchara nueva.

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