'Mision blanca', el pecado no tiene color
Se había acabado la Segunda Guerra Mundial y al cine franquista no le quedaba más remedio que progresar en la defensa de sus valores eternos o adaptarse precipitadamente a las nuevas libertades europeas. Optó, ya se sabe, por lo primero. A las películas de exaltación castrense siguieron las de curas. No en vano la Iglesia había sido una de las fuerzas beligerantes en la guerra civil española: se imponía, pues, el relevo.Juan de Orduña, que fue un director volcado al éxito como un atento seguidor de las consignas de moda (en 1946 podía ser una ibla cosa), llevó a la pantalla en ese mismo año Misión blanca que, según el historiador Mendes Leite Von Haffe constituyó "uno de los éxitos más sonados de nuestro cine". Debió serlo puesto que la película fue declarada de "interés nacional" y el Sindicato Nacional del Espectáculo la premió con 250.000 pesetas, cifra nada desdeñable en aquella época de escasez y represión.
Misión blanca debía, por un lado, reafirmar la posición política que España tenía en el mundo y, por otra parte, abrir la veda a un género en que los curas dejaran de ilustrar secundariamente las historias para transformarse en sus únicos protagonistas.
El resumen argumental que se publicó en el Anuario cinematográfico hispanoamericano es de lo más explicativo: "sobre un fondo tropical, en la Guinea española, se destacan los sacrificios del colono español que crea una gran riqueza para la madre patria, destacándose majestuosarriente la labor de los misioneros, que 'ganan para Dios las almas blancas de los hombres negros..., y de los blancos, que el pecado no tiene color'. En época retrospectiva, se recoge con verdadero realismo histórico el gesto de aquel misionero que supo enarbolar la enseña de la patria en aquellos territorios, en el momento en que un buque extranjero se disponía a ocupar aquella tierra que es de España. Todo ello unido a la vida mundana de un joven que se llega a ser misionero y que consigue también redimir a un colono, que resulta ser su progenitor".
Homenaje a Jorge Mistral
Siguieron La Manigua sin Dios, La mies es mucha, La señora de Fátima, La guerra de Dios, Balarrasa y un largo etcétera realmente inolvidable. Los niños de la época eran forzadamente conducidos por sus colegios a tan místicas proyecciones. Nadie salió sano del martirio.Esta fue uria de las primeras películas que interpretó Jorge Mistral, a quien La noche del cine español dedica hoy su llamado homenaje. Inmediatamente de transformó en el galán de moda, reemplazando en ese menester a Alfredo Mayo y Rafael Duran, tan desgastados en moralejas y consignas. Desacuerdos económicos con la proyectora Cifesa le llevaron a México donde también se convirtió en el protagonista ideal de los dramas amorosos o las comedias modernas. Cuando regresé a España en 1951, su ascenso fue meteórico. Guapo, dúctil, de voz inconfundible, quizá no fuera realmente un buen actor, pero cumplía los requisitos de la estrella, aportando a todos sus personajes una peculiar personalidad de elegante del Tercer Mundo. Murió, al parecer por suicidio, en 1972, en México.
Con él se cerraba un capítulo histórico del cine español en el que, además de las películas "oficiales" existieron las que propugnaban una lucha contra la dictadura. En alguna de estas, como La venganza, de Juan Antonio Bardem, apareció también Mistral y quizá entonces con una fuerza dramática que en sus restantes papeles monocordes no le permitían expresar.
Misión blanca se emite a partir de las 20.35 en el programa de la segunda cadena La noche del cine español.
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