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Milagros

Rosa Montero

Los polacos andan muy soliviantados últimamente a la espera de que se les aparezca la Virgen en un árbol. Las autoridades prosoviéticas del país temen que el evento forme parte de una conjura celestial: se empieza con un Walesa forrado de escapularios y se termina con un milagro en toda regia. La tradición enseña que cuando la Virgen se aparece, suele ser para fustigación de comunistas, véase Fátima. Así es que el plúmbeo y reaccionario Gobierno polaco está muy mosca.El campo de batalla de esta guerra inmaterial es Pulawy, una pequeña ciudad al sureste de Varsovia. El allí, en un parque público (¡público y estatal, para más confusión y abominación de los herejes!) en donde dicen que se aparece la Virgen. Hay algunos ciudadanos, sin duda más fogosos, que incluso creen reconocer al Papa en los perfiles de una rama. Ya ha habido curaciones milagrosas, cojos que corren como liebres, enfermas que sanan. Lo único que todavía no ha conseguido el árbol bendito ha sido la caída del Gobierno. Pero no hay que perder las esperanzas.

El cura párroco de Pulawy duda que lo de la Virgen sea cierto, porque el fenómeno no ha venido acompañado por una aurora boreal, preludio al parecer inevitable en este tipo de milagros. Pero con aurora o sin ella, las derechas del Mundo se mantienen vigilantes, aguardando la confirmación del prodigio forestal. A fin de cuentas, las derechas siempre han sido proclives a utilizar el cielo como respaldo de sus propias afirmaciones. Los más místicos buscan prodigios, como en Pulawy. Los más prácticos prefieren realizarlos. Algo de milagroso tiene, por ejemplo, la manifestación francesa contra la ley de educación: un millón de católicos arguyendo que Dios está en su bando. Es un argumento incontestable, desde luego. Es una cuestión de fe. O sea, un milagro.

En los últimos años los asuntos terrenales se han ido tiñendo más y más de esta aparente religiosidad, de esta mística estratégica, de este mentar al más allá para cualquier zarandaja del aquí. Pulawy es sólo un ejemplo: cuanto más se empobrecen las razones, cuanto más se ahonda en la crisis, más proliferan los portentos.

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