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La derecha francesa desafía frontalmente a Mitterrand

La imponente manifestación del domingo en París, de casi un millón y medio de personas, que desafió al Gobierno socialista sin provocar el más mínimo incidente, no se sabe aún si habrá conseguido su objetivo fundamental: modificar la ley que establece las relaciones entre la escuela privada o religiosa y los poderes públicos. Lo que sí es cierto es que le plantea al Gobierno de Mitterrand un problema político de primera magnitud que desborda la cuestión puramente escolar.

El pasado día 17 de este mes de junio, el Gobierno de Mitterrand ya encajó una derrota indiscutible en las elecciones europeas, que todos reconocieron como una demostración de la adversidad de la mayoría de la opinión francesa hacia la Administración socialista-comunista.Ocho días después, es decir, anteayer, el mismo Gobierno se ha encontrado con cerca de dos millones de franceses, según los organizadores, y 850.000 según fuentes gubernamentales, procedentes de todos los rincones del país, para gritar en favor de la escuela libre subvencionada por el Estado. Las autoridades oficiales, empezando por el primer ministro, Pierre Mauroy, fueron las primeras que lamentaron la politización de lo que se califica como el desfile del siglo.

Hay que recordar que entre el ministro de Educación Nacional, Alain Savary, y la jerarquía católica (la enseñanza privada en Francia, que agrupa al 17% del total, es religiosa en un 93%) se había llegado a un consenso días antes de la presentación de la ley en la Asamblea Nacional. Pero en el último minuto el Gobierno cedió ante las exigencias del ala radical del laicismo francés de izquierda. Contra este extremismo desfiló anteayer la escuela privada, y también contra la extrema derecha de Jean-Marie le Pen (11% en las recientes elecciones europeas), que no fue admitida en la manifestación y organizó una por su cuenta que constituyó un fracaso al reunir apenas 2.000 personas.

Este cariz político del desfile del domingo último, al que se suma el revés político qué también supuso el escrutinio europeo, coloca a Mitterrand ante un futuro más que molesto. Sobre el terreno le va a ser difícil modificar la ley en favor de los católicos. A su vez, el Senado y el Consejo Constitucional deberán pronunciarse.

Y por fin, piensan muchos que Mitterrand pudiese aprovechar el cambio de Gobierno y de primer ministro que se espera en las próximas semanas o en el otoño inmediato para dar un nuevo viraje que al menos le haría ganar tiempo. De cualquier manera, la radicalización de las dos Francias, de derecha y de izquierda, en el plano político, y esto a causa de la ley de la enseñanza, no augura nada bueno para nadie. En la izquierda se espera que Mitterrand, una vez más, haga una demostración de habilidad.

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