Francia dejó en el ridículo absoluto a Bélgica
JAVIER MARTIN ENVIADO ESPECIAL Los diablos rojos eran ovejitas luceras. Quien tenga la fórmula para explicar por qué un día los futbolistas parecen dioses y al otro pica pedreros será el dueño del fútbol. ¿Por qué Bélgica arrolló a Yugoslavia y ante, Francia llegó a alcanzar el ridículo? ¿Por qué Francia, temerosa ante Dinamarca, hizo que ayer, con media defensa suplente, cada ataque suyo fuera medio gol? Por encima de tan inexplicables altibajos queda la calidad individual. Francia, con un constante relevo de puestos en su centro del campo, goleó a placer a una selección belga famosa por su empleo del fuera de juego. Esta estrategia belga fue totalmente desmontada por una superioridad técnica individual y colectiva del equipo francés. Michel Hidalgo y sus pupilos han puesto ya sus pies en las semifinales. Incluso el sancionado Amorós, suspendido por tres lances, el primero de los cuales lo cumplió con el de ayer, se prepara intensamente para reaparecer en la final.
El regate, un lujo innecesario
Es cierto que a los cuatro minutos Francia ya tenía el marcador de cara. Pero Bélgica no tomó la iniciativa hasta los 20. Pfaff estuvo todo este tiempo de poste a poste y sin ver la pelota. A los dos minutos, Grun salvó el primer gol; a los cuatro, entró; a los seis, Pfaff tuvo que tirar a Six, pero éste se lanzó al suelo tan mal que el árbitro se rió. A los diez, Pfaff, nuevamente, tuvo que salir a los pies de Platini.
¿Dónde estaban los diablos Vercauteren, Scifo y Ceulemans? El equipo de Hidalgo acabó en 30 minutos con la amenaza belga. Hidalgo, al que hay que elogiar su claridad de ideas, sólo sacó dos defensas centrales y un lateral para colocar cinco jugadores en el centro del campo -Fernández, Genghini, Tigana, Giresse y Platini-; los cinco, en constantes relevos, cambios de ritmo y técnica envidiable. Hasta el duro Fernández puso calidad en el tercer gol. Estos franceses tienen tanta técnica que el regate es un lujo innecesario. Desde luego, Bélgica no tuvo el santo de cara. A cada uno de sus goles morales, Francia correspondía con uno de los de verdad. A los 27 minutos, De Wolf tiró al larguero; a los 32, Vandenbergh no acertó a rematar una preciosa jugada colectiva y... el contraataque francés supuso el segundo gol, el de Giresse, el número 200 de los conseguidos entre todas las fases finales de la Eurocopa; a los 42, Claesen volvió a fallar un buen servicio de Ceulemans y... el tercer gol de inmediato. A los grandes porteros, como Pfaff, también se les amarga una tarde.
En la borrachera de relevos del centro del campo francés, se llegó al colmo de la versatilidad en el minuto 35, cuando los defensas jugaban a meter goles y el trío Giresse-Platini-Tigana se divertía con el balón en posición defensiva.
Amor por el espectáculo
El entrenador francés ha inculcado a su equipo el amor por el espectáculo. Sólo así se comprende que, en la segunda parte, siguiera atacando como si llevara el marcador en contra. Casi metía los goles con desgana, eso sí, porque Bélgica había dejado de existir.
Thys reemplazó al fenómeno novel Scifo, que sólo así salió del anonimato. Estos preparadores duros no respetan a los que tienen un mal día, pero habría sido necesario cambiar a todos, como señaló el yugoslavo, tras el partido con los, en aquella baza, verdaderamente impresionantes jugadores belgas.
Serán cosas del fútbol. Por si acaso, por si no vuelven a repetirlo, por si mañana la banda de Gigi se asemeja al día negro de Scifo o al sonrojante equipo español, habrá que grabar en vídeo -y no en la memoria, que luego no se lo creen- estos cinco goles. ¿O fueron más?
Clasificación:1, Francia, 4 puntos (6 goles a favor y 0 en contra); 2, Dinamarca, 2 (5 y 1); 3, Bélgica, 2 (2 y 5), y 4, Yugoslavia, 0 (0 y 7).
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