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El crecimiento incontrolado del poblado chabolista de Vicálvaro aumenta la tensión entre los 'payos' y las familias gitanas

Amelia Castilla

Varios centenares de vecinos del barrio madrileño de Vicálvaro, situado en el distrito de Moratalaz, se han manifestado en la calle durante 17 días consecutivos y piensan seguir haciéndolo, para exteriorizar su protesta por el "crecimiento incontrolado" del poblado de chabolas de la avenida de Daroca, donde están instaladas en la actualidad más de 400 familias gitanas. El conflicto entre las dos comunidades y los poderes públicos comenzó hace más de un año, con el crecimiento de este poblado, a cuyos habitantes y vecinos se les había prometido que tendría carácter provisional.

Desde que se produjeron aquellas promesas de traslado a viviendas dignas, nunca cumplidas por el Ayuntamiento de Madrid o el Gobierno Civil, un número cada vez mayor de familias gitanas expulsadas de otros barrios se han instalado en Vicálvaro y han ido creando en la carretera de Ventas un próspero mercado negro, conocido popularmente como guarrerías preciados, en el que en muchos casos, según denuncian los vecinos, "se venden mercancías robadas".En medio de una gran explanada plagada esta primavera de flores silvestres se amontonan al borde de la carretera bañeras, lavabos, lavadoras, puertas de cristal y aluminio y todo tipo de piezas, repuestos y útiles para el automóvil. Muchas de las mercancias parecen completamente nuevas. Más de 3.000 gitanos viven hacinados en chabolas de madera al lado de este gran bazar.

Ángel, de 31 años, casado y con cinco hijos, reside en su chabola desde que abandonó Extremadura, hace 15 años. "Todos estos productos los conseguimos de empresas de saneamiento que van a la quiebra", afirma, mientras le ofrece a un payo una cisterna a 1.500 pesetas. Carmen Pardo, rodeada de cuatro pequeños, el menor de tres meses, afirma que "los paisanos pueden decir lo que quieran, pero es mentira que lo que se vende aquí lo hayamos robado antes en Vicálvaro. Nos ganamos la vida honradamente". Carmen, que vive con su marido y sus cinco hijos en una chabola de dos habitaciones toda recubíerta de láminas de plástico con los símbolos de una marca de leche, afirma que "aquí hay buenos y malos, como en cualquier parte, pero no podemos pagar todos los gitanos por algo que no hemos hecho".

El poblado gitano carece de los mínimos servicios: no hay luz ni agua ni cuarto de baño en ninguna vivienda. Para hacer sus necesidades, los gitanos cruzan la carretera y se adentran en los descampados. Carmen lava la ropa en una pila instalada por el ayuntamiento al lado de una fuente pública. "Para lavarnos", dice Carmen, sonriendo, "tenemos que hacer filigranas". Al lado del fogón, hecho con medio bidón cortado por uno de los lados, pone un cubo "para que se caliente el agua, y así nos lavamos".

El 'Cucu Clan'

Dos furgonetas de la Policía Nacional vigilan el asentamiento chabolista, para evitar un estallido de violencia entre las dos comunidades. La pasada semana, panfletos escritos a máquina y fotocopiados que iban firmados por un grupo que anuncia su pretensión de seguir, los pasos del Cucu Clan, pedían la formación de comandos de defensa y grupos incendiarios para acabar con "la plaga de estos indeseables seres".El clima de convivencia entre payos y gitanos se quebró el pasado año, cuando varios centenares de familias gitanas expulsadas de Leganés, del pueblo de Vallecas y de Villaverde decidieron instalarse en Vicálvaro, junto a las familias que ya vivían allí desde hace muchos años, en algunos casos, y con las que los vecinos payos aseguran no tener ningún problema.

A esta primera oleada inmigratoria se sumó después un numeroso grupo de portugueses, considerados como "los más peligrosos y los más violentos". A partir de entonces, según un portavoz de la asociación de vecinos, "aumentó notablemente el número de robos y de delitos en el barrio y comenzaron los enfrentamientos".

La chispa que hizo saltar esta vez al barrio de Vicálvaro fue, según el mismo portavoz, el anuncio de que se van a construir viviendas de protección oficial en la calle de Villablanca, de las cuales 75 les serían entregadas a otras tantas familias de raza gitana llegadas de otras barriadas periféricas. "Esto y que se habían recrudecido los robos lanzó a los vecinos a la calle". En las últimas semanas desparecieron, según denuncia la asociación, numerosos neumáticos de los vehículos y ropa tendida en los balcones, y las puertas de cinco portales fueron desmontadas completamente en una sóla noche.

El pasado año, tras recrudecerse los enfrentamientos entre las dos comunidades, el gobernador civil de Madrid, José María Rodríguez Colorado, decidió crear una comisión de estudio del problema, en la que estaban representadas

Solución definitiva

"Nos reunimos", afirma el portavoz de la asociación de vecinos, " en varias ocasiones; pero, pasadas las Navidades, el gobernador no volvió a convocarnos, pese a que se lo pedimos reiteradamente". Cientos de vecinos de Vicálvaro organizaron una marcha hasta el Gobierno Civil el pasado día 24 de mayo para pedirle al gobernador una solución definitiva. El próximo día 12 de junio la comisión se reunirá de nuevo, tras seis meses de completa inactividad.La solución que propone la asociación de vecinos consiste en la desaparición completa del núcleo chabolista que ocupan los gitanos y la formación de pequeñas comunidades, distribuidas por distritos emplazamientos de la ciudad. "En pequeños nucleos se puede plantear la integración en la sociedad de estas personas", explican los dirigentes vecinales. "En ningún caso se puede facilitar su integración en la sociedad agrupándolos en comunidades tan amplias".

La asociación propone también que el ayuntamiento cree una empresa de recuperación de productos sólidos de desecho que dé salida a todo el material que recuperan y comercializan estas familias, y que se establezca un control suficiente sobre la procedencia de todas las mercancías que se venden en guarrerías preciados.

El barrio de Vicálvaro, que tiene cerca de 50.000 habitantes, es uno de los peor dotados de la ciudad. No hay ambulatorio y las familias deben trasladarse hasta la ciudad sanitaria La Paz para cualquier reconocimiento. La falta de instalaciones deportivas y la insuficiencia del número de plazas escolares definen un barrio en relativo abandono. No es raro, por tanto, que 2.000 jóvenes estén fichados por la policía, que Vicálvaro tenga uno de los índices de delincuencia más elevados de la ciudad y que sea ésta una de las zonas clave en la distribución de heroína.

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