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Europa hay más que una

El descubrimiento de que los Reyes Magos son los padres es algo así como una metáfora de Damocles que gravita sobre nuestra vida, si nos permitimos la licencia, evidentemente literaria, de suponer que Damocles es una metáfora y no una espada. Constantemente descubrimos que los Reyes Magos son los padres. Es decir, en esta vida, y habría mucho que hablar sobre la otra, no existen las gangas.últimamente no hay evidentes síntomas de la desesperación racionalista del intelectualado europeo y español, manifestada en un retorno a la palabra como magia convocante de la realidad. Las palabras no crean realidad, se limitan a tratar de aprehenderla, y casi siempre para saber a qué atenernos, es decir, para defendernos. Y algo de miedo hay en esa apropiación indebida de realidades falsificadas por palabras que ayudan a aplazar la angustia o la desesperanza de un intelectualado situado entre la espada de los misiles y la pared de la Unión Soviética. La desesperación racionalista, que se traduce en una desestimación de lo racional, se percibe en extrañas convocatorias a una tercera vía europea o el canto a los supuestos valores de lo europeo, desgajables hoy de los reales valores de un sistema mundial de interdependencias y rechazos entre el sistema capitalista y el otro. Me pasmo cuando veo o leo a viejos compañeros de viaje en busca del Santo Grial de la revolución razonando sobre Europa con la metodología de un Jaspers o de un Romano Guardini, creyendo en la posibilidad de esa Europa ideal, más allá de los límites de los cuatro folios de su artículo, de los cuatro puntos cardinales de su perplejidad histórica.

Europa es, hoy por hoy, un subcentro del imperialismo que lógicamente ejerce funciones de gendarmería en una de sus fronteras vitales. Ocurre que, por razones de su estructura social, económica y política, y del papel mismo que juega en la división internacional del trabajo, Europa alberga poderes sociales críticos con capacidad de modificar su relación de dependencia dentro del sistema mundial. La cultura crítica europea ha ayudado a impedir que los sectores críticos objetivables cayeran totalmente en la alienación imperialista que afecta a los sectores equivalentes del real centro del imperio, Estados Unidos de América. Pero es dificil negar la evidencia de que la ofensiva de la nueva derecha europea persigue sustanciales niveles de alienación dentro de la fatalidad del sistema y que la ofensiva de los idealizadores de una Europa nacida inocente y corrompida por dos polos prostituidores sólo sirve para sumar confusión a la causa de la fatalidad occidentalista.Que Europa siga siendo la trinchera privilegiada del capitalismo o asuma una conducta singularizada dentro del sistema mundial de interdependencias depende de la correlación de fuerzas políticas internas y de la clarificación de un proyecto de progreso real y profundo que sólo puede poner en marcha unbloque de izquierdas europeas en el sentido más clarificado y menos partidista posible de lo izquierdoso. Gobernada por la derecha entreguista o por la izquierda pusilánime, Europa seguirá siendo un almacén de misiles, un gendarme económico y militar de subzonas del imperio y un teatro privilegiado de guerras nucleares de exterminio. De esa condición histórica sólo puede salir tras una movilización de su conciencia crítica y una toma del poder de aquellos sectores radicales que pongan por delante valores de neutralidad y supervivencia. Pero que nadie piense que esa nueva radicalidad europea, aunante de los intereses auténticos de sus clases populares, es algo más que un enunciado. La Europa realmente existente está condicionada por miedos heredados y de nuevo tipo, miedo al comunismo y miedo a perder lo que queda de usos e

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Europa hay más que una

Viene de la página 11 ideas, miedo a la revolución y miedo a la crisis. Y frente a esa Europa realmente existente, las fuerzas del progreso son aún hoy muy débiles para clarificar un proyecto que implica azar y sacrificio, porque la Europa real no saldrá de su condición de criada cómplice, aunque a veces respondona, del sistema capitalista, sin sacrificios que afecten a la posibilidad misma de consenso entre las fuerzas sociales y políticas objetivamente progresistas. Es decir, una Europa que se sacudiera realmente su condición satélite tendría que generar un nuevo orden económico nacional e internacional que implicaría una socialización profunda de las relaciones económicas y una igualación que provocaría la rebelión de los sectores pequeño burgueses bienestantes.

Esa pequeña burguesía europea movilizable ante el miedo a morir en el teatro atómico, obligada a elegir entre una neutralidad empobrecida y una expectiva de bienestar nuclearizado, hoy por hoy elige la segunda opción, y en cuanto clarifique que la nueva conciencia radical le va a exigir sacrificios que van más allá de pagar los impuestos, va a perseguir a los profetas de un nuevo orden europeo con sañas superiores a las empleadas contra los profetas de la anarquía y el socialismo. Hoy por hoy, el sueño de una Europa tercera vía, progresista y ajena a la explotación del hombre y de las naciones, es una fabulación idealista en la que sólo pueden caer los que creen en los Reyes Magos o los que ya no creen ni en lo que es evidente. Pero esta lucidez no impide que el objetivo de una Europa alternativa, capaz de modificar la fatalidad histórica del bloquismo y el equilibrio M terror, sea un objetivo sine qua non para la esperanza misma de la vida y de la historia. Establecer objetivos es un primer paso bien diferente al de ocultarlos, y por tanto alejarlos, con las nubes de la idealización. La Europa actual es un conjunto de poderes políticos teledirigidos por las relaciones de dependencia de todo tipo que gravitan desde el centro del imperio y de sociedades amedrentadas, inclinadas hacia actitudes históricas y vivenciales conservadoras y, si se tercia, reaccionarias y correvolucionarias. Una vez asumida la evidencia, es posible tratar de modificar la realidad mediante la acción ideológica y política, porque en esa misma realidad hay elementos materiales que propician esa modificación.Si socialistas, comunistas y liberales críticos hicieran un esfuerzo de consciencia suficiente para asumir una idea de progreso humano, y por tanto universal, común, estaríamos en el camino de conformar una nueva conciencia radical y elemental de cambio, característica de una Europa real, concienciada por su propia necesidad de sobrevivir. Y una vez aprehendida esa conciencia, habrá que luchar por ella. La otra Europa, la de los monopolios y los misiles, reconstruirá sus cárceles políticas y recortará sus hábeas corpus para evitar la racionalización del destino. Un nuevo idealismo prestará filosofía de recambio a los filisteos obligados a enmascarar la elección entre capacidad de acumulación y progreso, entrebienestar y supervivencia, y hasta los ecologistas más herbívoros serán pasto de escuadrones de la muerte ad hoc. Obligado a elegir entre una esperanza de paisaje y la posibilidad de pagar el curso de kárate de su hijo, ¿qué haría usted?

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