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Díaz Miguel, ante los israelíes, concedió descanso a Romay y probó a Margall

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIAL El equipo israelí era ya una troupe de turistas días antes de que llegara el encuentro frente a España, por lo que sus visitas, con ciertos monumentos de mujeres, no parecían ser un eficaz instrumento para intentar derrotar a España. Así que se marcharon con un tanteo abultado en contra. Según los números y la política, la selección ya está clasificada porque el cuarto puesto lo tiene asegurado y la URSS insiste en su retirada de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

El torneo preolímpico está quedando para amantes fieles al baloncesto, esos locos no tan bajitos que contemplan con interés y fidelidad cualquier movimiento bajo la canasta. Así, de un España-Israel aburrido y sentenciado, los espectadores sólo convinieron en que resultó poco interesante, mientras los técnicos pudieron ver... cosas; no demasiadas, tampoco, porque el rival no merecía excesivo esfuerzo. Díaz Miguel se limitó a reservar a Romay y a probar la pierna lesionada de Margall. La consecuencia fue que De la Cruz demostró estar perfectamente preparado para entrar en juego y que el acierto en el tiro de Margall puede ser necesario para cuando se actúe frente a rivales de cuidado. Ayer, sin embargo, Margall pareció resentirse un poco de la lesión; aun así, se marchó al banquillo en el minuto 15 con un perfecto porcentaje, cinco canastas de cinco intentos.

En momentos aislados, los jugadores españoles calentaron brazos y piernas, pusieron manos a la defensa y robaron lo que quisieron a los israelíes; luego, propinaron algún contraataque. Israel llegó al descanso con la amenaza de los 20 puntos de diferencia. Quizás, lo único criticable es que Díaz Miguel no moviera más el banquillo o que esperara a última hora, pero sufre de excesivo celo con su trabajo, es un perfeccionista y quiere que los sistemas funcionen.

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