¿Quién ha dado los votos a Pujol?
Las interrelaciones en el voto depositado por el electorado catalán y la variedad de las causas que han jugado a favor o en contra de los partidos dan a las pasadas elecciones al Parlamento de Cataluña una complejidad que permite hablar de una conjunción de factores. Durante la precampaña y en la propia campaña, la dualidad participación-abstención se consideró el elemento nuclear de cualquier variante del éxito o fracaso. Probablemente se sobrevaloran sus efectos al no reparar en otros que han incidido tanto o más. La Cataluña de 1984 ha votado en una proporción sólo muy ligeramente superior a la de 1980, aunque los porcentajes respectivos (62,23% y 64,21%) den una impresión de diferencia más sensible. Lo explica lo hinchado del censo, electoral del año 80, corregido y revisado ante la consulta de 1982. Después de una legislatura autonómica, en 1984, el autogobierno ha interesado sólo a 169.000 catalanes más.Puede hablarse, por tanto, de un pobre aumento de la participación (en realidad habrá subido entre 1,5 puntos y 2,5 puntos) que, paradójicamente, no sólo no ha beneficiado a los socialistas, sino que les ha perjudicado, al resultar más nociva de lo que proporcionalmente se desprende. El sesgo de la participación ha beneficiado al presidente Pujol.
Con todo, no han sido más de 169.000 papeletas, no despreciables si, como parece, han ido en su mayor parte a Pujol, pero insuficientes para explicar ese aumento de 595.888 votos convergentes. La participación no contiene las causas políticas de lo que ha pasado, ni justifica la penetración de CiU en segmentos de obreros y de población inmigrada. Ni explica que un partido sin sindicato quede después de estas elecciones ribeteado de interclasismo tangible y no teórico; ni desmonta la realidad de que CiU ha franqueado la barrera de su frontera electoral, para pasar de las clases medias y sectores rurales de población autóctona a la población trabajadora de origen no catalán. En el doble cinturón industrial de Cataluña, donde se asienta el 70% de la población del Principado, el avance de CiU (con porcentajes desde el 20% al 50%) rompe el también hasta ahora axioma de que en esas áreas se rechazaba a Pujol.
¿Quién ha dado los votos a Convèrgencia, al margen de los 100.000 aproximadamente que pueden representar, con un margen de error aceptable, el mundo de la participación? El día 29 de abril, la Coalición Popular obtuvo 160.000 votos más que el 20 de marzo de. 1980. A costa sin duda del desaparecido partido Centristes-Unión de Centro Democrático. Cabe deducir, pues, que la mitad de los casi 290.000 votantes que eran patrimonio de CC-UCD al inicio de la década han depositado sus esperanzas. en Pujol. Ya tenemos 250.000 nuevos votantes convergentes. Faltan unos 350.000 votos.
En estas elecciones, algunos partidos han sido más usados que castigados. Esquerra Republicana se ha deshinchado sobre todo por el agujero del voto útil; ha perdido 113.000 votos y sólo le ha quedado, probablemente, la fidelidad que se otorga a la historia y a la tradición familiar. Siempre con el cinemascope de las interrelaciones delante, no es desacertado pensar que parte del voto esquerrista haya volado al Partit Socialista Unificat o a los socialistas. Pero mayoritariamente las ubres de ERC las ha ordeñado Pujol, lo que se puede cuantificar entre 80.000-90.000 votos.
Los comunistas del PSUC también han pagado su cuota al vencedor. Mucho menos por la vía directa que por la indirecta, aunque aquella también ha existido. Los 340.000 votos perdidos por el PSUC han sido útiles y esenciales para el PSO gracias a ellos aguantan la derrota los socialistas e incrementan el número absoluto de sus votantes. Resulta extremadamente difícil establecer cuántos votantes del PSUC se han pasado a Convergència. Pero, deducidos los votos prosoviéticos, y considerando que el cuerpo electoral del PSC se ha incrementado en 260.000 personas, y que ha debido entregar sin duda una buena porción a CiU, el límite máximo del trasvase PSUC-Convèrgencia quedaría en 50.000 votos. Ya sólo queda por determinar el saqueo soportado por el Partit dels Socialistes, que puede oscilar entre los 150.000 y los 200.000 votos.
Los errores socialistas
El interlocutor centrista en estas elecciones era Pujol. Y también, el representante conservador. Ha sido por excelencia el líder nacionalista. Lo que no resulta tan apropiado es esa imagen de neosocialista. La condición perecedera de 705.000 votos de los 1.575.000 que el PSC logró en las elecciones legislativas de 1982 no se explica únicamente con los aciertos o ventajas que Pujol ha acumulado. Son determinantes también los errores socialistas, de los que no se salva el PSOE. Es en este punto donde cobra significado la conjunción de factores.
Ante estas elecciones, el PSC daba por supuesta su credibilidad nacionalista. El auténtico nacionalista que es Obiols consideró esa parcela a salvo, la reforzó con un consejo asesor tarradellista y tiró por el camino de combatir la abstención. Felipe González intervino en la campaña porque las encuestas de Alfonso Guerra marcaban que un 40% de los que se abstenían habían votado PSOE. (Por lo que no resulta desdeñable, el golpe que ha sufrido en Cataluña la imagen del presidente del Gobierno). El nacionalismo ha apoyado claramente a Pujol. Ante unas elecciones de signo propio, esas clases medias que cultivaron el socialismo en 1982 y 1983 han refrendado la identificación entre Pujol y Cataluña. Identificación nacional que el líder de CiU ha fomentado en toda la legislatura y a la que tanto ha ayudado la falta de una estrategia definida por parte del PSC y el intervencionismo del PSOE, desarrollando un modelo autonómico (recuérdese por ejemplo la LOAPA) falto de sensibilidad para el hecho diferencial catalán.
Hacer de nazareno
Poco después de las elecciones, un destacado dirigente socialista catalán decía a modo de caricatura amarga: "¿Errores? Uno sobre todo: ir haciendo por ahí de nazareno, creyendo en nuestra misión histórica, y alejados de la realidad". Mientras Pujol se ligaba a la sociedad, civil catalana, creando una trama que le permitía entenderse directamente con los gremios y las Cámaras de Comercio, sin pasar por la patronal, la negligencia de los socialistas en ese terreno era patente. Por paradójico que pueda parecer, departamentos como el de Comercio y Turismo han cumplido una tarea política fundamental, sobre la que CiU ha edificado en buena parte su interclasismo y que explica incluso por qué se penetra en el cinturón industrial, donde existen bastantes de los pequeños comerciantes de Cataluña. Pujol ha apurado en estas elecciones la eficacia del estado de obras, de la misma forma que la izquierda lo hiciera en las últimas municipales. Las críticas socialistas de incapacidad y mala gestión no han sido aceptadas por el electorado, que ha rechazado o no ha tomado en consideración tampoco el resto del mensaje socialista: ni la afirmación de que se habían introducido elementos de discriminación entre las comunidades ni la venta de la buena labor de los alcaldes del PSC.
La sociedad civil asume mayores grados de conservadurismo en momentos de fuerte crisis económica como éstos: el corporativismo y la insolidaridad hacen mella en las clases populares, el sindicalismo se divide. Estos factores han pesado también, y no poco, en estas elecciones. Como ha pesado el desgaste del Gobierno socialista desde octubre de 1982. En cambio, en los Gobiernos autonómicos se sufre poco voto de castigo, a no ser que se incurra en el desprestigio. Pujol apenas lo ha experimentado, perpetuándose por medio de una política en la que ha combinado la excelencia de su obra de gobierno, el rechazo de los aspectos de gestión conflictivos y el reproche al Gobierno central, a quien se ha podido responsabilizar con facilidad de todo lo problemático o insuficiente.
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