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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El futuro de Hong Kong

ES NATURAL que las negociaciones entre China y el Reino Unido sobre el futuro de Hong Kong tengan para la opinión española un interés particular: también pervive, en nuestro territorio una colonia británica cuando la era histórica del colonialismo está ya superada en el mundo. Conviene, desde luego, huir de una identificación grosera entre las dos situaciones y considerar el problema de Hong Kong en sí, con sus rasgos específicos, para poder valorar la marcha de las negociaciones entre Londres y Pekín. En esta última capital acaba de celebrar una serie intensa de conversaciones el secretario del Foreign Office, sir Geoffrey Howe, con los más altos dirigentes chinos: el ministro de Asuntos Exteriores, el primer ministro, el veterano dirigente Ji Pengfei, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y presidente ahora de un instituto creado para. coordinar las diversas acciones encaminadas al retorno de Hong Kong a la soberanía china, y finalmente, con Deng Xiaoping, el hombre que conserva la mayor autoridad en el equipo dirigente. Un comunicado hecho público al concluirse la visita del señor Howe reconoce que se han hecho serios progresos hacia un acuerdo, pero así como la interpretación china pone el acento en los progresos, en la cercanía del acuerdo, los británicos insisten en que aún quedan problemas serios.Recordemos que la posición china parte de la nulidad de los tratados firmados en condiciones de desigualdad en 1842, 1860 y 1899, en virtud de los cuales el Reino Unido ocupa las islas y el trozo de continente que constituyen el territorio de Hong Kong, con una población global de más de cinco millones de personas. Los dos primeros tratados (que se refieren aproximadamente a una décima parte del territorio total) no especifican ninguna fecha para el fin de la dominación británica. En cambio, el de 1898 (referente a los llamados Nuevos Territorios) otorga una concesión de 99 años, que expira, pues, en 1997. La señora Thatcher, cuando en 1982 se iniciaron las conversaciones, intentó argumentar que el Reino Unido podía conservar la soberanía sobre los territorios cedidos en 1842 y 1860. Pero en este punto los chinos han sido intransigentes: los tratados no tienen validez porque fueron firmados en otra época histórica, por imposición de la fuerza militar. Hoy el Derecho Internacional rechaza ese tipo de concesión colonial. No se trata, pues, solamente del plazo que expira en 1997, sino de poner fin a unos tratados anacrónicos e injustos en sí. Aunque no ha sido hecha pública la carta que la señora Thatcher dirigió al primer ministro Zhao Ziyang en enero de 1983, todo indica que en ese punto tan importante hubo un retroceso británico. Y las negociaciones que ahora prosiguen se refieren al conjunto del territorio- (y no exclusivamente a los llamados Nuevos Territorios). En realidad, China no acepta discutir sobre la soberanía, y ha anunciado que¡ si en septiembre de este año no hay un acuerdo con el Reino Unido, ella definirá por su cuenta el futuro de Hong Kong.

Se trata, obviamente, de presionar a la otra parte; los británicos quieren dar largas, retrasar esa fecha de septiembre, y por eso insisten en que hace falta tiempo para superar las dificultades que aún subsisten; tienen cartas muy importantes. Porque no se trata sólo de soberanía; China tiene un interés primordial en que Hong Kong siga siendo una plaza financiera internacional; actualmente es un centro decisivo para las relaciones internacionales chinas; de cara a los planes de modernización del sistema productivo, el papel financiero de Hong Kong es de suma importancia. Pekín ha declarado que durante un plazo de 50 años después del retorno a China, Hong Kong conservará su economía capitalista y todo su actual sistema legal y de gobierno. Sin la participación del Reino Unido, tal proyecto no se podría llevar a cabo. Ya han anunciado algunos holdings que preparan su desplazamiento a otros países ante la perspectiva de una incorporación a China. Si el Reino Unido va a tomar parte en ese proyecto original, un enclave capitalista en el seno de un Estado socialista, desea conservar determinadas funciones administrativas que garanticen sus intereses. Después de la visita de sir Geoffrey Howe, el ritmo de las conversaciones va a acelerarse: la próxima ronda está anunciada ya para el 27 de este mes. No cabe duda que China está muy interesada, en vísperas de la visita de Reagan, en presentar una perspectiva a corto plazo de solución del tema de Hong Kong.

AdnÚtidas todas las diferencias entre el caso de Hong Kong y el de Gibraltar, no puede dejar de llamar la atención que las razones presuntamente de principio invocadas por el Reino Unido en el segundo estén ausentes en el primero. Por ejemplo, la validez o no de tratados impuestos en otras épocas por la violencia de las armas y que chocan con las normas internacionales hoy vigentes, o el argumento de que el Reino Unido no hace sino someterse a la voluntad de los habitantes del territorio... Si de verdad se tratase, de razones de principio, es obvio que tendrían que ser invocadas por igual en Extremo Oriente que en el sur de España; frente a la gran China que frente a la menos grande España. Es sumamente útil poder comprobar estos hechos, y cabe esperar que el avance en la solución del problema de Hong Kong sea además un argumento para nuestra reivindicación sobre Gibraltar.

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