Las cuatro confesiones de Angel Emilio Mayayo
"Ángel Emilio Mayayo Pérez voluntariamente manifiesta que conoció a María Teresa Mestre Guitó desde su infancia, digo desde su nacimiento, a la que consideraba como una segunda madre. En este sentido esta relación está incrementada en los períodos estivales, debido a la ubicación del apartamento de la familia Salomó, situado en Cambrils, urbanización Reus Meditarránia, apartamento número 23, lindante con el que la familia del declarante, sito en la misma dirección, número 21, correspondiente al primero y tercer piso, respectivamente, del bloque número 8. En relación con los hechos que motivan la instrucción de las presentes manifiesta que el día 9 de enero del presente año se encontraba solo en el apartamento...". Éste es el principio de una larga declaración que se iniciaría el día 27 de marzo a las cinco de la tarde y que finalizaría tres días después ante el magistrado-juez Mariano Muhoz. Fue en esta última declaración cuando Ángel Emilio Mayayo Pérez intentó explicar su confuso estado anímico, que se había agravado en los últimos días al haber roto con su novia. Recordó que un año antes había pasado por una situación similar, al verse rechazado por su compañera y por sus amigos. Pensó también que desde hacía tiempo no se encontraba a gusto en casa, donde únicamente acudía para comer, ver la televisión o dormir. Todo el día estuvo en el apartamento, solo, pensando en ello.
"Que sobre las 17.20 horas de dicho día, y debido a encontrarse la puerta del apartamento abierta, vio salir a María Teresa Mestre Guitó acompañada de su hija María Teresa Salomó Mestre, manteniendo una breve conversación con la primera.de ellas, teniendo así en conocimiento que se dirigían a Barcelona, sin concretarle si la hija de ella o ambas. A partir de aquella hora permaneció en su apartamento, hasta que transcurridas aproximadamente de dos a tres horas, y cuando se encontraba sentado en el portal de la vivienda, vio llegar el coche que conducía María Teresa ...".
Una serie de golpes
Telegráficamente, Angel Mayayo recogió en su primera declaración aquel encuentro con la mujer en la escalera, a quien le pidió que le explicara el papeleo necesario para instalar un teléfono en su casa. De manera mucho más detallada, el muchacho describió en su tercera declaración, la última que realizó ante la policía, cómo entró en la casa para buscar la documentación de la Telefónica y una carta dirigida a la familia Salomó que el mismo había recogido en conserjería. María Teresa Mestre, recordó el muchacho, franqueó la puerta, dejó los paquetes encima de una butaca y se sentó en una silla que estaba colocada en torno a la mesa. María Teresa, continuó confesando Ángel Emilio, tomó la carta, la abrió y empezó a leerla. El esperó de pie, a su lado.
"Al entrar María Teresa en su casa, el declarante sintió el deseo de hablar con alguien y, a medida que iban hablando, se percató de que María Teresa debía verle algo raro y que quería marcharse, siendo el propósito del declarante que no lo hiciera. En un momento dado, ella trató de levantarse de la silla donde estaba sentada y el declarante se lo impidió poniéndole la mano encima del hombro, ya que estaba muy nervioso. Ella le dijo que se tenía que marchar, que le esperaba la abuelita. El trató de impedir que se marchara y, en un momento de gran excitación, cogió una llave tubular, de las utilizadas para desmontar ruedas, y le dio una serie de golpes, no recordando el número exacto. Sí recuerda que era de hombros para arriba y que uno de estos golpes produjo un ruido muy extraño. También cree recordar que María Teresa se puso las manos sobre la parte de atrás de la cabeza, en cuyo momento se desplomó cayendo al suelo."
Un cádaver en la bañera
Veinte días más tarde, Ángel Emilio Mayayo Pérez buceó de nuevo entre sus recuerdos, intentando reencontrar sus sentimientos. En su declaración ante el juez hablé de miedo, de desconcierto y de otras confusas sensaciones. Junto con frases balbuceantes como "no tenía intención de hacerle daño", los expedientes sumariales recogen otras frases más rotundas; "si María Teresa no hubiera entrado en la casa, no hubiera, pasado absolutamente nada". Intentando buscar una justificación y una explicación aseguraría más adelante que, al ver el cadáver de la mujer en el suelo, "sintió miedo", preguntándose después "cómo había sido capaz de golpearla". Su cabeza se encontraba en desorden, notando reacciones raras, aseguraría textualmente más adelante. Luego señaló que no quiso aparecer como culpable, aunque por un momento pensó que "si lo confesaba- podría apreciársele el arrepentimiento". Pensó también en Enrique Salomó, en ambas fami lias y sobre todo en María Teresa
"No puede recordar el tiempo que estuvo en esta situación. Más tarde transportó el cuerpo hasta el cuarto de baño, depositándolo en el interior de la bañera. Acto seguido recogió las bolsas de la compra, el bolso de señora, el cuello de piel y la chaqueta de María Teresa que había dejado en el piso, transportándolos hasta el coche de la citada, conduciendo dicho vehículo hasta un camino próximo al hotel Augustus de Cambrils, aparcando el mismo y tomando las llaves de contacto y una maleta plegable, que había utilizado para trasladar las bolsas de la vivienda al vehículo. Regresando a pie por la playa, aprovechó para tirar las llaves al mar, a la altura de un camping, próximo a una zona rocosa. Regresando al apartamento procede a cortar el cuerpo con una sierra, comenzando por las piernas y el tronco, introduciendo los trozos a medida que los cortaba en grandes bolsas de plástico comerciales. Únicamente el trozo correspondiente al tronco lo lavó con agua, antes de introducirlo en la bolsa, utilizando para ello el teléfono de la ducha". En la declaración del día 29 de marzo, a las 11 de la mañana, Ángel Emilio Mayayo relataría la operación detalladamente. Explicó cómo apuntaló el cuerpo de María Teresa con el codo de de sagüe del retrete para poderlo trocear con más seguridad, cómo secó su cabello con una secadora de aire caliente, cómo corto los pantalones y el jersei con unas tijeras, y cómo finalmente, después de aserrado el cuerpo, lo metió en unas bolsas comerciales de plástico y éstas, a su vez, en otras de guardar la ropa. Después, procedió a limpiar el baño y el comedor. Los restos de sangre y carne que quedaron como posos en el fondo de la bañera, continuó relatando el muchacho, los recogió con la mano y los trasladó al lavabo, donde intentó hacerlos pasar por el desagüe, viéndose obligado entonces a utilizar un desatascador, Minutos más tarde llevó el cuerpo troceado hasta el interior de la maleta del coche. "Luego subió al apartamento de la familia Salomé, donde únicamente se encontraba Teresa Guitó, madre de María Teresa, a la cual solicitó que la permitiera llamar por teléfono a su madre a Pina de Ebro, accediendo ésta. En estas circunstancias, Teresa Guité le comunicó su extrañeza por la tardanza de: su hija, por lo que el dicente intentó tranquilizarla diciéndole que podía tardar por haberse desplazado a Barcelona. Asimismo, en aquellos momentos pidió a Teresa Guitá si podía darle una cuerda para atar al gato, si bien una vez que le dio la cuerda de cáñamo, de longitud que no recuerda, la utilidad de la misma fue para atar las manos de María Teresa Mestre, con el objeto de que no le hicieran tanto bulto".
El extraño viaje de la adivina
Ángel Emilio Mayayo permaneció aquella madrugada en el domicilio de la familia Salomó, colaborando en las tareas de búsqueda de María Teresa. Junto con Pilar Prades, la adivina amiga de la familia, se trasladó a Tarragona con la esperanza de localizar a la desaparecida. Ángel Mayayo y Pilar Prades realizaron este viaje en el coche del primero, en cuyo interior estaba escondido el cuerpo descuartizado de María Teresa Mestre. En Tarragona se les unió en la búsqueda, Rosa, la secretaria de Salomó. Horas más tarde, los tres localizarían el vehículo abandonado de María Teresa en una calle de Salou. Pasado el mediodía, después de haber, comido, y finalizada aquella primera búsqueda, Ángel Emilio Mayayo se atrevió, por fin, a depositar el cuerpo de la mujer en su domicilio de Reus.
"El declarante tomó su coche, aparcado junto a los apartamentos, que en su maletero contenía los restos de María Teresa Salomó, así como la sierra. Dirigiéndose hacia su domicilio de Reus, depositando en el mismo, concretamente en el lavadero de la vivienda, las tres bolsas transportadas. Seguidamente emprendió viaje a Pina de Ebro para encontrarse con su madre, de donde regresó el día 12. El domingo día 22 de enero, a las 19 horas, tomó las tres bolsas y se dirigió por la carretera de Reus a Cambrils, entrando por un camino que encontró a la izquierda, donde vació el contenido de las mismas, regresando al apartamento, para momentos después dirigirse a las inmediaciones del snack Vilafortuny, donde junto a una farola dejó todas las bolsas de plástico manchadas de sangre".
El relato pormenorizado del asesinato y descuartizamiento de María Teresa Mestre se cierra con un rosario de consideraciones sobre su estado anímico y su relación con la víctima. Después de afirmar textualmente que "no sentía admiración sexual" hacia la mujer, aseguraría que aquel día "deseaba hablar con ella de sus problemas" y "admiraba que ella lo hiciera con sus hijos", cosa que "no podía hacer en su casa desde que murió su padre".
Incoherentemente, justificó la razón por la que había guardado el monedero de María Teresa en su domicilio, asegurando que "tratándose de documentos y cosas personales pensó que no debía de tirarlos". Ángel Emilio Mayayo Pérez acabó afirmando que "cuando golpeó a María Teresa no pensaba que podía estar golpeando a la sociedad o a la madre del manifestante". A continuación, el detenido, al pie del documento, estampó su firma.
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