"En 1984 la economía mundial crecerá un 4%"
Sólo una política coordinada de los países industrializados puede acabar definitivamente con la actual crisis internacional
Premio Nobel de Economía en 1980, Lawrence R. Klein, de 63 años, con un pasado de militante del Partido Comunista norteamericano, sentado en su minúsculo despacho de la Universidad de Pensilvania, en la que ostenta la distinción Benjamin Franklin, la más codiciada por los profesores norteamericanos, tiene un aire muy inglés, a pesar de haber nacido en Nebraska, con sus lentes de montura carey, su traje y chaleco grises, su habla lenta y su sutil sentido del humor. Este hombre, de personalidad cautivadora, cuyo lenguaje es tan sencillo que sería capaz de hacer entender a un niño los complejos mecanismos de la economía, está considerado como el padre de los modelos econométricos y el creador del Link Project, que, al coordinar los modelos de numerosos países y áreas económicas, hace posible formular previsiones sobre la marcha de la economía mundial, del comercio y de los flujos de capitales. En la práctica, en el proyecto Link se analizan los intercambios entre Estados y su interdependencia. Por ejemplo, las repercusiones que la recesión o la expansión de un país pueden tener sobre otro o sobre la economía mundial, y sus efectos de retorno.Pregunta. Profesor Klein, ¿cuáles son las previsiones de desarrollo para las diversas áreas geográficas?
Respuesta. Para el año en curso, un crecimiento del 5,5% para Estados Unidos y Canadá; del 4%, aproximadamente, para Japón y Australia, y del 2% al 2,5%, para Europa, que ha tardado en salir de la crisis, pero que registrará una importante reactivación en 1985, superior a la norteamericana. A nivel mundial, la recuperación será del 4%, lo que representa un paso adelante con respecto al 2,5% del año pasado. El año próximo oscilará entre el 3% y el 4%. Ciertamente, el relanzamiento no ha sido homogéneo, debido a las distintas velocidades de reacción de los Gobiernos frente a la fortísima embestida inflacionista de los últimos años.
P.¿Cuánto durará todavía la subida del dólar con respecto a las divisas europeas, y qué la sostiene, a pesar del enorme déficit de Estados Unidos?R. Nuestros suculentos tipos de interés, ofrecidos para financiar el déficit público, atraen el capital extranjero, pero, en mi opinión, ésa no es la única razón.
La inestabilidad política -en el mundo es muy grande, y muchos consideran a Estados Unidos como un refugio seguro. Han afluido capitales después de las elecciones francesas, después del crack mexicano y después del contencioso China-Hong Kong. No sé hasta qué punto esa migración de capitales será o no temporal. Influyen también las medidas proteccionistas de Estados Unidos: muchas empresas extranjeras decididas a no abandonar el mercado norteamericano han invertido para producir en nuestro país. Un ejemplo espectacular es el de Japón. Pero, a pesar de todo, creo que el dólar no resistirá por mucho tiempo y comenzará a descender en cualquier momento, en el curso de 1984.
P. Cuando la moneda norteamericana sube desencadena oleadas de críticas, y cuando baja, como en 1977-1978, también.
R. En efecto, es exactamente como usted dice, aunque dependa del punto de vista desde el que se miren las cosas. Cuando el dólar es fuerte, todo el mundo viene a vender aquí, y ello contribuye a la expansión de la economía interna de los países exportadores. Por otra parte, éstos deben pagar el petróleo, las deudas y los intereses en dólares en gran parte; y cuando la divisa norteamericana está cara, aumenta la presión inflacionista en esas naciones. Así pues, el efecto es mixto, e incluso, a escala mundial, un dólar, supongamos, que se devaluara conllevaría ventajas para unos, e inconvenientes para otros: por ejemplo, los países de Extremo Oriente, que exportan en grandes cantidades a Estados Unidos. Sin embargo, es indudable que beneficiaría a la economía mundial en su conjunto".
P. El superdólar y los movimientos de las divisas principales en los últimos años han vuelto a poner de actualidad la cuestión de si es preferible un sistema de tipos de cambio fijos en lugar de los cambios flotantes de hoy día.
R. Los tipos flotantes son un elemento de incertidumbre para el comercio internacional. Deberían haber funcionado como mecanismo de equilibrio, pero no lo han hecho en la medida suficiente. Luego, con la situación norteamericana actual, los países que quieren reducir el coste del dinero para estimular las inversiones no pueden hacerlo porque los capitales afluirían a Estados Unidos, donde los tipos son altos, y el dólar seguiría su ascenso. En suma, los países aislados pierden el control de su política monetaria. Pero ni siquiera los tipos de cambio fijos funcinarían bien en una economía con semejantes movimientos de capitales. Hay que buscar una nueva vía. Podría ser la dé un mecanismo mixto, con tipos centrales determinados, que tuvieran mayor margen de oscilación con respecto al antiguo sistema, pero menos que el actual.
P. En el otoño de 1982, el sistema financiero mundial estuvo al borde del colapso, debido a las enormes deudas de muchos países en vías de desarrollo, pero el elevado nivel de los tipos de interés hace aún más sombrías las perspectivas del Tercer Mundo. En esas condiciones, ¿no será ilusoria la recuperación del hemisferio sur de nuestro planeta?R. En efecto, sólo gracias a la rapidísima acción de la Reserva Federal y del Fondo Monetario Internacional se ha podido evitar lo peor. El banco central está pendiente del problema, y su política actual se propone precisamente evitar que suban los tipos de interés, pues, de otro modo, disminuirían las probabilidades de que los países endeudados inviertan la tendencia y comiencen a avanzar.
Por otra parte, sus mercados absorben del 30% al 40% de los productos de las naciones industrializadas, y el importante recorte en sus importaciones para reequilibrar su balanza exterior ha agravado nuestra recesión. Digamos que en el hemisferio norte las cosas mejoran gradualmente, en el sentido de que no vivimos ya en una atmósfera de crisis, y si bien la recuperación pronosticada para el próximo bienio atenuará los problemas de las áreas subdesarrolladas, estará lejos de resolverlos. Creo que es indispensable convocar una conferencia mundial entre Gobiernos, organismos internacionales, autoridades monetarias y banqueros y llegar a un acuerdo multilateral, por el cual todos y cada uno carguen con una parte de las deudas. Sólo entonces se podrá recomenzar con perspectivas verdaderamente tranquilizadoras.
P. El décifit, ya sea norteamericano o de otros países, es la causa de las numerosas dificultades y restricciones que pesan sobre la economía mundial y sobre la vida de las clases pobres. ¿Cuál es el mejor camino a seguir?
R. Muchos países, para salir de la recesión, recurren a un procedimiento típico, recortando los gastos y reduciendo los impuestos, pero precisamente el déficit les obliga a acudir en mayor medida a la política monetaria. Sin embargo, debería buscarse una nueva dosificación entre ésta y la política tributaria. En Estados Unidos, por ejemplo, si el presidente aprobara un aumento de los impuestos para. reducir el déficit, y la Reserva Federal, por su parte, redujera los tipos de interés, lo cual permitiría a otros países hacer otro tanto, la expansión podría mantener su tendencia. Pero Reagan no quiere ni. oír hablar del asunto.
P. ¿Y entonces?
R. Entonces, estamos a la expectativa para ver si los acontecimientos obligan a actuar. El año 1984 es electoral en Estados Unidos, pero parece que algo cambiará en 1985, y quizá consigamos una mejor política monetaria.
P. Otro peligro es el proteccionismo, que amenaza a los intercambios internacionales. ¿Cómo poner fin a esta guerra de trincheras?
R. Los economistas repiten desde hace 200 años que el libre comercio es beneficioso para el mundo, y Adam Smith sigue teniendo razón. El mejor modo de combatir el proteccionismo es la expansión mundial. Naturalmente, cuando los países viven coyunturas adversas, tienden a proteger sus productos y mercancías, pero cuando se recuperan no ocurre lo mismo. Por eso conviene, como ya decíamos antes, cambiar la política fiscal y monetaria, por ejemplo, variando sus proporciones respectivas y no omitir nada que pueda actuar como estímulo.
P. Se habla poco o nada de la economía de los países comunistas.R. Puede decirse que el mismo panorama de incertidumbre y desigualdades del mundo capitalista se repite en todos sus detalles en el socialista. China está en ascenso, como Estados Unidos; la Unión Soviética se encuentra en una fase de transición, como Europa occidental; Polonia está en pésimas condiciones, y los demás países de Europa oriental, considerablemente deprimidos, como ciertas áreas en vías de desarrollo. En suma, aquí y allá se repiten las diferencias de actuación e incluso de opiniones.
P. Para responder a los problemas actuales de la economía mundial, usted propone como estrategia la coordinación de las políticas de los principales países industrializados. ¿No parece un poco utópico, habida cuenta de que ni siquiera en la CEE se consigue emprender una acción común?
R. A finales de 1982, 26 célebres economistas de varios países pusieron a punto un programa cuyos posibles efectos, en el caso de adoptarse medidas conjuntas, los hemos estimado mediante el Link Proyect. El resultado es que pueden alcanzarse esos mismos objetivos de que hemos hablado hasta ahora sin reactivar la inflación. Y hay más: otros cálculos se refieren al Tercer Mundo, al cual debemos garantizar mejores perspectivas, sin las cuales es inútil esperar una expansión estable. Pero, ¿cómo financiar la voluminosa asistencia indispensable? Hay que reconocer que no hay muchas opciones. La solución es el desarme multilateral, que liberaría cifras gigantescas. Ciertamente, estamos sentados en una torre de marfil y, pronunciamos discursos con argumentos que parecen pecar de idealismo, pero no por ello hemos de abstenernos de indicar el camino. A fuerza de repetirlo, alguien lo comprenderá. Antes o después, la razón acabará por imponerse.,
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