El compromiso en la 'guerra de los crucifijos' polaca mejora las relaciones Iglesia-Estado
La solución salomónica de la llamada guerra de los crucifijos en Garwolin (Polonia) -autorización de las cruces en el internado y sla de lecturas y retirada en las aulas de clase- elimina un punto de fricción entre la Iglesia católica y las autoridades polacas.
El acuerdo logrado permite un entendimiento en otros problemas pendientes, como la creación de un fondo de ayuda a la agricultura, administrado por una fundación privada, controlada en realidad por la jerarquía eclesiástica.Ni a la Iglesia ni al Estado les interesaba el agudizamiento del conflicto de Garwolin, originado hace un mes por la retirada de la cruces de la escuela de agricultura de Mietne.
Tras formular posiciones aparentemente irreconciliables -laicismo del Estado y defensa de la cruz por parte de la Iglesia-, se ha llegado a una solución a la polaca, que ha conseguido salvar la cara de las parte implicadas en el conflicto.
Los crucifijos no volverán a las aulas de clase, pero una cruz quedará en la sala de lectura colectiva y los estudiantes podrán instalarlas libremente en el internado. Los alumnos y sus padres no tendrán que firmar la declaración de aceptación de la enseñanza laica y dos profesoras expulsadas, por solidarizarse con los alumnos, serán readmitidas.
Por otra parte, el obispo de la diócesis de Siedice, Jan Mazur, que había comenzado un ayuno a pan y agua, pensaba interrumpir ayer su acción de protesta.
Ley de fundaciones
El mismo día en que se consiguió la solución de la guerra de los crucifijos, la Dieta polaca (Sejm) aprobó la ley de fundaciones, que permite la creación de fundaciones privadas, autónomas, independientes y autogestionadas, libres de impuestos y que podrán ejercer todo tipo de actividad económica.
La legislación exige que las fundaciones tengan su sede en territorio polaco, pero podrán obtener beneficios económicos, que quedarán libres de impuestos, si se reinvierten para los fines de la fundación.
Con este acuerdo legal se abre la posibilidad de poner en marcha el fondo de ayuda a la agricultura, creado por la jerarquía eclesiástica con fondos procedentes del extranjero y de donativos particulares.
El líder del disuelto sindicato Solidaridad, Lech Walesa, ya había anunciado el pasado mes de diciembre que eátregaría el importe del Premio Nobel de la Paz a este fondo para la agricultura.
En una primera fase se pondrá en marcha un proyecto-piloto por un importe de algo más de 1.000 millones de pesetas, pero el montante total previsto para el fondo asciende hasta casi 150.000 millones de pesetas. El tira y afloja entre las autoridades polacas y la Iglesia se centraba en la forma de administrar este fondo. La Iglesia y los donantes quieren que los destinatarios sean los agricultores privados polacos.
Aproximadamente dos tercios de la agricultura polaca están en manos de propietarios privados. El temor de la jerarquía eclesiástica es el de que el dinero del fondo fuese a parar a la agricultura colectiva.
Con la ley de fundaciones, la jerarquía tendrá la posibilidad de poner en marcha la aplicación de este fondo. La Iglesia busca, ahora una figura con prestigio para presidir la fundación que administre el dinero.
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