La seguridad de los locales públicos

En el comentario editorial de EL PAíS del pasado día 20, sobre la seguridad (?) de los locales públicos, se habla de fiscalización oficial necesaria sobre algo que puede poner en peligro la vida de cientos de espectadores. Se habla también, y esta vez en términos bastante duros, de negligencia pública".Inmediatamente me vino a la memoria una frase, dicha en un contexto por completo diferente, y que leí hace unos días en estas mismas páginas. Se trata de aquel comentario de[diario Le Monde que decía: hay siempre algo chocante al ver que corren peligro vidas humanas por el mero respeto de un reglarnento", y que el editorial de aquel mismo día (10 de marzo de 1984) recogía, añadiendo, que no sólo es peligroso, sino que es "infame" y refleja signos de "prepotencia".

Y yo me pregunto: ¿cómo debe calificarse, entonces, el caso contrario; o sea, cuando lo que pone en peligro vidas humanas es precisamente el no cumplimiento (defensa o respeto) de un reglamento? Me refiero, en este caso, al muy polémico de espectáculos y actividades recreativas.

Comparto el criterio mantenido por EL PAÍS de que se hace necesario "un rigor serio y sin histeria en la aplicación" de una mejor y renovada normativa, que, por cierto, parece que ya están en ello. (¡Por fin! El tiempo y los hechos me dan la razón, ¿verdad?)

Por último, quisiera resaltar aquello de "falta de conciencia ciudadana capaz de exigir hasta el fin" -qué cierto es esto-, que provoca en nosotros resignación o rabia silenciosa. Pero repito una vez más: no esperemos, ni consintamos que esperen, a que diluvie o llueva torrencíalmente para comprarnos el paraguas. Seamos serios y dejemos de remendar continuamente, porque además está claro que más vale prevenir que subvencionar. /