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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aclaración de José Luis López Vázquez

De nuevo me veo en la necesidad de recurrir a su magnánima acogida por si tiene a bien posibilitar que salga al paso públicamente de las apreciaciones (con aseveración y todo) que su ilustre redactor-columnista de Gente dedicó a mi persona, que imagino le es en absoluto desconocida, al menos por lo que se refiere a la vida real, aunque tal vez me haya padecido en imagen en la ficción, por mor de los gajes del oficio, pues si no, no me prejuzgaría tan feroz como desatinadamente lo hace en EL PAÍS del 16 del actual.Parece ser que yo he sentenciado: "... encuentro muy bien el que los niños se suiciden por tener malas notas en el colegio, porque demuestra el grado de responsabilidad de estas nuevas generaciones". Y, a renglón seguido, apostilla el comentarista: "José Luis tiene dos gemelitas de corta edad, Camino y Cayetana, que pueden empezar a temer el momento de ir a la guardería y no rendir lo suficiente por si, en el caso de que decidieran seguir viviendo, su padre las despreciara por irresponsables".

¡Toma del frasco!

Pues bien, y no voy a incurrir en eso de las lecturas a que hacía referencia en ese mismo periódico el admirado Vázquez Montalbán, si bien, y aunque yo tampoco crea del todo en ellas, digo como con lo de las brujas, que "haberlas, haylas". Y, por lo que se ve, han debido intervenir en este asunto. En el programa Estudio abierto, desencadenante de la circunspecta amonestación (¡yo, ingenuo de mí, creyendo que había asimilado los preclaros ejemplos del Juanito, de allá por los tiempos de la ante-posgue-

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rra, lástima!) y donde se me preguntó respecto a los niños que se suicidan por etcétera, eludí, a propósito y por no incurrir en obscenidad, referirme a las causas de excesivo rigor, puritanismo, rigidez, intolerancia, crueldad y estupidez, en suma, desencadenantes en lo tierno, lo afectivo, frágil, sensible y perceptivo de un niño que se siente agredido y desdeñado por ese ego paternal, inclemente, que potencia la fatal y triste consecuencia.

Como yo también estoy con Albert Camus y me resisto a amar a una sociedad en la que los niños son torturados, opté solamente por enaltecer el grado de responsabilidad, valentía, altruismo -en cierto modo- de esos niños, dejando a un lado, repito, por principio, lo turbulento y penoso del fondo de la cuestión./

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