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CATALUÑA

Una comunidad terapéutica de Lugo, destino del niño de Barcelona adicto a la heroína desde los 10 años

Milagros Pérez Oliva

Manuel F. N., el pequeño heroinómano de 12 años que fue detenido anteanoche por la policía junto a la Rambla de Barcelona, emprenderá probablemente hoy viaje a Mondoñedo, en la provincia de Lugo, para integrarse en la comunidad terapeútica que allí tiene la asociación de El Patriarca. Manuel, que comenzó su adicción a los 10 años, vivirá a partir de ahora en un castillo, rodeado de campos, con otros muchachos de su edad y un objetivo común: olvidar la heroína. Su vida allí nada tendrá que ver con la que ha llevado hasta ahora, en el pequeño piso que compartía con su madre y otros cinco hermanos, en el barrio de la Mina, el más pobre y conflictivo de Sant Adriá del Besós, en el límite con Barcelona, donde la urbe se hace más gris y plomiza. Su madre y sus cinco hermanos, todos menores que él, seguirán en La Mina, mientras su padre espera, en la cárcel Modelo de Barcelona, ser juzgado por tráfico de drogas.

Manuel ha dejado una viva impresión a su paso por la comisaría y por el hospital del Mar, en cuya unidad de desintoxicación fue internado anteayer. Es un chico más bien bajo para su edad: 1,40 metros, secuela seguramente de una alimentación pobre en proteínas, y su aspecto escapa al prototipo de joven delincuente.Manuel aparenta menos edad de la que tiene y su media melena morena deja entrever unos ojos azules siempre vivarachos y al acecho. Es, sobre todo, un chico extrovertido, alegre y simpático. Tal vez por eso, y por su aspecto de niño, los miembros del grupo de Delincuencia Juvenil sufrieron más el impacto de verle retorcerse por el síndrome de la abstinencia.

La misma impresión ha causado en la unidad del Hospital del Mar, adonde fue trasladado el mismo miércoles, para que le suministraran el tratamiento adecuado. Junto a él ha permanecido en todo momento, sin moverse más que para recoger del colegio a sus otros cinco hijos, Otilia, la madre de Manuel. Ella sí que aparenta más de los 34 años que tiene, a pesar de su larga melena rubia, de tonos rojizos. Lloraba ayer, en el pasillo del hospital. "Ya sé que estará muy bien en Lugo, pero tan lejos ... !", susurraba con marcado acento gallego. El padre de Manuel está actualmente en la cárcel, en la Modelo, y tiene para días entre rejas, porque lo detuvieron hace apenas tres meses por tráfico de droga, tras un largo historial delictivo. Es, a efectos policiales, un multirreincidente. La vez anterior lo habían detenido, e incluso herido, en pleno atraco a la sucursal de La Caixa dé la calle de Cantabria, en compañía de el Vaquilla, una especie de mito en el barrio de La Mina.

'Enganchado' a los 10 años

Manuel explicó a la policía, a los médicos, a las asistentes sociales, que había quedado enganchado a la heroína hace ya dos años. Contó que su padre le daba unas 10 papelinas para vender por la zona, y que él las cobraba un poco más caras y se quedaba un par para esnifarlas. Pero no comenzó a inyectarse hasta hace unos tres meses. Ahora necesita entre 1/8 y 1/4 de gramo al día y cuando no lo tiene, compra pastillas, normalmente en la zona de plaza Real, a los mismos que le suministran la heroína ahora que su padre está en prisión."No es cierto, no es cierto que su padre le diera droga, eso es una barbaridad que se han inventado", decía Otilia, que también fue detenida en una ocasión acusada del mismo tráfico.

Sea como, fuere, Manuel necesitaba cada día la droga. Prefería la heroína, contó, porque "las pastillas me dejan sin memoria, y eso no me gusta". A veces se encontró en situaciones difíciles, como el día antes de que fuera detenido. No tenía qué inyectarse y tampoco había conseguido pastillas. Se fue a un hospital de Barcelona, y dijo encontrarse muy mal del estómago. Pidió las pastillas por su marca, y el médico de urgencias, que comprendió en seguida lo que sucedía, le dijo que no podía dárselas. "Pues si no me las das, me rajo". "No puedo dártelas". "Pues, me rajo". Sacó su navaja y se cortó en un dedo. La cazadora beige que llevaba cuando fue detenido todavía tenía manchas de sangre. En su brazo izquierdo puede observarse varias cicatrices de cortes.

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Otilia sabía que su hijo iba por mal camino. Había pasado dos veces ya por el Tribunal Tutelar de Menores, una por abrir un coche y otra por robar en un almacén. Y ahora, la droga. A pesar de la penuria y su especial situación, ella ha tenido siempre una preocupación por encima de todas las demás: sus hijos. Por eso, cuando la situación se hizo especialmente difícil, decidió acudir por propia iniciativa al Tribunal Tutelar de Menores. "No puedo hacerme cargo de mis hijos, no tengo qué darles, temo que les ocurra algo. Ayúdenme, por favor". El tribunal tornó bajo su custodia a cuatro de los hermanos, que fueron internados en un centro de protección de menores de la Generalitat.

Manuel permaneció en el centro de protección de menores casi un año y medio, con frecuentes escapadas. Era un chico especialmente inquieto. Los maestros no podían sujetarle del todo. Manuel tenía un nivel intelectual superior a la media de sus compañeros, y había seguido hasta entonces, con regularidad y aprovechamiento, todos los cursos de EGB.

Tres papelinas diarias

Otilia consiguió una sustitución en el servicio de limpiezas del Hospital de San Pablo, y con las ayudas de los servicios sociales del ayuntamiento y otras instituciones, volvió al tribunal a pedir que le devolvieran a los pequeños. Traía un informe favorable de la asistente social y otro, especialmente elogioso, de la Obra Mercedaria. Recuperó a los pequeños. La Junta de Protección de Menores de la Generalitat acordó concederle una ayuda económica mensual, que ha sido prorrogada hace apenas un mes, y dejar a los pequeños bajo la custodia de un delegado de menores.La dependencia de Manuel de la heroína era cada vez mayor. Necesitaba tres papelínas diarias y, aunque las.conseguía más baratas de lo normal, a 2.500 pesetas, no le resultaba fácil conseguir el dinero. Comenzó a hacer sirlas (robos con intimidación), unas veces en los barrios altos, Pedralbes, la Bonanova, Tres Torres, otras en los bajos, barrio Chino, casco antiguo, la Rambla. "Allí arriba tuve unos cinco asuntos", contó al ser detenido.

Siempre robaba a señoras. Era demasiado pequeño para arriesgarse a más. Y tenía su criterio propio sobre la cuestión: "Cuando era en los barrios altos, me lo llevaba todo, hasta los recuerdos: pulseras, medallas, pendientes, todo. Allí tienen mucho dinero. Ahora, si era en los bajos, los recuerdos no me los llevaba".

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