Tres errores eliminan al Barça de la Recopa
Ron Atkinson, el entrenador inglés, no fue tan ingenuo como para lanzar a sus 10 jugadores de campo sobre la portería de Urruti de forma desesperada, ya que ello hubiese supuesto dejar desamparado a Bailey y un gol azulgrana hacía casi imposible la gesta. Jugó para conseguir tres goles a lo largo de 90 minutos, haciendo que Wilkins fuera el ordenador del juego y Robson, que acabaría goleando, el enlace entre Whiteside y Stapleton y el centro del campo. Atrás quedaban cuatro hombres para vigilar a Maradona y Marcos y pendientes de las galopadas de Rojo por la izquierda -sin duda el delantero con mejores intenciones y más sentido de la verticalidad- y los intentos de Schuster. El Barça, por su parte, jugó muy ordenado atrás y se abrió con rapidez y fluidez, fallando tristemente en los últimos metros. Practicó además con acierto la táctica del fuera de juego, a la que los ingleses ni siquiera se molestaron en buscar un antídoto en los últimos 15 días, esperando que se equivocara el juez de línea en alguna ocasión o que fallara algún azulgrana, como así sucedió con Marcos en el tercer gol.El Manchester, tras la consecución del primer gol, pareció jugar a favor del reloj. Pensando que le quedaban 68 minutos para provocar, al menos, la prórroga. Todo fue terrorífico para los españoles. En siete minutos diabólicos, suicidas, el Manchester decidió la eliminatoria con dos goles que provocaron el delirio en los 56.000 espectadores, todos ellos verdaderos supporters, hinchas, enamorados de la emoción y el fútbol total.
A partir de ese momento, el juego azulgrana se convirtió en un cúmulo de buenas intenciones sin un, ápice de resolución delante de Bailey. El Manchester fue superior y acabó imponiéndose con un juego más organizado, fundamentalmente defensivo en los últimos momentos. Lo que tenía que hacer ya lo había hecho en los primeros 57 minutos. A partir de aquel momento, sólo había que esperar que Casarin pitara el final. Ese pitido final provocó la tristeza de César Luis Menotti -que ya no podrá vanagloriarse de que ha ganado todas las competiciones que ha empezado- y el pacífico delirio de la hinchada rojilla, que convirtió el terreno de juego en uno de los entoldados con mayor colorido y sonido jamás visto.
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