El teléfono del cuartel de la Guardia Civil de Mataró, intervenido por orden judicial
El teléfono del cuartel de la Guardia Civil de Mataró (Barcelona) ha sido intervenido por orden judicial, según ha podido saber EL PAIS en medios jurídicos. La intervención de la línea telefónica se inició hace aproximadamente una semana, cuando el Juzgado de Instrucción número dos de Mataró extendió una orden permitiendo que se efectuara el control. La medida está relacionada con la investigación de un doble asesinato perpetrado el 20 de noviembre de 1980 por un dirigente comarcal de Fuerza Joven.
La noticia de la intervención telefónica del cuartel de la Guardia Civil no fue desmentida por el juez de Mataró Rafael Gimeno Cobos, quien lacónicamente aseguró ayer a este diario que "no puedo hacer ningún comentario al respecto". Por su parte, un portavoz oficial de la policía afirmó ayer que "ningún grupo de investigación de la policía ha solicitado el control del teléfono de ningún cuartel de la Guardia Civil".Estas escuchas telefónicas autorizadas judicialmente tienen como objetivo el control de las conversaciones de determinados miembros del grupo de informaciones y atestados dependiente de la Plana Mayor de la Compañía de aquel acuartelamiento de la Guardia Civil, que controla policialmente toda la demarcación de la comarca del Maresme.
Este periódico ha podido saber de fuentes solventes que el teléfono del cuartel se intervino en la central telefónica de Mataró, pinchando el circuito del número elegido y señalado por la autoridad judicial y desviando hasta una grabadora las conversaciones de los investigados.
Altos cargos policiales expresaron, ayer a EL PAIS su extrañeza por esa acción judicial que, a pesar de ser absolutamente legal, es poco usual, de ahí que ésta. sea la primera vez que se haga pública una intervención telefónica de este nivel.
Esta intervención telefónica está. relacionada con las confesiones realizadas por el ex dirigente: de Fuerza Joven Salvador Durán, quien actualmente se encuentra en la prisión de Lérida cumpliendo la pena de 75 años que le fue impuesta por la sala segunda de la Audiencia Provincial de Barcelona por el asesinato de dos jóvenes, perpetrado el 20 de noviembre de 1980.
Según se aseguró en el juicio oral, Salvador Durán y otros militantes de extrema derecha se trasladaron aquel día a Mataró con la intención de realizar una "ejemplar limpieza de delincuentes y marxistas". Allí coincidieron casualmente con tres delincuentes habituales, a los que invitaron a subir a su coche, convenciéndoles de que iban a cometer un robo. Después de abandonar Mataró, y cuando se encontraban ya en las afueras de la localidad de Cabrera de Mar, Durán disparó sin previo aviso sobre los jóvenes. Dos de ellos, Juana Caso y José Muñoz, fallecieron como consecuencia de los disparos, mientras que el tercero, Antonio Camacho, fue herido.
Salvador Durán, que ocupaba el cargo de jefe de Fuerza Joven de la comarca de el Maresme, negó durante la celebración del juicio oral su presunta implicación en los hechos. Sin embargo, el pasado mes de febrero se declaró culpable de ambos asesinatos y facilitó pistas a la Justicia para localizar arsenales de armas, supuestamente utilizables por bandas ultras de la zona.
Estas confesiones permitieron la localización y detención de tres personas, en cuyo poder se encontraron algunas armas. Coincidiendo con las confesiones del ultra arrepentido, se recibió un anónimo en el juzgado de Mataró en el que se explicaba que el arma que se había utilizado en el doble asesinato había salido de las dependencias de la Guardia Civil, donde se encontraba, en depósito, después de haber sido incautada.
Este último detalle hizo que el juez centrara sus pesquisas en el cuartel de la Guardia Civil de Mataró y ordenara la intervención telefónica, por sospechar que uno de los miembros del cuerpo podría estar presuntamente implicado en la trama y haber facilitado el arma con la que, al parecer, se cometió el doble asesinato. La citada arma, un rifle, pertenece a un agricultor al que le fue incautada después de herir superficialmente a unos desconocidos que habían entrado a robar en su propiedad.
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