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Caperucita Roja o el confesionalismo

No se pudo imaginar Perrault, y más tarde los hermanos Grimm, que el cuento de la Caperucita Roja por ellos creado y divulgado tendría el éxito y la popularidad que adquirió. Yo diría que más que una parábola es una alegoría, porque la semejanza o cuasi identidad con la realidad es a veces demasiado evidente.En España estamos muy ufanos -tirios y troyanos- de que por fin, tras largos siglos de guerras religiosas, hemos llegado a una convivencia pacífica, dentro de la mutua coexistencia, a la sombra de una laicidad (que no laicismo) aceptada de buen grado por cristianos de todas las confesiones, religiosos de otras procedencias, agnósticos e incluso ateos.

Es un enorme paso adelante en el progreso social de nuestro país y un intento serio de coger el tren de la modernidad, aunque sea en el furgón de cola.

Pero, como dice el refrán, "donde candelita hubo siempre rescoldo quedó". No vayamos a esperar que ahora se nos presente ninguna confesión religiosa ni la mismísima Iglesia católica, desde sus más representativas instancias, a declararse partidaria de un movimiento político adjetivado cristiano. Es verdad que todavía hay un grupo osado y tenaz que sigue hablando de democracia cristiana, pero añaden a continuación que se trata de una democracia cristiana... aconfesional. Algo así como un círculo cuadrado. Solamente dicen algo que se puede admitir, o sea: que en política se pueden asumir valores que se presuponen aptos para los fines de aquellos determinados proyectos, y que ellos piensan que los valores cristianos pueden ser muy útiles para llevar adelante sus altos designios en orden a una política del futuro.

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Sin embargo, da la pícara casualidad de que los que se pirran por adjetivar de cristianos a sus partidos son los defensores de la derecha-de-toda-la-vida. Habría que decir, con la rufianesca ingenuidad de La Bombi.- "¿Por qué será?".

No quiere esto decir que la izquierda no haya tenido y siga teniendo sus veleidades confesionales. Ahí están los grupos de cristianos marxistas y de cristianos por el socialismo. Como vivimos en un país democrático, creo que mi condición de progresista no me obliga a admitir un nuevo dogma a este respecto. Dicho de otra manera: hay quien piensa que, por el hecho de no admitir cristianos por el socialismo, uno se ha vuelto atrás y se ha convertido en un reaccionario. Ni mucho menos. Yo, al menos, me encuentro en el mismo punto que en los tiempos de la dictadura. En mi último libro, El poder popular, tentación de Jesús, he intentado poner de relieve cómo el propio Jesús sufrió la tentación -la única- del poder, pero no del poder vertical (¿cómo imaginarse a Jesús presentándose a candidato para sumo sacerdote?), sino del poder popular. Las masas lo buscaban ansiosas, viendo en él el único líder para iniciar la guerri-

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lla salvadora que las liberara de la opresión romana. Jesús sufrió la tentación, sintió el vértigo, se vio de alguna manera atraído por la oferta de la pobre gente, pero comprendió que un profeta -un proclamador de Dios y un mensajero de valores religiosos- no debe reunir en su persona la condición de líder temporal, ni siquiera para salvar al pueblo de la opresión. Realmente, a muchos esta actitud de Jesús les resulta chocante, pero así fue de verdad.

Por consiguiente, podrá haber quizá un partido islámico, hindú o budista (no lo sé), pero ciertamente deberá haber un partido político cristiano: ni de derecha ni de izquierda.

Y empecé hablando de Caperucita Roja porque el Instituto para la Religión y la Democracia, animado por la Fundación Rockefeller, insiste en que se fomenten partidos cristianos confesionales, pero de signo conservador, capitalista e incluso totalitarios.

Y así logran engañar a la misma Iglesia. A ésta, a veces se le cae la baba cuando la supuesta abuelita le canta la nana democristiana, la tapa cuidadosamente y la besa cariñosamente en la frente.

Pero ¿cuándo las iglesias se van a dar cuenta de que se trata, de un lobo feroz travestido de abuelita inocente y cariñosa? ¿O es que quizá hay también lobos modernos que se disfrazan con atuendos sacerdotales e incluso pontificales?

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