Una mujer de 33 años provoca con gas su muerte y la de sus tres hijos, en Malasaña, por desavenencias conyugales
Amparo Redondo, de 33 años, y sus tres hijos, Gabriel, Josué y Damián, de 12, 10 y 7 años de edad, respectivamente, fueron encontrados muertos ayer, por intoxicación de gas ciudad, en su vivienda del número 14 de la calle de Ruiz, en el barrio de Malasaña. Según todos los indicios, Amparo Redondo provocó su muerte y la de sus tres hijos a causa de alguna desavenencia ocasional con su esposo, Javier Cachero, que en la noche del miércoles al jueves no pernoctó en el domicilio conyugal. La mujer dejó escrita una carta a su hermana, que obra en poder del Juzgado de Instrucción número 3
La carta que Amparo dirigió a su hermana estaba escrita con trazo regular y aparentemente sereno, y en ella manifestaba, entre otras cosas, que "no vale la pena vivir", que "la existencia es un asco". Al espanto por el suceso, los vecinos del 14 de la calle de Ruiz añadían ayer el temor suscitado por la posibilidad de que el gas, que fluyó libremente durante horas, hubiera provocado un accidente en la finca.
Hacia las 12 horas, Ana López, de 52 años, empleada de hogar, abrió la puerta del piso cuarto, derecha, del número 14 de la calle de Ruiz, en el corazón del barrio de Malasaña o Maravillas, para hacer la limpieza del piso. No esperaba encontrar a nadie, y menos aquel impresionante olor a gas. "Bajé las escaleras como una loca, gritando, y ya no recuerdo nada más", relató ayer a los primeros informadores que acudieron al lugar del suceso. Allí se habían concentrado decenas de curiosos, que asistieron, atónitos, a la salida de los cuatro cadáveres, cubiertos con sábanas verdes, y a su introducción en el furgón forense.
Habitación precintada
Nadie sabe exactamente cómo, pero el titular del piso, Javier Cachero fue avisado de inmediato a la academia de idiomas que regenta en la Gran Vía, donde también trabajaba su esposa. Fue él quien hizo el macabro hallazgo: su mujer y sus tres hijos estaban acostados y tapados en el lecho del dormitorio conyugal. Una goma de regar, de unos cinco metros de longitud, conectaba esa pieza con la espita de gas de la cocina. La habitación estaba precintada con cinta aislante por la parte interior de las ventanas y la puerta, donde se había practicado un pequeño agujero para que pasara la goma. El extremo de la manguera estaba depositado, sujeto también con cinta aislante, sobre una silla próxima a la cama.
En un intento por volver a la vida a las suyos, Cachero movió sus cuerpos y los depositó en el suelo, donde fueron encontrados por la policía. "Inés, Inés, llame a una ambulancia, por favor", recuerda la portera que dijo el aterrorizado esposo y padre de las víctimas. Luego fue ingresado en un centro asistencial, víctima de un fuerte ataque de nervios.
Una pareja compenetrada
Javier Cachero y Amparo Redondo vivían desde hacía unos cinco años en el número 14 de la calle de Ruiz, un edificio antiguo y bien conservado de cinco plantas, escaleras de madera, zócalos pintados de color chocolate y cenefas de escayola con motivos florales en los techos. Antes habían habitado en el número 13 de la calle de Carranza, donde él era conocido como músico.
El piso de Malasaña era alquilado y, según el testimonio de Inés, la portera, Javier y Amparo formaban una pareja discreta, agradable y bien compenetrada "Nunca vi entre ellos un mal gesto o una mala palabra", afirma. Otros vecinos han confirmado que del domicilio donde se produjo la tragedia nunca llegaron gritos que indicaran un enfrentamiento. Los pequeños estudiaban séptimo, cuarto y segundo de EGB, respectivamente, en el colegio público Dos de Mayo pero el miércoles pasado no asistieron a clase a causa de la huelga de profesores.
Uno de los inspectores que participaron en el levantamiento de los cadáveres manifestó que "los pequeños no tenían ninguna señal de haber sido violentados parecía que dormían con placidez". El policía apenas podía contener las lágrimas. El suceso declaró, le había impresionado más incluso que las catástrofes colectivas del pasado diciembre, cuando cientos de personas perecieron en Madrid en dos accidentes de aviación y el incendio de una discoteca.
Al parecer, Javier Cachero no pernoctó en la noche del miércoles al jueves en su domicilio conyugal por causas desconocidas. Según una primera reconstrucción de la tragedia efectuada por el Juzgado de Instrucción número 3, que ayer estaba de guardia, ante la ausencia de su esposo, Amparo Redondo, que fue calificada de mujer depresiva, acostó esa misma noche a sus tres hijos en el dormitorio de la pareja y preparó el dispositivo necesario para la muerte colectiva por intoxicación de gas. Luego redactó la nota a su hermana, cerró la puerta del dormitorio y se acostó con ellos para compartir su suerte.
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