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Las Bayas, de Elche, un pueblo con tradición de hacer justicia popular

Fernando A. P., el chico de 15 años que estuvo a punto de ser colgado el pasado lunes por unos vecinos de la partida de Las Bayas, de Elche, todavía conserva, a siete días del suceso, la señal de la soga en su cuello. EL jueves fue devuelto a su casa por el Tribunal Tutelar de Menores de Alicante, que sólo le amonestó verbalmente como presunto autor del robo de un coche.

Se supone que bastante castigo ha tenido con caer en manos del pueblo de Las Bayas, donde existe cierta tradición de tomarse la justicia por su mano, como lo demuestra un dicho muy extendido en la comarca, que afirma: "En Las Bayas te veas". Por esos parajes todavía se recuerda cómo los ascendientes de los vecinos de Las Bayas asesinaron a dos gitanos en el año 1938, acusándolos de robar y violar a una vecina. Son los mismos, finalmente, que también colgaron, sin más consecuencias, del pino que hay en la única plaza de la aldea a otro delincuente que sorprendieron por allí, hace ahora tres años. El ambiente del pueblo es de gran satisfacción por los hechos ocurridos el pasado lunes por la tarde, cuando unos 200 vecinos lincharon a Fernando en la plaza y lo colgaron del pino que hay en ella, "dándole algunos tirones", que le produjeron las magulladuras del cuello. Fue una patrulla rural de la Guardia Civil la que terminó con la escena, que se había prolongado desde las 18,45 horas hasta después de las 20,30. "Fue una pena que no tuviéramos una máquina de fotos", comentó a EL PAIS un testigo. Los vecinos habían cogido a Fernando cuando corría campo a través, perseguido por la Guardia Civil. Momentos antes había abandonado un coche robado en el que viajaba desde Santa Pola, en compañía de su amigo Juan Manuel.

Los vecinos de Las Bayas justifican su acción porque se encontraban "muy nerviosos" por los cinco robos que se habían producido las dos noches pasadas en domicilios particulares. Por eso -dicen todos a una, porque no quieren dar sus nombres ni poner la cara para la foto- intentaron hacer confesar a Fernando, al que culpaban de todo lo ocurrido.

Ahora Fernando está profundamente afectado por lo que le tocó vivir, pero su indignación le hace reaccionar hasta afirmar que "volveré a Las Bayas, pero no con las manos vacías como cuando me cogieron". Es contundente al calificar a sus agresores, de quienes afirma que "son unos hijos de puta". Claro que Fernando, que reside en Elche, no conoce la vieja historia que ha hecho famosa a esta partida rural en todo el campo ilicitano.

Igual que en el año 1938

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Los tenderos que despachan con el famoso pino al fondo comentan envalentonados que en La Hoya, el pueblo de al lado, los vecinos están decididos "a plantar otro pino igual que el nuestro". La Guardia Civil de Santa Pola, que está encargada de la seguridad de estos campos, se ha encontrado con una muralla de silencio al tratar de investigar los sucesos del lunes, quiénes hicieron el lazo de la soga y cuáles fueron los que tiraban, en medio de puñetazos y patadas, de la cuerda que hizo peligrar la vida del robacoches."Pasará igual que en el año 1938 con lo de los gitanos", comentan muy ufanos. "Fuimos todos y no culparon a nadie". Las crónicas cuentan que entonces había acampado en los alrededores un grupo de gitanos, a los que acusaron de numerosos robos. Una noche entraron dos de ellos en una casa de campo para robar y, después de maniatar al dueño, violaron a su mujer. Inmediatamente se organizó una batida con escopetas que llegó hasta Los Saladares, el paraje donde acampaban los gitanos.

Allí mismo mataron a dos de ellos, en presencia de la Guardia Civil.

Comentan que después de aquello los gitanos desaparecieron del lugar y que en decenas de años se cuidaron mucho de volver. El caso más reciente, que engrosa la fama de estos campesinos, "hartos de robos, de que nos destrocen la cosecha de alcachofas, de que atemoricen a nuestras mujeres", ocurrió hace tres años. Los vecinos atraparon en esta ocasión a dos hombres. Mientras probaban a colgar a uno de ellos, otro grupo de vecinos hacía cantar a golpes al segundo. Así resolvieron los robos que tenían pendientes.

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