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Sectores de la Administración consideran necesario dar un 'golpe de timón' en la reconversión industrial

Un importante sector de la Administración, amparándose en posiciones próximas a la central socialista UGT e incluso al partido socialista, está cuestionando en privado la forma en que los responsables del Ministerio de Industria y Energía y de determinadas empresas públicas están llevando a cabo el difícil proceso de reconversión industrial y considera que, en el caso de que el cierre de Sagunto no culmine satisfactoriamente, "existe aún un margen, aunque estrecho" para reconducir todo el proceso.

Su tesis, recogida en conversaciones informales, es que es necesario dar un mayor protagonismo a las centrales sindicales, incluida Comisiones Obreras. Las esperanzas de estos sectores es que el primer intento de golpe de timón en la reconversión se dé en el sector naval.Aunque no parece existir ninguna duda en cuanto a la necesidad de llevar a cabo cuanto antes la reconversión industrial, los sectores más próximos a los gestores directos del propio proceso -incluidos algún presidente de empresa pública y los responsables a medio nivel del sector público- consideran que se ha actuado con excesiva precipitación en los planteamientos públicos de cierres de empresas y rescisiones de contratos, sin evaluar previamente la fuerte contestación social que medidas de este tipo habían de producir. Asimismo, se ha pecado en el planteamiento público de la reconversión de actitudes maximalistas, llegando a convertir en una batalla lo que, en principio, era tan sólo una confrontación sobre aspectos formales.

Los mismos sectores gubernamentales consideran que los objetivos finales de la reconversión, especialmente en el campo siderúrgico, se hubiesen alcanzado de todas las maneras, pero con un coste social muy inferior, si previamente se hubiese calculado con exactitud el número de trabajadores que por su edad hubieran pasado a los Fondos de Empleo en situación de prejubilación, sin necesidad de tener que incluirles en el paquete global de trabajadores en reconversión.

Estos medios han comentado con amargura que las declaraciones efectuadas por cualificados responsables de la Administración sobre el número de trabajadores excedentes no sólo han crispado innecesariamente la situación, sino que, además, no respondían a la realidad al no haber aclarado ante la opinión pública que una parte importante de los mismos habría de resolverse por métodos no traumáticos: bajas vegetativas e incentivadas, prejubilaciones, etcétera. El caso más evidente es el de la reconversión de Aceriales.

El propio ministro de Industria, Carlos Solchaga, ha llegado a admitir en los últimos tiempos el fracaso de una política que él calificó de mentalización de la opinión pública ante la reconversión. Según Solchaga, habría que haber hablado menos y haber hecho más cuando hubiera llegado el momento de la verdad. En esto coinciden destacados dirigentes sindicales.

El sigilo de Potasas

Un ejemplo palpable de un modelo de reconversión ensayado con una táctica escasamente traumática. es el de Potasas de Navarra, ISA, quizá la empresa más conflictiva históricamente y considerada en algunos momentos como la auténtica patata caliente de la reconversión. Situada en una de las zonas potencialmente más conflictivas del Estado, Potasas de Navarra, SA, ha logrado en silencio su plan de reestructuración, que no deja de ser un cierre ordenado en un plazo de dos años y el trasvase del excedente laboral a otras iniciativas. El éxito de la reconversión de esta empresa ha sido la negociación entre gestión y comité de empresa, que ha permitido marginar, con delicadeza, a los sindicatos más radicalizados, entre ellos el abertzale LAB.Este modelo, más que el de Aceriales, es el que estos sectores de la Administración, respaldados por UGT, por un amplio abanico del PSOE e incluso por altos responsables del sector público, quieren proponer ahora para el sector naval y, si fuera posible, dada la dinámica de confrontación, también para el siderúrgico. Su tesis es que nunca es tarde para intentar un nuevo acercamiento a los sindicatos, incluido CC OO. El objetivo es, precisamente, integrar en las responsabilidades de la reconversión a todos los agentes sociales, para que éstos se conviertan incluso en verdaderos protagonistas de un proceso que, a medio plazo, redundará en beneficio de los propios trabajadores.

La clave de la diferencia de criterios se encuentra precisamente en la disyuntiva entre rescisiones definitivas y temporales del contrato de trabajo. Para las citados medios, la suspensión de contratos no es un problema insalvable, cuando, en definitiva, es sobre todo de carácter psicológico: ningún asalariado quiere creer que el vínculo con su empresa ha quedado totalmente roto sin tener previamente una alternativa de empleo. Son sintomáticas, en este sentido, las afirmaciones de un alto responsable de una empresa en reconversión que, en privado, reconocía que un alto porcentaje de los excedentes tienen ya garantizado su trabajo en otra actividad antes de que culmine el período de tres años que dura su permanencia en los Fondos de Empleo.

Los repetidos medios de la Administración -y en esto coinciden destacados dirigentes sindicales- creen que ninguna central responsable exigirá que un trabajador suspendido de contrato, al terminar su permanencia en el Fondo, se reintegre en su empresa si ésta no se encuentra en condiciones de absorberlo o ya no existe. Y confían en que la solución habrá de venir por los empleos alternativos que puedan crearse, con lo que el debate sobre rescisiones o suspensiones no deja de ser, a juicio de estas fuentes, una discusión bizantina.

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