Los nuevos mendigos
Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro, en este caso, de los nuevos mendigos. Nuevos, intrusos, sin carné, empalagosos, diletantes, aburridos, sin imaginación.No son estos nuevos mendigos de pesadilla auténticos, menesterosos, vocacionales, de profesión, diríamos, como lo son los pobres entrañables que todos conocemos y gracias a los cuales hemos podido hinchar tantas veces nuestro mezquino corazón haciendo a su costa obras piadosas (amando al prójimo casi tanto como a nosotros mismos). No.
Estos mendigos de nuevo cuño nada tienen que ver con Henry Miller Ivahum espiritual para noches de insomnio burguesas), al que todos haríamos la caridad de un plato de lentejas por tenerle junto a nosotros, y con el que la limosna de una merienda en el Dôme se convertía en pago a muy bajo precio por su extraordinaria presencia de ánimo. Nada.
Esta nueva mendicidad paralela, hija de la vulgaridad y de lo fácil, ya no respeta la esquina como lugar establecido de trabajo, ni acude al brazo estirado y la mano abierta en súplica callada, ya no sugiere con mueca amarga y mirada lastimera. Ya no.
Los nuevos mendigos viajan en el autobús contigo, suben en el ascensor que subes tú, trabajan en tu misma empresa, van al café que tú frecuentas, comen a tu misma mesa y duermen bajo el techo que tú duermes.
Son éstos, en fin, los mendigos de la rifa y del cupón, los mendigos del bono y las tarjetas. Son los mendigos de la cantilena que ya duele: "¿Me compra una rifa para el viaje de fin de curso? ¿Me compra un cupón para los leprosos de...? ¿Me compra una tarjeta para...?". Son tus hijos y son mis hijos. Eres tú, y también yo, solícitos con ellos. Son los hijos del vecino y del amigo. Son, en cruel complicidad, el vecino mismo y tus amigos. Es una caterva que ya asfixia, una disentería que destruye. Es, sin duda, una conjura internacional. /
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