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La 'cumbre' hispano-francesa que comienza hoy intentará desbrozar el camino de España hacia las puertas de la CEE

La tercera cumbre hispano-francesa, que comienza hoy en el castillo de Rambouillet, a 60 kilómetros de París, estará referida fundamentalmente a cuestiones comunitarias de interés bilateral. La reunión interministerial concluirá mañana, domingo, a media tarde, con una conferencia de prensa común, en la que se informará de este diálogo de los socialistas de París y Madrid, destinado a continuar desbrozando el camino que pudiera llevar a España, hasta las puertas de la Comunidad Económica Europea (CEE).

Se trata de intercambios -esta vez, al parecer, muy preparados- entre los ocho ministros que participarán en las sesiones de trabajo. La opinión francesa es mucho más circunspecta que la española al analizar los problemas actuales de la CEE, y de esas posiciones depende el reinicio de una negociación seria con España. El ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, en un artículo publicado en Le Monde, pleitea en favor del europeísmo español.Morán y su homólogo francés, Claude Cheysson; los ministros de Industria y Energía, Carlos Solchaga y Laurent Fabius; los dos titulares de la cartera de Agricultura, Carlos Romero y Michel Rocard; el ministro francés de Asuntos Europeos, Roland Dumas, y el secretario de Estado español del mismo departamento, Manuel Marín, son los participantes en esta tercera cumbre socialista hispano-francesa. Las otras dos se celebraron en enero y en julio de 1983, en París y en La Granja (Segovia), respectivamente.

'Tertulia'

Por medio de este nuevo instrumento de la diplomacia de ambos países, que los franceses asimilan a una tertulia, los dos Gobiernos debaten con el fin de facilitar el entendimiento mutuo que a la hora de la verdad resuelva el problema de la integración española en la CEE.

La cumbre de Rambouillet hay que enmarcarla en este proceso del mano a mano entre París y Madrid. En esta ocasión, según fuentes españolas de la capital francesa, "podría decirse que se hablará de temas bilaterales que tienen que ver con la entrada de España en la CEE". Los ministros de Industria podrán hablar de la reconversión, problema de actualidad en los dos países, pero es probable, estima la opinión francesa, que el litigio agrícola, como de costumbre, sea el que hará sufrir más a todos.

Francia desearía que España ponga techo a sus producciones, mientras los dirigentes de Madrid, puesto que también se les pide abrirse a la competencia industrial, solicitan, desde el primer día, que cada cual cargue con sus muertos; esto es: Francia, con su agricultura en declive; y España, con el vejestorio que es su industria.

Esta tercera concentración franco-española, sobre la que de alguna manera se notará la muerte del jefe de Estado soviético, Yuri Andropov, se produce en un momento más favorable que las dos anteriores, en apariencia al menos. Quiere decirse que la opinión española se muestra abiertamente optimista respecto a Francia, a sus dirigentes y a la solución de los dos problemas principales (el terrorismo y el ingreso en el Mercado Común) en la medida en que a Francia se le consideraba hasta hace poca semanas como el gran enemigo.

Nadie pone en entredicho la voluntad política de Francia, y en particular del presidente François Mitterrand, cuando se trata de decirle sí a la España candidata a ser miembro comunitario. Esto es antiguo, así como es nuevo el énfasis (según valoración del Ministerio de Exteriores) del discurso de Mitterrand en La Haya, días pasados, cuan do reafirmó una vez más que deseaba la adhesión española a la CEE. Ahora bien, al margen de las dificultades específicas franco-españolas y las hispano-comunitarias, un contencioso ocupa aquí toda la atención: la solución de los problemas intracomunitarios (presupuesto contribución británica, política agrícola), sin la que no podrá abordarse la ampliación del club europeo.

Esfuerzos de Mitterrand

Respecto a ese contencioso todos estiman los esfuerzos que está haciendo Mitterrand, pero nadie sabe si convence a alguien de algo en sus diálogos secretos con los demás responsables comunitarios: en primer lugar, no dice nada sobre sus conversaciones, y después "las raras y discretas reacciones conocidas hasta ahora se parecen más bien al escepticismo". Esta frase resume el editorial de anteayer de la primera página de Le Monde, en el que se dice que posiblemente los otros miembros de la CEE ven las cosas "más a ras de tierra" que el Mitterrand que habla de una Europa integrada sin haber resuelto la cuestión de sus agricultores.

En el mismo sentido de las dificultades a vencer para llegar a la negociación definitiva España-CEE se inscribe una declaración de ayer del dirigente socialista francés Edgard Pisani, quien subrayaba que "la ampliación agrava los conflictos potenciales entre Europa y el Magreb, por ejemplo. Y también agrava la división norte-sur en el interior de la Comunidad". Mitterrand dice que quiere vencer todas estas visiones mezquinas del futuro europeo, pero al mismo tiempo, como jefe del Estado, "tiene que defender los intereses de los agricultores franceses", le recordaba ayer al referido Le Monde. Como se ve, nada es imposible, ni mucho menos, pero todo es minucioso en una Europa dominada por raíces ultranacionalistas, a pesar del multinacionalismo.

La cuestión vasca no se menciona de antemano como tema de debate. Los ministros del Interior de los respectivos países no participarán en la cumbre, pero ello no impediría que "se hablara, en privado y en público quizá" de ese problema, es decir, en la conferencia de prensa, según manifestó anteayer una fuente solvente cercana a la cartera del Interior francés.

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