Temor a una nueva crisis financiera entre los inversores norteamericanos
Los mercados bursátiles norteamericanos han sufrido importantes presiones vendedoras durante la semana pasada que han llevado al índice que agrupa a los principales valores industriales, el Dow Jones, a registrar una pérdida de 41 puntos. Los analistas, además, ponen de manifiesto que desde el 6 de enero pasado sólo se han registrado dos sesiones alcistas in Wall Street. La batalla que enfrenta a sectores optimistas y pesimistas está saldándose por ahora con la victoria de los últimos. Desde el punto de vista macroeconómico, los argumentos de ambos son los siguientes, según el informe semanal de Shearson American Express:- Los pesimistas opinan que el bajo nivel de inflación que se ha registrado en el año 1983 constituye sólo un respiro momentáneo, que los déficit presupuestario y comercial seguirán aumentando de forma alarmante y que la demanda de dinero, tanto pública como privada, desembocará inevitablemente en una importante crisis financiera que provocará la caída de los mercados de valores. La escasez de recursos provocará un incremento en el precio del dinero -tipos de interés- y por tanto las posibilidades de los valores de renta variable resultarán sensiblemente menores que en el año anterior.
- Para los optimistas está claro que se ha ganado la batalla contra la inflación y que el problema del déficit será atajado después de las elecciones. Consecuentemente, manifiestan que las necesidades de financiación serán razonables y que los tipos de interés tenderán a deslizarse a la baja.
Como casi siempre, la verdad se situará probablemente entre ambos extremos. Lo que parece evidente es que el complicado problema del déficit presupuestario norteamericano no puede tener una solución rápida y menos cuando faltan pocos meses para las elecciones presidenciales.
El propio Stockman, hombre de confianza de Ronald Reagan y poderoso responsable del presupuesto, admitía recientemente que reducir el déficit era, hoy por hoy, una tarea políticamente irrealizable. El presidente Reagan no aportó grandes novedades en su discurso sobre el Estado de la Unión. Reagan-declará que por ahora se negaría firmemente a incrementar los impuestos.
En síntesis, afirmó que sólo se puede reducir el déficit disminuyendo los gastos federales, aunque no precisó en qué forma. La única novedad ha sido la voluntad de crear una comisión compuesta por expertos tanto del partido republicano, al que pertenece el propio presidente, como del demócrata, actualmente en la oposición, para que estudie todas las posibles fórmulas tendentes a conseguir una disminución en el volumen del gasto público.
De las declaraciones de Reagan, algunos analistas han deducido que, si es reelegido, presionará sobre la Cámara de Representantes y el Senado para que se recorten los gastos del Estado.
La realidad es que existe consenso a la hora de admitir que el desequilibrio presupuestario se mantendrá inalterado, en el mejor de los casos, durante los tres próximos años. Sólo a partir del año fiscal 1988 vislumbran los especialistas la posibilidad de una reducción importante. Posiblemente, la presentación, a principios de febrero, del nuevo presupuesto aporte algún dato inédito que ayude a la comprensión de esta sorprendente evolución de los gastos de la Administración norteamericana.
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