'Una mujer difamada', cuatro estrellas cuatro esquinas
El biógrafo de la actriz Mirna Loy Lawrence J. Quirk confiesa su incapacidad para narrar la compleja historia de Una mujer, difamada, la película que Jack Conway dirigió en 1936 con un reparto realmente excepcional, incluso para la época: Jean Harlow, Spencer Tracy, William Powell y Mirna Loy. Coincide Quirk con otros críticos norteamericanos que tratan, sin conseguirlo, de sintetizar el argumento del filme, pero, es cierto que todos están de acuerdo en considerar Una mujer difamada como una de las mejores muestras de la gran comedia norteamericana de la época.El enredo amoroso a cuatro bandas que presenta esta película tiene la evidente intención de ironizar sobre el poder de los grandes periódicos, sus firmas ilustres, las leyes que les apoyan, la corrupción o desidia de los jueces y, en fin, sobre el mundo de la alta burguesía estadounidense en relación con sus enemigos, los trepas y oportunistas que le rodean. También, dado que la época no permitía otros lujos, la película trata sobre el amor y sus contrarios: la utilización de las personas, las bodas de compromiso y el aprovechamiento de las relaciones sociales.
Habrá que ver hoy Una mujer difamada para confirmar tan optimista impresión de los críticos, porque es cierto que quienes alabaron la aparición de esta comedia se vieron en dificultades para informar plenamente sobre cuanto en ella sucedía. La inspiración llegó a los comentaristas a través de su propio criterio sobre la composición del mundo: es obvio y necesario que siempre sea así, pero, excepcionalmente, existen películas en las, que el subjetivismo adquiere características de protagonismo.
No debe extrañar que esta película sea tan importante como dicen dado que en los años 30 logró Hollywood su mejor momento. La libertad de que dispuso para satirizar, denunciar o discutir temas de interés colectivo no ha tenido una sucesión continuada: los aciertos esporádicos de las décadas posteriores no avalan la plenitud de aquel momento. El liberalismo de Franklin D. Roosevelt se tradujo al mundo del espectáculo, ampliando los conceptos de los cineastas, desprendiéndolos del corsé que ya había comenzado a fomentar el cine mudo de consumo. Con la salvedad del erotismo, cualquier otro aspecto de la vida del hombre medio podía ser tratado con libertad en el cine. Deesa forma, los géneros adquirieron consistencia. Desde el cine negro, sobre el que ahora televisión viene ofreciendo un ciclo, hasta el musical, que trató de animar a un pueblo sacudido por la depresión económica, aquel cine estuvo más sensibilizado por la actualidad que el que nos ofrece en este momento. El desenlace de la segunda guerra mundial y el conflicto de la guerra fría acabaron traicionando aquel espíritu, para reducirlo al imperio de la mediocridad.
Una mujer difamada se emite hoy a las 20.30 horas por la segunda cadena, en La Clave.
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