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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Teatro para estudiantes, sí

Alfredo Alcón, protagonista de la obra Eduardo II, que se ha ofrecido últimamente en el María Guerrero, abandonó el 7 de diciembre la representación de la tarde, a la que asistían más de 800 alumnos de BUP y, en su mayoría, de COU y más de 30 profesores. Con motivo de tal plante, han aparecido diversas informaciones en EL PAIS, sobre las que queremos hacer algunas puntualizaciones.1. M. T. publica en EL PAIS del 9 de diciembre una crónica, y, según se deduce de la misma, su autor no estuvo presente en la representación, y todos sus informes provienen del señor Pasqual, director de la compañía, "que tampoco estaba presente en ese momento en el María Guerrero". Con tales fuentes no se puede esperar una información muy objetiva y veraz.

Por ejemplo, no es verdad que una gran parte del público manifestase una actitud... de falta de respeto con los actores, especialmente contra el primer actor, Alfredo Alcón". Ni fue "una gran parte", sino una insignificante minoría, ni se trataba de "falta de respeto contra los actores", sino simplemente de pequeños comentarios sobre las situaciones hilarantes a que el homosexualismo de Eduardo II iba dando lugar en la escena. No hubo ningún "calentamiento de ambiente" ni ninguna "actitud de rechazo". No hubo más que lo que, en cierto modo, era previsible para los profesores que acompañaban a los alumnos y para la compañía, que asumía la responsabilidad de representar una obra en sesión de alumnos en un teatro costeado con fondos públicos. Hubo algún pequeño comentario, algunas risitas y, efectivamente, la salida extemporánea del gracioso de turno que suelta en el momento más inoportuno una vulgaridad. Y aquí se armó Troya. El señor Alcón se olvidó de la finalidad principal del teatro (servir de vehículo de cultura) y se disparó en un exabrupto dirigido personalmente contra el gracioso, para decidir finalmente, en una acción desmedida, suspender la función, ratificando su decisión de divo inapelable con un taco tan vulgar como el del alumno gracioso. Y aquí terminó todo. Nuestro héroe se escapó del escenario, se refugió en el Olimpo y se hizo absolutamente inaccesible a los humildes mortales que tratamos de suplicarle que volviera a la tierra. Allí no hubo acuerdo de compañía ni de nadie, sino asombro general y mutis por el foro. Pero todavía es más sorprendente la lógica peregrina del director de la compañía, el señor Pasqual. No sabe a quién echarle la culpa del excitamiento de los chicos: si a los propios chicos o al Papa (i), y acaba echándosela a los dos: al Papa, "por publicar... una encíclica superrealista" sobre el tema, y a los chicos, "por no ir acompañados de sus padres a estas funciones, como ocurre en el extranjero". Inaudito.

2. También el señor Haro Tecglen, en su comentario del 11 de diciembre de 1983, anda buscando un culpable "de lo que pasó en el María Guerrero" y, por supuesto, lo encuentra en "los colegiales", que dieron lugar a un "escándalo": son "indomeñables", se comportan como "caníbales", "desprecian la cultura", "rechazan la educación"... ¿Soluciones? Propone tres, tan simples, que él mismo se desentiende de ellas, pero, eso sí, no duda en "aceptar y elogiar que los actores no quieran trabajar ante los pequeños espectadores levantiscos" y, lógicamente, que éstos se queden sin teatro. Increíble.

3. Finalmente, la carta del señor Frattini (31 de diciembre de 1983). Es tan poco respetuosa con los alumnos ("incultos", "ineptos", "niñatos", "groseros", "mal educados"...) y con los profesores ("que no identifican", "que no educan",...) y está tan mal escrita (el último párrafo no tiene sentido lógico ni gramatical), que sólo merece un comentario: incomprensible. / catedrático de Filosofía del Instituto Nacional Mixto de Bachillerato Eijo Garay y nueve firmas más de profesores.

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