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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La dictadura uruguaya

El tema en sí no es el de un caso independiente, sino el de todos los trabajadores de una nación.El pasado 4 de enero recibí una carta de un primo mío con quien mantengo comunicación regularmente. En dicha carta me ruega busque personas u organizaciones que puedan poner al descubierto los atropellos de que somos víctimas.

Mi primo pertenece al municipio de Montevideo. Para los días 24 y 31 de diciembre de 1983 fueron convocados a presentarse a trabajar, bajo condición de expulsión automática en caso de no hacerlo. Para esos días estaban previstas medidas de protesta nacional, y ellos deberían entre tanto cumplir su trabajo normalmente, cosa que comportaba un riesgo de la integridad física de mi primo, como la de los demás compañeros, sabiendo que era muy posible contar con la agresividad del pueblo, cansado de tener que soportar represión, aumentos y todavía multas; y, es más, habiendo sufrido mi primo una lesión en una pierna dos meses atrás, está en proceso de recuperación, y seguramente no tendría chance para correr en caso de agresiones. Queda casi descontado que su puesto de trabajo esté hoy amenazado o perdido.

Además me comunica que ponga la máxima prudencia en la escritura de cartas o envío de casetes, ya que, con respecto a la última que le envié, que iba cerrada con cinta adhesiva, recibió abierto el sobre, y la casete también había sido escuchada. Debo aclarar que nosotros sólo nos intercambiamos música en las casetes, ya que yo no quiero comprometer su seguridad con conversaciones políticas. Por tanto, queda claro que no hay garantías de comunicación entre familiares o amigos en nuestro país.

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Otro caso personal: mi padre trabajó en el ferrocarril durante 40 años, siendo un ejemplar empleado, quien se dedicó con idealismo a su profesión. Yo, pensando en enviarle un regalo para su cumpleaños, elegí algo que podría ser de su agrado, y le compré un minimodelo de ferrocarril eléctrico. Gasté 100 marcos entre la compra y el envío del mismo. El regalo fue retenido en el correo durante un mes, negándose los empleados a entregárselo a mi padre por falta de un comprobante. También le hace envío del mismo, y a pesar de ello, no se lo dieron, teniendo él que recurrir a la humillante coima (soborno) para conseguir lo que por derecho le pertenecía. /

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