_
_
_
_

Los componentes de la selección española, despedidos como héroes en Sevilla

Sevilla aún celebró ayer como algo propio la victoria de España. "El jugador número Gordillo y Rincón están los tres en forma", decía un bético guasón. Los sevillistas tenían que aguantar la carga de los béticos por el gol encajado por Buyo. Las dos selecciones partieron por la mañana de Sevilla. Cientos de aficionados despidieron a los integrantes de la española como héroes y otros tantos, en Barajas, recibieron en triunfo a los seis jugadores, Rincón, Camacho, Santillana, Maceda, Mareos y Señor, que viajaron hasta Madrid con Miguel Muñoz. El resto de la selección regresó desde la capital sevillana a sus puntos de destino o permaneció en ella. Malta se fue silenciosa, vía Madrid-Roma, aunque con pequeñas quejas contra el árbitro y contra el mal ambiente creado en las vísperas, pero reconocían el mérito de los jugadores españoles.

El mal sabor de boca que dejó la actitud de los federativos en las vísperas era lo único que empañaba el ambiente en torno a la victoria de la selección en Sevilla, que fue una fiesta hasta altas horas de la madrugada, con aficionados recorriendo la ciudad, con banderas al viento y bocinas ruidosas. Cuando se hacía tarde y se notaba el cansancio, o cuando el júbilo descendía lo bastante como para recordar el precio de la gasolina, los coches quedaban aparcados en la puerta de los locales donde suelen darse cita los noctívagos, y allí llegaban las discusiones excitadas sobre el partido.Los sevillistas lo pasaban mal, porque aquí ni el 12-1 de la selección da cuartel en la guerra de puyas entre los hinchas de los dos equipos sevillistas. Al bueno de Buyo le hicieron un gol los malteses y eso estimulaba notablemente el ingenio de los béticos, que además podían estar razonablemente orgullosos de su aportación a la victoria: Rincón y Gordillo. Ahí es nada.

Tarta y champaña

España cenó en el hotel de Alcalá de Guadaira, o Alcalá de los panaderos, como se la conoce en Sevilla por la cantidad y calidad de sus panaderías. El pan de Alcalá ha podido tener influencia decisiva, quién sabe. Los seleccionados cenaron con gran tarta final y mucho champaña, y lejos de Alcalá muy cerquita del puente de Triana, la gente de Malta iba cariacontecida desde su hotel a un modesto restaurante próximo para cenar en silencio.Los malteses echaron mucho amor propio en el asunto. Por la mañana al bueno de Bonello se le había pasado algo el disgusto y era capaz de hablar unas palabras: "El equipo español es bueno y sobre el campo ha merecido ganarnos por mucho, pero todo lo demás ha sido antideportivo. Y el árbitro nos ha acosado, sobre todo al principio. Pitó un penalti y permitía siempre el fuera de juego de los españoles. Caían cosas sobre mí y no le importaba". Bonello estaba triste porque si eri el primer tiempo paró bien, en el segundo no resolvió nada y algunos compañeros le culpaban de que la derrota haya ido tan lejos. De eso no quería hablar. "Nueve goles en un tiempo son demasiados, pero todo se venía abajo".

Los jugadores españoles durmieron poco o nada, según manifestaba la mayoría por la mañana La excitación y el agotamiento les impidió descansar con tranquilidad. En el aeropuerto fueron despedidos como héroes. En todos ellos había la conciencia de haber hecho algo realmente difícil: la Federación se dejó colar ese gol de Malta-Holanda en Aquisgrán y ello les obligaba a una goleada descomunal para pasar; las víspe ras del partido fueron tan lluviosas que permitían esperar un campo impracticable, si bien el campo del Betis acreditó un excelente drenaje, porque con un solo día de tre gua en la lluvia presentó un aspecto bueno; a los malteses los federativos les tuvieron a mal traer durante los dos días anteriores al encuentro y eso puso contra la selección a parte del público y de la prensa; hubo mala suerte en los primeros minutos, con penalti fallado, cinco ocasiones clarísimas escapadas y un increíble gol encajado en propia meta.

De todos, el que más pecho podía sacar era Hipólito Rincón, un hombre todo fe, el único del equipo que apostaba antes del partido por la victoria. "Nosotros íbamos para arriba. Cada minuto que pasaba, en especial en la segunda parte, jugábamos mejor, viendo por dónde había que entrar, cuáles eran los caminos más rápidos para llegar al gol. Cuando me eché atrás y entré con regates, vi que podía colarme y así hice tres goles. Con la tacada de tres seguidos en dos minutos, que nos puso en ocho, ya estaba claro que lo conseguiríamos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_