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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Prehistorias

Hasta la mañana del 20 de diciembre de 1973 el tiempo en España estaba embarrancado. En los desiertos no existen acontecimientos y nada hay con qué medir la duración de las cosas. Pero ese día volaron el dique de contención -mataron no sólo a un hombre, sino a un régimen-, y en España el tiempo comenzó a correr de tal modo que desde entonces en cada año se apila una década, y en la década transcurrida, un siglo.Un reportaje sobre el asesinato por ETA del almirante Carrero Blanco, emitido el pasado sábado por TVE en su programa Informe semanal, nos puso, de un golpe hacia atrás, en medio de ese día. Su autora es Sol Alameda, que ha realizado algunos reportajes que son parte inseparable de la justa fama de este programa informativo. Su informe sobre el asesinato de Carrero combinó la encuesta con el reportaje, y bajo él hubo un soporte de análisis político inteligente y muy bien ordenado bajo su apariencia caótica. La composición formal, en forma de puzzle, de los dispersos materiales del reportaje reunió, en un apretado tiempo, testimonios de personas que estuvieron situadas aquel día en alguna de las esquinas del acontecimiento: Martín Villa; Sartorius; Wilson; Onaindía; el que era director general de Seguridad, Eduardo Blanco; Pablo Castellano; López Rodó, Garicano Goñi y, tres sombras: el coronel San Martín, Francisco Franco y Torcuato Fernández Miranda. Carrero sólo era, en esta reconstrucción de su muerte, la sombra de una sombra.

A medida que avanzaba, el reportaje-rompecabezas comenzó a ordenarse alrededor de los ejes aparentes del suceso, pero también alrededor de los enigmas que todavía oculta esta apariencia. Y donde la autora echaba con su análisis luz surgían automáticamente de la trastienda de las imágenes zonas de sombra. De ahí la múltiple lectura de estas imágenes, que si una por una eran prosaicas e insignificantes, recíprocamente se enriquecían, encendían o enrarecían a medida que el reportaje avanzaba y que sus hilos tejían incógnitas sobre los pequeños abismos no explorados de este gran abismo de nuestro prehistórico pasado reciente. Por ejemplo, la pregunta a Wilson sobre el inquietante interés de la policía en averiguar una posible conexión entre ETA y las altas esferas del régimen franquista, o la atroz frase de Franco cuatro días más tarde de la muerte de Carrero: "No hay mal que por bien no venga". Pequeños vuelcos de corazón en medio del magina de este vuelco de nuestra historia, pues la aceleración del tiempo español ha convertido a los cabos sueltos de aquel 20 de diciembre de 1973 en conexiones misteriosas con la prehistoria. De ahí que el reportaje de Sol Alameda sea formalmente, y con independencia de su interés político, una captura del carácter increíblemente remoto que hoy ha adquirido en España el estancado tiempo franquista, el ayer inmediato, nuestra víspera y al mismo tiempo nuestra prehistoria.

De otra prehistoria llegó, a la misma edición de Informe semanal en que se emitió este excelente reportaje, la disparatada entrevista que el director de los servicios informativos de TVE, Enrique Vázquez, hizo al jefe libio Muamar el Gadafi. O tal vez de la misma prehistoria, porque se pareció, como una gota de agua a otra, a cualquiera de aquellas entrevistas que los presentadores oficiosos de la televisión de tiempos de Carrero hacían a los jefes de las tribus políticas franquistas. Odioso testimonio del periodismo amordazado.

El monologuillo trivial y propagandístico de Gadafl es perfectamente comprensible, pues este político, como es lógico, va a lo suyo, y lo raro hubiera sido que no aprevechase la ocasión para tomar a Televisión Española como portavoz amable y gratuito. Lo que no se entiende es que, una vez hecho el engendro, TVE lo admita y, peor aún, lo emita, porque, fórmalmente hablando -es decir, como trabajo periodístico-, el tal monólogo en forma de entrevista es un documento impresentable, de esos que en cualquier redacción de periódico suelen ir airadamente a la papelera no por rojos o por blancos, sino por malos.

Y, para remate, anoche Calviflo decidió dedicarse a sí mismo, como un jeque en su harén, 25 minutos del carísimo tiempo televisivo -¿tanto o quizá más que todas las informaciones juntas sobre los 80 cadáveres de Alcalá 20?-, lo que recuerda a los largos jabones oficiales de la TVE prehistórica. ¿Será que todo ha evolucionado un siglo- en 10 años, salvo el Ente Público?

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