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Decimosexta jornada de Liga de Primera División

Las oportunidades, del Barça; el gol, del Español

Aquel beso era el beso de toda la afición. Aquella sonrisa era la sonrisa de los seguidores blanquiazules. Aquel abrazo era el abrazo de todos los pericos. Faltaba un minuto. Orlando Giménez había estado luchando solo ante el peligro durante 89 minutos y, al final, había conseguido el gol del triunfo españolista. Xabier Azkargorta, que da la impresión de llevar. años en un banquillo de Primera División, quiso premiar al héroe, al triunfador, quiso que su afición le dedicara una gran ovación y ordenó sustituir al goleador. Salió Soler, un chaval de Hostalets de Bas, y Pepe Guijarro, el masajista del Español de toda la vida, salió del banquillo disparado hacia Giménez, le besó, mientras sonreía abiertamente, y se lo llevó envuelto entre sus brazos. Giménez se fue, como si tal cosa, sin darle importancia.El Barça controló bien ese primer tiempo, porque Molinos, pese a recibir multitud de recados de Azkargorta, no encontraba a Schuster en el césped y porque los azulgrana no cesaron de moverse, de un lado a otro, intercambiando sus posiciones y creando el desconcierto en los defensores blanquiazules, que perdían a sus pares. Pero, como diría el Butanito, en el segundo tiempo cambiaría la decoración. Menotti se conformó con el empate y se limitó a contro lar el partido, creyendo que esos pibes del Español serían incapaces de amargarle la noche. Ordenó jugar al contragolpe y los blanquiazules, que nada más pisar el campo se les notaba ansiosos de que comenzara el partido, se hicieron dueños del partido. ¿Por qué?, pues porque querían ganar, iban sobrados de fuerza -estos chava les perseguirían al rival hasta la ducha- y contaron con el apoyo de unos -cuantos aficionados, que dejaron de mirar a Núñez y empezaron a animar a los suyos.

Azkargorta le cambió el par a Schuster, colocándole encima a ZúAiga, y Bernardo -como le llama El Flaco- dejó de crear. Como el Español no tenía la necesidad -como le ocurrirá a España el próximo miércoles- de ganar por 7, 10 o 20 goles, sino que le bastaba con el 1-0, siguió buscando la ocasión que, por supuesto, tenía que llegar de la mano de Giménez, uno de los pocos veteranos que ha sobrevivido a la revolución perica. Y llegó cuando faltaban seis minutos para el final, aunque la verdad es que hubiera podido llegar antes.

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