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José Castellano

Es el Último carpintero de ribera que queda en Sevilla

José Castellano tiene tantos años como el siglo y un oficio más viejo todavía. Es el último carpintero de ribera que queda en Sevilla. Tiene su taller bajo el puente de San Telmo, que él mismo contribuyó a construir, y un gran pesar en su vida: haber participado en el cierre del río, por Chapina: "Desde aquello matamos el Guadalquivir, y ya no hay quien le devuelva la vida".

No es extraño que le duela cualquier ataque al río, porque su vida no tiene otras referencias que las que éste le da. Nació junto a él, en el poblado de chozas próximo a Lebrija, que habitan desde tiempo inmemorial Los Riachuelos, una sociedad endógama dedicada a la pesca. A los cinco años vino a Sevilla, a Triana, a vivir de la pesca, y nunca más se ha apartado del río. "Hace años se pescaba aquí mucho. Yo he sacado adelante mi familia y la de mis hijos con la pesca. Había de todo aquí". Sí. Río arriba subían hasta las redes de los trianeros anguilas, angulas, albures, robalos, sabogas, sábalos, machuelos, peces reyes y hasta esturiones en cantidad suficiente como para mantener una fábrica de caviar en Coria.Pero llegó la decadencia por culpa de un maldito día en que se cerró el río, se le prohibió su paso entre Triana y el casco antiguo de la ciudad y se le desvió por las afueras. "Lo que queda aquí es un estanque cerrado de aguas que se cargan de gusanos. Eso ha sido la ruina para todos". José Castellano no admite que otros oficios han desplazado a los antiguos o que la contaminación del río pueda deberse a otras razones: "Aquí hay paro porque a la ciudad le han quitado el río, que era su vida".

Sólo él sigue en el río, que no abandonó ni para el servicio militar, realizado a bordo de un barco que hacía precisamente la vigilancia entre Sevilla y Sanlúcar. Ahora está, desde hace años, bajo el puente de San Telmo, con sus cachivaches y sus maderas: "Siempre fui carpintero, porque el pescador tiene que serlo también. Ahora tengo una pensión por vejez e invalidez, pero son sólo 23.000 pesetas y con eso no hago nada, así que tengo una barquita con un fuera borda, por si alguien quiere dar un paseo por el río, y además el taller para el que quiera reparar su barca, o pintarla, pero cada vez hay menos, porque cada vez apetece menos el río".Su invalidez está relacionada también con el río, porque nace de una regata en la que le estalló el pulmón. Eran los tiempos en que estaba considerado como el mejor regatista del Guadalquivir y en los que se bañaba en el río todos los días del año. Aquello terminó, "porque termina todo lo bueno. Como terminaron Juan Belmonte, Rafael, José, Gaoría o Chicuelo". Recuerda con felicidad aquel día que Juan Belmonte salió a hombros por la Puerta: del Príncipe. Se rompía así la tradición de sacar a los toreros a hombros por la puerta de cuadrillas, la del gol, donde iba la gente modesta, entusiasta, aficionada de verdad. A Belmonte, trianero, le sacaron por la Puerta del Príncipe porque es la que da al río, "y de allí le llevamos por el puente de Triana hasta su casa, en la calle Castilla". De los toreros de ahora no quiere saber mucho, y menos que de nadie de Curro. Sólo le van Campuzano y Ojeda.

Del Betis, sin embargo, reconoce que ha pasado épocas peores. "Yo creo que como Cardeflosa no hemos tenido ninguno. Si acaso, Rogelio y Quino". El fútbol parece ser lo único en lo que quiere vivir al día, el único tema de conversación en el que los demás parroquianos del bar Veracruz -también a la orilla del río, no faltaba más, donde se toma, antes y después del tajo, un vasito de vinopueden entrar sin miedo a perderse en el pasado. Pero al final siempre acaba en lo mismo: el río ya no es lo que era.

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