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Tribuna
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Una mejora en el sistema de balizaje habría evitado la tragedia

El aeropuerto de Barajas es uno de los más importantes y de más intenso tráfico de Europa. Su pista principal -la 33- es la de mayor longitud del continente. A grandes rasgos, es un buen aeropuerto. Pero su gran superficie alberga las antiguas pistas que es tan hoy en desuso, así como sus antiguas calles de rodaje, en intrincada convivencia con el moderno complejo que forman las pistas 01 y 33, utilizadas actualmente, y sus caminos de acceso.

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La superficie general de maniobras forma un complicado esquema de pistas, calles de rodaje y encrucijadas donde confluyen hasta seis diferentes direcciones. Las dos pistas mencionadas son cruzadas, interceptadas o alcanzadas por calles de rodaje nada menos que en 24 enclaves diferentes.Las propias áreas de estacionamiento, sus accesos y sus salidas, están señaladas mediante decenas de rayas amarillas de reciente factura, que se cruzan, superponen o mezclan, en determinadas áreas de modo caprichoso, con otras que han sido borradas adrede o que simplemente han quedado descoloridas por el uso.

Muchas calles de rodaje no tienen, en operación correcta, las luces azules que deben indicar sus márgenes laterales, ni las verdes que señalen su línea central.

A un avión que aterrice en la pista 33 le resulta muy difícil localizar las salidas rápidas, dada la dificultad que hay para situar las correspondientes luces azules, y por el hecho de que las luces verdes centrales no funcionan -aunque en la instalación original están incluidas- a partir del centro de la propia pista de aterrizaje.

Pero es en las proximidades de las pistas activas (la que se está usando en este momento para operaciones de despegue y/o aterrizaje) donde las deficiencias señaladas adquieren características preocupantes, y desde ayer, como cientos de veces ha sido anunciado, hondamente trágicas. Con excepción de unos pocos anuncios laterales, difícilmente visibles, a veces situados lejos de las áreas que deben señalar, e incluso no demasiado ajustados a las recomendaciones internacionales en la materia, pocos indicios tiene el piloto para advertir que ha equivocado su camino y que su aeronave se dirige, como ayer ocurrió, a un punto peligroso.

El desastre de ayer se produjo no sólo porque Barajas carece de un radar de superficie que permitiría a los controladores -de noche o en días de escasa visibilidad- ver en su pantalla las pistas y áreas de maniobras, así como los aviones que sobre ellas se desplazan, sino que, además, no disponen de elementales sistemas de luces rojas que, sin posibilidad de pasar inadvertidas, anuncien a la tripulación la proximidad de una pista activa.

Hileras de luces

En los grandes aeropuertos del mundo, estas zonas peligrosas se señalan por medio de hileras transversales de luces rojas, fijas o intermitentes, que, incrustadas en la propia calle de rodaje, hacen imposible el error, ya que el avión debe pasar por encima de ellas. O simplemente por medio de semáforos rojos destelleantes muy próximos a la nave que rueda, grandes letreros rojos de advertencia, o la combinación de dos o más de los sistemas mencionados.

En Barajas, en días de casi nula visibilidad, como el de ayer, el piloto sigue su camino, sobre todo al atravesar zonas de especial conflictividad y de ausencia de ayudas visuales, por medio del rudimentario procedimiento de comparar lo que ve en la superficie con lo que está impreso en la carta de rodaje con la que cuenta en su cabina, o se las arregla también con los conocimientos que haya podido acumular, por su propia experiencia en Barajas, sobre las características del aeropuerto.

Los que no tuvieron la culpa de la tragedia de ayer -pasajeros, pilotos, huérfanos, viudas, viudos y, en otro ámbito, controladores de vuelo-, reclaman la compra de unas bombillas eléctricas, unos cables, un poco de pintura y alguien que sepa instalarlas, mientras se espera la colocación del radar de superficie que el aeropuerto de Barajas precisa urgentemente. De no hacerse así, tan irreversiblemente como ayer, y tan inexorablemente como el día sigue a la noche, otra tragedia tendrá a Barajas por escenario.

Raúl Tori comandante piloto de transporte de línea aérea, es experto en seguridad aérea, miembro del Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA) y, en virtud de ello, perteneciente a la International Federation of Airlines Pilots Associations (IFALPA).

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