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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Cayo Largo': estrellas sobre fondos negro

Lo mejor de Cayo Largo, filme realizado en 1948, es su reparto, que reunió a un inmejorable -como dice en sus memorias Lauren Bacall- conjunto de "actores, que no dejaban, por ser estrellas, de ser actores por encima de todo". Allí estuvo, después de un relativo eclipse, tras el éxito de Tener y no tener y El sueño eterno, la propia Bacall. Y, junto a ella, la gran Claire Trevor, Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Lionel Barrymore y Thomas Gómez.Apoyados en un buen director de actores, como John Huston -que era casi siempre muy duro con ellos, pero que sabía darles una inesperada bocanada de libertad a tiempo-, estos grandes actores y actrices hicieron en Cayo Largo un alarde de dotes interpretativas. Ninguno está por debajo de la línea de sus grandes creaciones, pero en especial Claire Trevor, Lionel Barrymore y Edward G. Robinson superan esta línea con creces y hacen creaciones perfectas. Lauren Bacall está aceptable y Humphrey Bogart hace una composición, como de costumbre en él, sólida, pero no tan deslumbrante como la de El tesoro de sierra Madre, que unos meses antes había realizado con el propio Huston.

Otro de los ingredientes fuertes de Cayo Largo es su guión, basado en un buen drama de Maxwell Anderson y desarrollado para el cine, con precisión de matemáticos, por John Huston y un entonces joven aprendiz de cineasta llamado Richard Brooks, el primero y más aventajado discípulo de Huston, que a la vuelta de unos años se convertiría en un serio y difícil competidor suyo, con señas de identidad similares y un talánte, entre intelectual y aventurero, muy próximo a él, lo que hace de estas dos personalidades -tan fuertes y tan diferenciadas- miembros de una misma familia cinematográfica, hoy casi en trance de extinción.

Finalmente, hay un nuevo toque de perfección en Cayo Largo que, aunque lo parezca, no es estrictamente técnico: la formidable fotografía, que debemos al alemán Karl Freund, autor de La momia y uno de los reyes del tenebrismo en el cine. Todo, en fin, roza lo inmejorable en Cayo Largo.

Pero si se compara Cayo Largo con la película anterior de John Huston, El tesoro de sierra Madre, y sobre todo con La jungla de asfalto, que realizó unos meses después, se ven en este filme algunos desfallecimientos de ritmo, como si a Huston le hubiese faltado al realizarlo no inspiración y oficio, que en él son infalibles, sino convicción íntima. En efecto, comparada con las otras dos películas citadas, Cayo Largo resulta algo fría, y aunque tal vez sea técnicamente superior a ellas, no alcanza su vibrante emoción, su pasión desbordada. Hay algo mecánico en Cayo Largo que no encaja en el temperamento turbulento de Huston.

No obstante, y pese a estos reparos, que no van dirigidos a las indudables calidades del filme, éste merece verse. Cayo Largo es una buena secuela de El halcón maltés -aunque está lejos de la arrolladora inventiva de éste-, y un afinado ejercicio de cine negro, lo que basta para que el filme tenga mucha garra. Su disección de los oscuros mecanismos de la violencia organizada, su penetración en los recovecos psicológicos del gánster constituyen la mejor contribución de este filme a las tradiciones del género.

Cayo Largo se emite hoy, a las 21.35 por la primera cadena.

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