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El avión

Manuel Vicent

Cualquier guerra civil tiene también un lado muy social. Con la excusa de que están cayendo bombas en la Universitaria o de que un obús acaba de alegrar la vida de un barrio donde hasta entonces no pasaba nada, la gente deja de ir a la oficina, llena las tertulias, hace amistad en los refugios y habla en corro gesticulando latinamente en medio de la calle. Lo peor de una guerra atómica es que no dará lugar a comentarios ni a habladurías de café. Nos abrasará a todos por igual, incluidos los domingueros y los chicos del telediario. En España ya no puede repetirse una guerra civil a la antigua usanza, a causa de la cantidad de curiosos que el fin de semana cogerían el coche cargado de niños para ver los resultados de cada combate, algo semejante a lo acaecido con ese avión destrozado cerca de Barajas. En este tiempo, la batalla del Jarama se convertiría en materia de consumo, en lugar de romería en un lugar de romería durante las treguas y entre un aluvión de detergentes, juguetes didácticos y lavaplatos, la televisión ofrecería partes bélicos, catálogos de bajas y otras visiones dantescas que aún excitarían más la voracidad. de los excursionistas. Hay que imaginarse hoy el asedio al Alcázar de Toledo, un espectáculo gratuito en plan Quexigal a merced de unos automovilistas con la familia entera a cuestas, la tortilla de patatas, la manta campestre, la Coca-Cola gigante y todos contemplando desde el atasco cómo resiste Moscardó. La masa no dejaría trabajar a los generales. La primera logística consistiría en la forma de desviar el tráfico.

Hace unos días, los domingueros han vuelto a hacer otra de las suyas. La mañana se presentaba muy aburrida, mas he aquí que un terrible accidente de aviación vino a salvar el tedio dominical. Un avión despanzurrado y 200 cadáveres entre los rescoldos de un fuselaje humeando no es un panorama muy agradable, pero allí estaban ellos. Padres con niños, madres con gaseosas, largas caravanas, con toda la parentela y su merienda respectiva saltaron morbosamente vanas lomas para asistirá a un acto de devoración, multitudinaria. La noticia del accidente la acababa de dar televisión con otras sopas y electrodomésticos. El avión destrozado formaba parte' de la oferta del día. Los domingueros se limitaron a cumplir.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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