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Eduardo Robles Piquer

El arquitecto, periodista y exiliado republicano vive en Venezuela

Salió de España en 1939, simplemente o nada menos que porque perdió la guerra. Cuando llegó a México, casi todo su equipaje lo componían su mujer, Lola, un bebé de pocos meses -la mayor de sus cinco hijos- y el carné de arquitecto. Era el garbanzo negro de su familia "porque no creía en las dictaduras ni en la monarquía de entonces". Así, Eduardo Robles Piquer, 73 años "y espíritu de muchos menos", se alejó de los privilegios emanados de la institución del cuñadísimo, iniciada, en las últimas décadas, por Ramón Serrano Suñer; continuada al casarse Carlos Robles con la hermana de Manuel Fraga, y seguida con los también cuñados de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo.

"No ejercí nada de hermano de cuñadísímo, ni me hubiera aprovechado de ello de quedarme en España, porque mi hermano es mi poco nepotista, y me alegro". Poco podría haber ejercido, no obstante, con la que estaba cayendo quien mandó como comandante un batallón de fortificación en la guerra, que obtuvo la medalla del Deber por los trabajos que realiza en el frente de Lérida, y quien presidió, en 1934, la Federación Unversitaria Española (FUE), "que contribuyó a la lucha contra la dictadura de Primo de Rivera y traer la República". Éstos, y su vicedecanato del Colegio de Arquitectos de Madrid con el Frente Popular, son para. Eduardo Robles titulos de gloria, que enumera en mismo tono en que habla de I guerra, desdramatizado y alejado de cualquier papel de víctima. Cuando se le pregunta la edad responde, coqueto, como lo haría una señorona tradicional: "¿Eso no le, parece muy indiscreto?". Lleva 21 años en Venezuela y antes pasó 11 en México, países en los que tiene repartidos a sus hijos y a sus 11 nietos y de los que se considera tan oriundo como de la propia España Nacido en Madrid, aunque ahora, posea nacionalidad venezolana -"tengo las tres nacionalidades er la intimidad de mis sentimientos"-, volvió a su país por vez primera en 1962, "poco antes de que mi hermano fuera director genera' de Información, con Fraga. Hoy, el exilio terminó, entró la democracia con la que estamos muy entusiasmados, y deseamos que lleve al país a tina situación estable, en la que la justicia proteja a los débiles". Cuando este arquitecto paisajista, periodista y autor de caricaturas desde la época de El Sol, Estampa, Crónica y As semanal, dice que en Venezuela y México "soy más conocido que la Tana", se apresura a preguntar si aquí se sigue utilizando esa expresión, porque "yo mantengo mi acento y mis dichos, pese a mis 44 años de América". Y los mantiene con idéntico orgullo al que pone cuando se empeña en fotografiarse con su capa española, en la que se emboza mientras cuenta que es de los pocos madrileños que la usan todavía. "Me la llevó mi padre a México en 1949, fíjese, es de Seseña. Luego se la trajo, y me la pongo cuando vengo, porque allí no hace tanto frío". Eduardo Robles Piquer, que dice diferenciarse de su hermano Carlos en que "él tiene 15 años menos que yo, se formó aquí y se hizo al medio, mientras que yo me fui precisamente por el medio", explica que se lleva con él "muy bien como hermanos, aunque en lo político discrepamos y comenta que tiene con Manuel Fraga "una relación de amigos. Siempre he separado la política de los afectos". Ama por igual sus dos actividades, caricaturista y arquitecto. La caricatura "es un. vicio que tengo desde pequeño, cuando firmaba Robles, aquí en España. En México me obligaron a inventarme lo de Ras, porque la Estampa de allí era copia de la española y querían disfrazar mi calidad de refúgiado". Antes de su actual columna semanal Así, lo vi yo, en el diario La Nación, de Caracas, ya había reunido en un libro sus caricaturas "de una sola línea". Este año obtuvo en Venezuela el Premio Nacional de Periodismo en caricatura.En 1982 ganó el Premio Nacional de Arquitectura Paisajista por su obra del parque Caricuao, en las afueras de Caracas. Y no le espanta el crecinúento desordenado de Madrid, porque conoce "la desurbanización de Venezuela y el elefantiásico desarrollo de México. Ante ellos, Madrid me parece una ciudad todavía vivible".

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