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El cine en la pequeña pantalla

El cine en la pequeña pantalla Un melodrama magistral

De muy pocos directores -Carl Dreyer, Jean-Marie Straub, Ingmar Bergman, Joseph von Stroheim, Roberto Rossellini, Luis Buñuel y no muchos más- se puede decir que trabajen donde trabajen, aunque se ven obligados a acoplarse a los medios industriales más ajenos, pese a que se dirijan al público más dispar, son siempre visceral, inevitable, fatalmente europeos.Uno de ellos, tal vez el que más enérgicamente acusé esta condición de origen y cultura fue Max Ophuls, un alemán nacido en 1902 en -la región del Sarre, cerca de Francia, y que hizo cine en Alemania, en Francia, en Italia, otra vez en Francia, en Holanda, nuevamente en Francia, en los Estados Unidos y finalmente en Francia. Largo y complejo periplo de un cuarto de siglo, en el que las infinitas vueltas del camino no hicieron a Ophuls cambiar su sello de origen.

Es Ophuls uno de los grandes del cine de todos los tiempos y su obra, sobre todo para las nuevas generaciones, de españolas, es casi desconocida. Por ello, va a haber muchas sorpresas esta noche, ante la emisión por TVE de uno de sus grandes filmes, Carta de una desconocida, una de las más hondas y perfectas películas de amor y su otra cara, la muerte, jamás realizadas.

Pertenece Carta de una desconocida a la corta época norteamericana de Max Ophuls, en la que realizó tan solo otros dos filmes -La conquista de un reino y Almas desnudas- el primero en 1947 y el segundo en 1949. Carta de una desconocida fue realizada en el año intermedio, 1948. Es su mejor trabajo en Hollywood: un melodrama fascinante, inspirado en la bella novela de Stefan Zweig, y uno de esos raros casos en que el inevitable pulso entre el filme y la novela hace crecer la pantalla y disminuir al libro.

Nadie ha movido la cámara como Ophuls. Su estilo de cine es una especie de movimiento perpetuo, de continua penetración de la cámara en la trastienda de lasimágenes, en el detrás de las primeras evidencias. En Carta de una desconocida, pese a ser una de sus obras estilísticamente más austeras, hay ese vértigo de la movilidad, que jamás es en Ophuls arbitrario, sino que se corresponde con sorprendente naturalidad con la naturaleza del relato.

Nadie como Ophuls ha logrado expresar las mutaciones, las traslaciones anímicas, los desplazamientos interiores de los estados de ánimo y de los sentimientos. La endiablada brillantez de sus juegos de óptica es mucho más que un alarde técnico, es expresión refinadísima de una visión de la vida y, sobre todo, de la muerte. Porque este europeo barroco, vibrante y sentimental, desaparecido en su plenitud en 1955, se llevó consigo a la tumba el secreto del glorioso, pesimismo de la gran resaca romántica de su patria, Europa.

Al parecer van a proyectar en televisión más películas de Max Ophuls. A medida que las vayan emitiendo, habrá ocasión de remover algunas de las esquinas fundamentales de su inabarcable talento. Mientras tanto, la emisión de Carta de una desconocida puede servir de inmejorable introducción a su obra, que todo amante del cine debe inexcusablemente conocer.

Carta de una desconocida se emite hoy a las 21.30 por la segunda cadena.

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