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España-África, relaciones estancadas

Las relaciones de España con la comunidad de países del África negra o subsahariana se encuentran prácticamente estancadas desde que se cerrara en 1979 la llamada operación Africa, que produjo una larga serie de viajes oficiales (del Rey, del presidente del Gobierno y del ministro de Exteriores) a una veintena de países del vecino continente.La amenaza de considerar la africanidad de Canarias por parte de la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA) de 1978 obligó al Gobierno de Adolfo Suárez a activar los entonces casi inexistentes contactos entre España y África. Manuel María Sassot, actual director general de Política Exterior para África y Asia, fue enviado a Jartum para seguir de cerca la cumbre y se puso en marcha un amplio dispositivo de viajes que para Marcelino Oreja, entonces ministro de Exteriores, constituyeron una primera fase o "política de información", dentro del marco de un nuevo e importante eje de la política exterior española. A esta fase debía seguir otra, denominada por Oreja "política de cooperación", que nunca se materializó.

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Aquella nueva política fue recibida en España con satisfacción, aunque también con un cierto escepticismo, que luego se demostró justificado. La inacción y la falta de interés de los Gobiernos de UCD a partir de 1979 hicieron que se congelaran de nuevo las relaciones.

Frenazo socialista

La victoria socialista en las elecciones de octubre de 1982 llevó al palacio de Santa Cruz a Fernando Morán, uno de los pocos africanistas, con que cuenta España. Sin embargo, Morán, que había sido director general de Política Exterior para África y Asia, no llegó al ministerio con ningún plan de relanzamiento de las relaciones con el continente negro. De hecho, su enfoque resultaba extremadamente conservador, a la luz de lo irrisorio de la presencia española en África.Morán había señalado en su libro Una política exterior para España la conveniencia de reducir el número de embajadas españolas en el continente vecino, subrayando que "desarrollar tina política en el África negra es algo difícil y costoso", propio quizá. de otra generación posterior.

Desde luego que Asuntos Exteriores dispone de medios muy reducidos para llevar a cabo una acción efectiva en África. Sólo disponemos de embajadas en menos de 20 países de la zona, y tan sólo siete de éstos disponen de representación diplomática en Madrid. Con estos medios, la política de Morán, instrumentalizada por Sassot, se centra en la concentración de esfuerzos en unos pocos países, como es el case de Zaire y el Congo. Las visitas, de los Reyes se plantean, por tanto, como instrumentos de ese reforzamiento de relaciones en países concretos. Los objetivos son, desde luego, más modestos que los de Oreja, y los resultados no son espectaculares.

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El esfuerzo es, no obstante, imprescindible. Para el profesor Pedro Beltrán, que se ha pasado los últimos años tratando de promover las relaciones culturales hispano-zaireñas desde su puesto en la universidad de Lumumbashi, Zaire ha hecho mucho más que España en el lanzamiento de las relaciones entre los dos países. Resultado de la inacción española ha sido que nuestras exportaciones a Zaire hayan caído de 1.979 millones de pesetas en 1977 a tan sólo 823 millones en 1981. En cuanto al caso del Congo, país en el que Manuel Sassot tiene depositadas grandes esperanzas, nuestras exportaciones en 1981 fueron de unos 1.000 millones de pesetas solamente. Estas cifras están, desde luego, muy lejos de las de Nigeria, que nos compró en 1981 por valor de casi 24.000 millones de pesetas, o de las de Liberia, que adquirió productos españoles por 10.000 millones.

Si hay algo en lo que están de acuerdo todos los analistas, es en las posibilidades que aún presenta el mercado del África negra (esto es, excluidos los países del norte árabe y Suráfrica) para los productos españoles. De hecho, nuestras exportaciones a la zona sólo cubrieron en 1981 el 53% de nuestras importaciones de la misma, mientras la cobertura era de un 86% para el África del Norte y de un 96% para Europa. Este marco deficitario es tanto más fácil de superar que en otras regiones, por cuanto nuestro comercio con la región sólo supone un 4% de nuestros intercambios globales (en 1981). Nuestras exportaciones al África negra se multiplicaron por 58 entre 1966 y 1981, el doble que nuestras importaciones de la misma zona.

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