Los galgos, apuestas de pobres
La Federación Galguera, con el presupuesto más bajo del deporte español se ve incapaz de frenar el cierre de los canódromos
En 1977 existían en España un total de 16 canódromos repartidos por diversas capitales de provincia. Actualmente, sólo quedan ocho canódromos adscritos a la Federación Española Galguera: cuatro en Barcelona, uno en Madrid, uno en Valencia, uno en Palma de Mallorca y otro en Canarias. La mala racha continúa y en lo que va de año ya han cerrado dos canódromos, el de Cañizares en Madrid, y uno de Canarias. La razón del continuado cierre de canódromos la basan los federativos y propietarios de estadios en los altos costes de mantenimiento, la falta de subvenciones y los impuestos. "Si esto sigue así", explica Manuel García, propietario del canódromo de Badalona, "únicamente podrán resistir los dos canódromos más grandes de España y el resto tendremos que cerrar".Los propietarios de los canódromos obtienen de un 33 a un 35% del dinero conseguido a través de las apuestas. De esa cantidad deben pagar un 7% a Hacienda, otro tanto -que varía dependiendo de la ciudad en donde se encuentra el canódromo- como impuesto municipal, un 0.75% a la federación y además costear los gastos de personal y mantenimiento de las instalaciones. Según el presidente de la Federación Española Galguera, Antonio del Rincón, "los galgos están injustamente más gravados que los caballos o la pelota, ya que mientras estos últimos cotizan menos de un 3% a Hacienda, los canódromos pagan más del doble".
Las carreras de galgos han visto además como la apertura de las salas de bingo, con premios mucho más altos, se llevaba gran parte de su público. El que va a los canódromos a hacerse rico se encuentra que, con unas apuestas mínimas de 10 pesetas, que en caso de ganar se convierten en 150, lo más que puede esperar de: una tarde en las carreras es una ganancia de 3.000 o 4.000 pesetas. Y eso, claro, en un día de suerte. Sólo los fijos, los que han hecho de los galgos una manera de conseguir un sobresueldo, esos expertos que se ofrecen para apostar en tu nombre cuando te ven cara de novato, consiguen sacarle beneficio a las carreras.
"El bingo nos ha afectado mucho", suspira Antonio Sánchez Maroto, secretario de la Federación Catalana, "pero ello es debido a que las carreras de galgos, que son un espectáculo deportivo y no una mera sala de apuestas, no han sido promocionadas suficientemente".
Mantener un galgo
La Federación Catalana Galguera tiene, en estos momentos, alrededor de 150 afiliados. De ellos, la mayoría son pequeños propietarios que cuentan con un promedio de cinco galgos, mientras que los grandes propietarios, los que tienen cuadrillas de 70 y 80 perros, son los menos. Los propietarios consiguen obtener dividendos de las carreras, aunque la manutención de los galgos y su cuidado sale caro y los premios que se otorgan en España no son precisamente millonarios.
Mantener un galgo de competición cuesta alrededor de 185 pesetas diarias. La mayoría de los pequeños propietarios los tienen en los canódromos en régimen de pupilaje, mientras que los que cuentan con más galgos suelen tener sus propias cuadras y preparadores. Los hay que compran galgos españoles, ya que la crianza empieza a ser de buena calidad, pero hoy por hoy aún sale más barato importarlos de Irlanda, madre patria de esta raza canina.
Los canódromos organizan 17 carreras diarias, cuyos premios al galgo ganador oscilan entre las 800 y las 1.000 pesetas, aunque los perros no pueden realizar más de dos o tres carreras por semana. La única posibilidad de acabar la temporada con ganancias es encontrar ese galgo único que va a ganar todas las carreras, ese perro al que los expertos llaman el dominador.
El premio más codiciado por los propietarios de galgos, tanto por su prestigio deportivo como económico, es el Campeonato de España, cuyo premio para el primer clasificado es de 250.000 pesetas, 125.000 para el segundo y 100.000 para el tercero. Por su parte, y en términos mucho más modestos, la Federación Catalana Galguera organiza anualmente el Campeonato de Cataluña, dotado con 10.000 pesetas de premio para el galgo ganador.
Correr en el extranjero
La penuria económica del deporte galguero en España implica que los galgos españoles no salen nunca al extranjero. Su única posibilidad de competir con canes de otros países era participando en el Derby Internacional, que se realizaba cada año hasta 1981. Desde entonces ningún canódromo se había ofrecido para participar junto con la federación en la organización del mismo. Pero, según el secretario de la Catalana, "1984 podría ser la fecha de su renacimiento, ya que el canódromo Meridiana está dispuesto a ponerlo en marcha en el mes de octubre".
Y mientras en España este deporte es cada vez más minoritario, países como Inglaterra, Irlanda, Estados Unidos y México cuentan con una creciente afición a los galgos. En Estados Unidos existen 25 canódromos que se asemejan más a los hipódromos o a los casinos que a los sencillos canódromos españoles. Las carreras de galgos made in USA se realizan en grandes estadios con capacidad para cuatro o cinco mil espectadores, con vídeo terminales para seguir la carrera desde el interior, con innumerables restaurantes, bares e, incluso, con salas de máquinas tragaperras para aumentar las posibles ganancias o pérdidas del aficionado. Los premios, claro, se cuentan en miles de dólares.
Por su parte, en Londres, hay 23 canódromos que se alternan los días de carreras y cuyos premios oscilan entre las 250 y 300 libras por carrera. El propietario del galgo ganador del Derby británico se embolsa alrededor de seis millones de pesetas.
Un día en las carreras
Ir al canódromo en España sale barato. Al contrario que en el resto del mundo, en España no se paga entrada y por cien pesetas puedes apostar hasta diez veces. El público de los galgos empieza a reducirse a grupos de pensionistas que, en verano, toman el sol tranquilamente en las gradas y, en invierno, se sientan detrás de los cristales al calor de las estufas, mientras rememoran tiempos pasados. Aquellos tiempos de euforia galguera, cuando la famosa perra Costa Rica II conseguía en 1941 el primer puesto en el II Campeonato de España de Galgos que se llevó a cabo en Barcelona.
Estos fieles espectadores aún se acuerdan de aquel legendario canódromo catalán, el Soldebaix, que se encontraba en Les Corts, y que mantuvo sus puertas abiertas incluso durante parte de la guerra civil española.
"Acabada la guerra, cuentan, se abrió el Pabellón, luego el Loreto... iba mucha gente y muchos de nosotros conseguíamos tiempo libre de la fábrica para cuidar a los galgos. ¡Entonces sí que había afición!", comenta un veterano asi duo. Los cincuenta y los sesenta fueron años de gran afición galgue ra, pero con los setenta llegó la de cadencia.
El 'doping'
El comentario de "este perro está dopado" se oye con frecuencia durante las carreras importantes. En la federación afirman que "no se utilizan fármacos en los galgos, ya que antes de comenzar la carrera los perros son revisados por un veterinario federativo y no se ha registrado ningún caso". Pero la utilización de productos como la simpatina, burlando el control federativo, es según algunos aficionados práctica si no frecuente sí bastante común: "A los perros los drogan poco antes de comenzar a correr, por lo que cuando pasan por el veterinario los fármacos aún no les han hecho efecto".
Los canódromos españoles, los pocos que quedan, siguen abriendo sus puertas. Sus propietarios y la federación advierten, no obstante, que si el Consejo Superior de Deportes y el Ministerio de Hacienda no les ayudan, su supervivencia roza lo imposible. En una carta abierta a Romà Cuyàs, presidente del CSD, la FEG se queja de la "falta de consideración a un deporte minoritario que jamás fue presenciado por un directivo representativo de dicho consejo", y confía en que "algún día mediten sus injusticias y cumplan al menos lo que han prometido en varias ocasiones".
El gran interrogante es, sin embargo, si los galgos son realmente un deporte o simplemente un juego de apuestas.
Un secretario pagado a precío de oro
Los galgos, un deporte marginado y con numerosos problemas, posee, sin embargo, como secretario general a uno de los 29 funcionarios de federaciones deportivas mejor pagados de España. Fernando Monis Navarro percibió, en 1982, 3.117.980 pesetas, una cifra sensiblemente superior a la subvención total que la Federación Española de Galgos recibió del Consejo Superior de Deportes en 1982, cuya cuantía rondó los dos millones de pesetas.Monis sólo fue superado, a nivel de secretario general ' por Agustín Domínguez (9.652.423), secretario general de la Federación Española de Fútbol; Tomás García (4.060.580), de la Federación Española de Tenis; y Francisco Mateo (3.341.912), de la Federación Española de Natación.
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