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Reportaje:

China: la lenta marcha hacia la 'desmaoización'

"Descúbranse y guarden silencio", ordena, en chino e inglés, un cartel situado a la entrada del mauseolo de Mao Zedong. Es uno de los tres días por semana en que se permite visitar esta peculiar construcción de la plaza Tienanmen, de Pekín, y unos centenares de campesinos, traídos de alguna lejana comuna, ascienden disciplinadamente en Fila, gorra en mano y con aire recogido, las escalinatas de la puerta principal.Una estatua de mármol blanco del Gran Timonel, de tamaño superior al natural, les recibe en el vestíbulo. Mao está sentado, con las piernas cruzadas, y esboza una sonrisa. En la estancia siguiente, Ranqueado por cuatro soldados, se exhibe el cadáver embalsamado del líder en un sarcófago de cristal, ron la bandera del partido comunista chino cubriéndole medio cuerpo. Los visitantes echan una mirada fugaz, son conducidos a la siguiente habitación, decorada con un poema de Mao grabado en la pared, y de allí salen directamente a la calle por la escalinata posterior.

El mausoleo, una especie de partenón de techo plano que no pasará precisamente a la historia le la arquitectura china, fue construido en sólo 10 meses tras, la muerte de Mao Zedong, en septiembre de 1976. Muchas cosas han pasado desde entonces, y buena prueba de ello es que esté estudiándose en la actualidad un proyecto de incluir en el mausoleo las estatuas de otros dirigentes revolucionarios, entre ellos Zhou Enlai. Esta proyectada colectivización le la tumba de Mao hubiera sido mimaginable hace unos años, cuando el culto a la personalidad estaba en su apogeo.

Una luz que se apaga

Al otro extremo de la plaza Tienanmen, en la puerta de la Ciudad Prohibida, el retrato de Mao, de unos 10 metros de alto, continúa en lugar preferente. Sin embargo, la luz que le iluminaba por la noche fue apagada hace unas sema nas sin ninguna explicación oficial. Es otro signo de los tiempos que corren en la República Popular China, de la desmaoización emprendida por Deng Xiaoping y los moderados hace cinco años.Nadie -ni los cuadros del partido, ni los burócratas de la Administración, ni los portavoces oficiales- admitirá que China vive un proceso de desmaoización acelerado. Algunos señalan los gran des carteles que recuerdan a los transeúntes la necesidad de seguir el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Zedong como la vía política correcta. Otros subrayan que el sexto pleno del undécimo comité central del partido evaluó detenidamente "los méritos y deméritos de Mao.

"Debemos mantener en alto la bandera del pensamiento de Mao Zedong", dijo Deng Xiaoping en 1980. La consigna oficial, repetida hasta la saciedad a EL PAÍS en entrevistas con miembros del partido en tres ciudades distintas de China, es la siguiente: "Los méritos de Mao son lo principal; sus errores, lo secundario".

Lo significativo es que se admite que el Gran Timonel cometió errores. Tenía que ser así, habida cuenta que fue él quien lanzó la llamada a la Gran Revolución Cultural Proletaria, que sumió al país en el caos por una década (1966-1976) y durante la que se persiguió a la mayoría de los actuales dirigentes, empezando por Deng, que cayó en desgracia dos veces.

Mao Zedong cometió sus errores al final de su vida, según algunos, cuando estaba enfermo, posiblemente del mal de Alzheimer, una especie de senilidad prematura. Otros amplían la etapa de deméritos a los últimos 10 años, y no falta quien la extiende hasta dos décadas, lo que es más bien denigrante para un estadista que estuvo en el poder 27 años.

Mao Zedong murió demasiado tarde

A Chen Yun, el cerebro de las reformas económicas en curso y uno de los hombres más estrechamente vinculados a Deng, se le atribuye una frase lapidaria sobre Mao Zedong: "Si hubiera muerto en 1956, habría sido el líder indiscutible de la revolución china; si hubiera muerto en 1966, habría sido un gran revolucionario. Pero, lamentablemente, murió en 1976 y, por tanto, no podemos hacer nada...". En 1956 el Gran Tiomenl lanzó el gran salto hacia adelante, la colectivización total de la agricultura, que sumió al país en el hambre, y en 1966 comenzaría la tristemente célebre Revolución "CuItural.Hoy día es prácticamente imposible encontrar en China uno de aquellos libros rojos con pensamientos escogidos del Gran Líder, que se editaron por millones y que los más enfebrecidos guardias rojos se aprendían de memoria de principio a fin, y también en orden inverso, en un inútil esfuerzo de fe revolucionaria. Incluso escasean sus Obras completas, y especialmente el tomo quinto de las mismas, que se rumorea ha sido prohibido.

Según la opinión oficial, "el pensamiento de Mao Zedong es producto de la integración del marxismo-leninismo con la realidad de China y una cristalización de la sabiduría colectiva de los comunistas chinos". Ahora bien, esta doctrina no puede utilizarse fuera de contexto y hay que tener en cuenta, citando a la revista oficial Pekín Informa, que "los errores cometidos por Mao Zedong en las postrimerías de su vida se debieron a que fue en contra de lo acertado propuesto por él mismo" (sic).

Deng Xiaoping ha criticado especialmente a aquellos que defendían la línea denominada los dos cualquieras, consistente en seguir al pie de la letra la sentencia "mantener con firmeza cualquier decisión tomada por el presidente Mao y seguir invariablemente cualquier instrucción impartida por él". El pensamiento de Mao, tuvo que recordar Deng, no es una colección de todas sus palabras, sino un sistema ideológico formado por una serie de principios fundamentales.

Los principios, por consiguiente, se mantienen en el nuevo régimen chino. La práctica cotidiana ya es algo diferente, y un observador objetivo podría hablar no sólo de desmaoización, sino de desmantelamiento de un sistema. La autarquía proclamada por Mao se sustituye, con ese ritmo pendular de la historia china, por la política de puertas abiertas a Occidente. La colectivización y el igualitarismo radical en el campo dejan lugar a las parcelas privadas y al incentivo material. A los cuadros se les exige más habilidad y experiencia técnica que conciencia política.

Aparece la publicidad en las calles y en la televisión; los vestidos de colores que rompen la monotonía de las chaquetas Mao; los bienes de consumo dejan de ser algo corrupto y burgués, y hasta los intelectuales reciben un relativo respeto...

"Cuantos más libros se leen, más estúpido se es", dijo el presidente Mao en algún momento de especial inspiración. Y su palabra fue ley durante los 11 años de la paradójicamente llamada Revolución Cultural, cuando millares de libros fueron pasto de las llamas y los escritores, artistas, profesores e intelectuales que no corrieron peor suerte, como la cárcel o la ejecución, fueron humillados, apaleados y obligados a realizar los más denigrantes trabajos manuales.

Ahora, en cambio, el partido lanza una campaña denominada leer para reconstruir China, que afectará inicialmente a 10 millones de trabajadores. Hay una lista recomendada de 19 títulos, que comprenden libros de historia, geografía, teoría marxista, ciencias, tecnología y literatura, que se distribuyen en fábricas y comunas.

Con esa tendencia a la autocrítica del comunismo chino y una ingenuidad asombrosa para Occidente, un trabajador de una fábrica textil de Jinan confesaba en un periódico que antes se daba a la bebida y creaba problemas a sus compañeros de trabajo. Ahora bien, después de leer La historia de Zhang Haidi, un melodrama marxista-leninista que cuenta cómo la heroína, una joven paralítica, consigue llegar a ser traductora » superando grandes dificultades, el trabajador antisocial corrigió su conducta y declaró que "leer un buen libro es como hacer un buen amigo".

Si esto no es desmaoización, ¿qué otra cosa puede ser? La ortodoxia oficial insiste en que no existe tal cosa, e incluso prohíbe la entrada en China del semanario Time del pasado 26 de septiembre, donde Theodor H. White, un veterano periodista que vivió la revolución china, publicaba una docena de páginas magistrales tituladas significativamente: China: el ocaso de una revolución.

El mérito de Deng

"El gran mérito de Deng Xiaoping y de los actuales dirigentes chinos es que reconocen los errores cometidos por el partido, algo nada frecuente en un sistema comunista" comenta un diplomático occidental basado en Pekín."Lo que ocurre es que aún no se atreven a desmontar el mito de Mao, o que temen contrariar a los depositarios de su herencia, que están esencialmente en el Ejército", añade.

Una campaña de purificación ideológica del partido comunista chino comienza hace unos días (véase EL PAÍS del 30 de octubre), y durante los próximos tres años los derechistas, es decir, los influidos perniciosamente por las ideas burguesas, y los izquierdistas, o nostálgicos de la Revolución Cultural, serán purgados. Nadie duda que Deng persigue mucho más a los segundos que a los primeros -y así lo indicaba expresamente hace unos días el diario económico Jingji Ribao-, pero debe pagar ese precio para no irritar a los poderes facticos chinos. Quizá después de esos tres años de purga entre los 40 millones de militantes del partido, el término desmaoización entre en el vocabulario chino.

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