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El parque del Retiro , en jornadas de reflexión

El obligado cierre del Retiro en esta primera decena de noviembre debe ser momento apropiado para la reflexión y los propósitos de la enmienda. Para el autor de este artículo, ante todo hay que subrayar la honestidad de la medida, que significa reconocer el fracaso de la política seguida en los últimos tiempos con respecto al Retiro, que podría calificarse como de atracción irresponsable de masas de gente no precisamente motivada por un deseo de contacto directo con la naturaleza.

Hoy no cabe duda de que el deterioro sufrido obliga a plantearse una nueva política con respecto al parque, parecida a los nuevos criterios que, mutatis mutandis, se están aplicando, por ejemplo, en la cueva de Altamira: el convencimiento de que un excesivo uso y disfrute de un bien tan delicado, a veces por motivos demagógicos, lleva a la destrucción total del bien deseado y, por tanto, a la posterior y radical imposibilidad de que alguien pueda disfrutarlo.Hay que sumarse a los argumentos ya avanzados por diversas asociaciones, que han señalado el desprecio jurídico hacia un jardín artístico especialmente protegido, tras su declaración de 1935, por lo que cualquier edificación o mutación tiene que ser previamente aprobada por Bellas Artes. Se suma uno también a las Voces de los que han señalado con toda precisión los cambios injustificados de tipología jardinística que ha sufrido, y que demuestran una falta de respeto hacia la esencia cultural e histórica de este tipo de jardines, debido, a veces, al mero deseo de algún técnico de dejar su huella bobalicona en los nuevos trazados y textura ornamental del Retiro.

Hay que señalar también, por desgracia, la respuesta que el primer teniente de alcalde de Madrid ha proferido contra alguna de esas advertencias, cultural y humanamente denigrante para él, y políticamente inadmisible.

Establecida esta absoluta conformidad con todo lo dicho en las últimas semanas sobre las causas de este grave deterioro, desearía, para ayudar a esta reflexión a jardín cerrado, insistir sobre los argumentos ecológicos que, por tratarse de un medio natural, son, al fin y a la postre, los que deben dictar las directrices de atracción o desviación de masas de ciudadanos a este recinto.

En primer lugar, hay que señalar que la especie humana tiene todo el derecho a acudir a este jardín, precisamente para poder ponerse en contacto con un entorno natural tan difícil de encontrar en la macro urbe moderna. Pero se entiende la especie humana caminando por sí misma, no necesitando de una máquina que la introduzca en el Retiro; se entiende también la especie humana que acude a relacionarse con la naturaleza y no a ver espectáculos o cine en verano sólo porque el Retiro está fresco. Esta demagogia seguida en los últimos años de que el Retiro es para, el pueblo, de Madrid, ofreciendo en él no estrictamente sus valores naturales sino toda clase de espectáculos, atracciones, concursos hípicos ..., es lo que ha llevado a que la especie humana haya sido la principal degradadora de este jardín natural.

Hoy en día se ha llegado además a la conveniencia de cuantificar las degradaciones ecológicas: a los munícipes que han mantenido que había que llevar estos actos al Retiro, por tratarse de un local gratis, conviene ahora recordarles los 200 millones de pesetas que, según estimaciones de los servicios competentes, van a invertirse estos días para devolver al Retiro su prístino estado.

Es curioso ver que el Retiro ha sido sustancialmente degradado en el siglo XIX por la aristocracia y en el siglo XX por una noción populista mal entendida. Va a hacer efectivamente un siglo que se abrió el paseo de Coches, lo que supuso una importante tala de árboles, combatida por quienes acusaron a las clases dirigentes de sacrificar el arbolado, a fin de lograr un espacio donde exhibirse con sus carruajes. Por desgracia, éstos se convirtieron luego en máquinas, y el Retiro llegó a ser una especie de atajo por el que cortaban los automovilistas madrileños, alocados por desplazarse de un punto a otro de la ciudad, época hoy felizmente terminada al cortarse el Retiro como lugar de tránsito de una zona a otra de Madrid.

En este siglo ha sido la demagogia populista la que ha atacado a la misma esencia de este jardín histórico. La irresponsable política de convertirlo en sala de todo tipo de espectáculos, a los que además se hacía una propaganda excesiva de atracción de espectadores, ha culminado, felizmente y no demasiado tarde, con el necesario reconocimiento de que había que poner punto final a estas iniciativas.

El criterio, pues, que nos puede iluminar para encontrar una solución equilibrada entre la pervivencia e integridad de este jardín histórico-artístico y su disfrute y pedagogía por parte de los forasteros y ciudadanos de Madrid tiene que ser el estrictamente ecológico, de equilibrio de todas las especies vegetales y animales que deban poblarlo. Y, ecológicamente hablando, no es lícito hacer demagogia afirmando que la especie humana tiene privilegios especiales, ya que ésta, en orden a mantener o destruir su entorno natural, debe comportarse según las leyes ecológicas de toda especie animal.

Gozar de la naturaleza

El Retiro, por tanto, debe admitir a los humanos que se adentren en él por su propio pie y que lo hagan estrictamente para gozar de la naturaleza. Cualquier otro fin no debe ser permitido y mucho menos fomentado, como se ha hecho últimamente. Parece claro que si este criterio se mantiene no será necesario tomar medidas de limitación del número de visitantes, puesto que cuando se abrió solamente con estos fines, antes de comenzar la propaganda autodestructiva de atraer masas al Retiro por motivaciones extra naturaleza, pudo mantener un relativo buen estado.

Admitido este criterio como punto insoslayable de partida, pueden ya clarificarse muchos de los temas controvertidos que de hecho surgirán. A modo de ejemplo se enumeran aquí algunos:

1. Casa de fieras: hoy se ve que fue un acierto el trasladarla, ya que aunque también servía para poner en contacto al público con las especies animales, el estado tan lamentable de cautividad en que se hallaban hacía casi un sarcasmo semejante contacto.

2. Circuitos: es muy discutible el intento de atraer bicicletas a un jardín como el Retiro. Aparte de la ilegalidad señalada en su día en la construcción del circuito, no parece sensato atraer máquinas a su recinto -y eso aunque no sean de motor-, lo que va radicalmente contra el principio esencial de que son los peatones los únicos usuarios del Retiro, deseosos de disfrutar de la naturaleza, sin interferencia de ningún tipo de locomoción, aunque sea ciclista. Lo verdaderámente necesario no es atraer bicicletas al Retiro, sino reducir un poco la tiranía del coche por las calles, creando carriles de circulación para los ciudadanos que quieran desplazarse en esta ciudad por un medio como es la bicicleta.

3. Sendas de atletismo: es ya más dificil oponer un no rotundo a este tipo de circuitos, porque además la experiencia ha demostrado que no son masivamente frecuentados. Aunque la degradación producida por los corredores de pie es mínima, no deberían ser fomentados, para que, aparte de la profusión de carteles que estas pistas llevan consigo, el paseante que se adentre en este entorno natural no se vea perturbado por innúmeros pelotones de bípedos desplazándose a un ritmo anormal.

4. Feria del Libro: con todos los respetos, por tratarse de un acto cultural con posible influjo restrictivo de la carencia lectora de tantos españoles, fue ciertamente un error el trasladarla al Retiro. Ya en aquel momento se escucharon muchas quejas, y no sólo de tipo ecológico. Habría que reconsiderar, sobre todo ahora que debe ser reestudiada la política con yespecto a la entrada de coches en el Retiro, el emplazamiento de esta Feria del Libro, que atrae una cantidad desmesurada de vehículos de reparto de libros y de visitantes, muchos de los cuales no acuden nunca al Retiro para darse un paseo tranquilo bajo los árboles.

5. Política automovilista: ha sido, desde Itiego, un acierto que el Retiro no pueda ser utilizado en estos últimos años como paso para trasladarse de un punto a otro de la ciudad. Sin embargo, ha existido una actitud muy permisiva para entrar en el parque y poder aparcar en él. Dentro de este contexto radica quizá elpunto más delicado, porque hay quien piensa que para personas mayores o impedidas es la única posibilidad de entrada al Retiro que tienen. La dificultad quizá podría ser soslayada permítiendo aparcar los días de fiesta en el borde exterior a él, incluido el carril-bus, como se ha insinuado últimamente.

6. Carteles: la profusión de todo tipo de cartelería en el Retiro se ha incrementado últimamente. Aparte del ya señalado de la profusión de indicaciones de los circuitos atléticos, se anuncia también toda una serie de actos con pancartas, carteles, banderolas, etcétera. Punto esencial debe ser también la retirada dé todo género de soporte publicitario o de avisos colocados directamente sobre la famosa verja del Retiro. Y en este punto tiene que ser Bellas Artes quien dé ejemplo, no adosando paneles a esas verjas, ya que no puede anunciarse con un hecho anticultural un acto cultural.

En resumen, y como reflexión de estos días de cierre, creo que el. principio ecológico general enunciado es honestamente indiscutible y que su aplicación a temas concretos, de los que aquí se han señalado algunos, puede ser objeto de diálogo y profundización.

es ficenciado en Filosofía y Letras y periodista.

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