El Barcelona pudo con la pasión valenciana
ENVIADO ESPECIAL Hubo tracas, agresiones, almohadillazos, lanzamientos de pan, de latas, de todo, quemaron banderas azulgranas, la Policia se vio en la necesidad de cargar contra decenas de personas que esperaron la salida del conjunto catalán y del árbitro.
El Barça sudó ayer el liderato. Ganó dos positivos, pero tuvo que arrancarlos de las garras de unos jugadores, duros como la roca, ingenuos en el juego y quizás excesivamente motivados. El Barça repitió anoche el esquema que tan buen resultado le dio en Bilbao, en la Supercopa. Con Rojo sustituyendo a Esteban -con gripe- en el centro del campo, se desplegó siempre con rapidez y peligrosidad. Carrasco -con un juego impresionante de fuerza y belleza- y Alonso y Urbano en el centro del campo, fueron los hombres que empujaron al Barça a la victoria.
El Barça supo acertar en sus primeras oportunidades y, pese al dominio inicial del Valencia, se adelantó 0-2 con un auténtico regalo de Sempere en el segundo gol. Era el minuto 24. Cinco minutos después todo hubiera podido acabar bien si Alonso hubiese acertado cuando, sólo ante Sempere, lanzó el balón rozando el poste.
El jaleo ya se veía venir desde el primer minuto de la segundo parte. El gol de Kempes dio ilusiones al Valencia en el vestuario, y hombres como Tendillo, Arias y Urruti salieron al campo como auténticos guerreros. No hubo heridos, ni lesionados, por auténtica buena suerte, pero las patadas, codazos y salivazos fueron continuos.
El Valencia, a partir del tercer gol, jugó muy nervioso, y algunos de sus jugadores casi rozaron la histeria, quizás recordando el susto de la pasada temporada. En este ambiente, con la carga valenciana de nuevo en marcha -Kempes falló un gol a sólo dos metro de la portería, ocasión que tuvo su réplica en un tiro al poste de Alexanco- fue cuando debutó el argentino Gabrich que, claro, pasó inadvertido.
El petardo que inició la traca final del escándalo, fue un penalti señalado, en el minuto 89, por Lamo Castillo, que controló bien el partido, aunque, algunos momentos, no supo cortar la dureza valencianista. Pocas almohadillas naranjas, botes de cerveza, bocadillos, quedaron en las gradas y el penalti se tiró con medio campo lleno de objetos.
Este Valencia-Barça parecía a priori más tranquilo y exento de tensión que los enfrentamientos de los últimos años. No pudo ser. Hubo follón otra vez.
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