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La neutralidad austriaca, una virtud necesaria

Pilar Bonet

La política exterior y defensiva de la actual República de Austria es un resultado directo del desenlace de la segunda guerra mundial.Como parte integrante del III Reich desde la anexión (Anschluss) en 1938, Austria fue ocupada por los aliados al término de la contienda. Tropas soviéticas, por una parte, y norteamericanas, francesas y británicas, por otra, se dividían el territorio austriaco hasta 1955. El país alpino recuperó su soberanía nacional en el Tratado de Estado, firmado en Viena el 15 de mayo de 1955 tras una laboriosa negociación con los ocupantes, especialmente con la URSS.

Este documento, sobre el que se construye el actual Estado austriaco, prohíbe explícitamente la restauración de la dinastía de los Habsburgo, así como cualquier fusión entre Austria y Alemania, y limita la capacidad bélica del país a un ejército convencional, que actualmente consta de unos 15.000 hombres, y a un armamento de tipo defensivo.

Una ley constitucional promulgada en octubre de 1955 convirtió a Austria en un Estado neutral a perpetuidad, excluido de alianzas militares y también de una asociación económica como la CEE.

Aunque en teoría la neutralidad es una decisión libre del Estado austriáco revocable por el Parlamento, en la práctica se trata de un hecho incuestionable, íntimamente ligado con la propia supervivencia del país, el único europeo del que se retiraron las tropas de ocupación soviéticas al término de la segunda guerra mundial. Austria, rodeada por dos países del Pacto de Varsovia (Hungría y Checoslovaquia), dos de la OTAN (República Federal de Alemania e Italia), un neutral (Suiza) y un Estado socialista no alineado (Yugoslavia), ha hecho de la necesidad, virtud.

La neutralidad no impide que los dirigentes austriacos subrayen su alineamiento ideológico y cultural con el bloque occidental y hayan criticado, entre otras cosas, la intervención soviética en Afganistán o la declaración de la ley marcial en Polonia. Tampoco impide la política de asilo que Austria ejerce desde 1956 con especial énfasis en los fugitivos procedentes de países del Pacto de Varsovia. Al amparo de la neutralidad, Bruno Kreisky, jefe de Gobierno hasta las últimas elecciones de este año, ha actuado de mediador y árbitro en múltiples conflictos internacionales.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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