Árboles para la sequía

Desde el mes de noviembre (o finales de octubre), y según las zonas, entramos en plena época de plantaciones, ya que es cuando árboles y arbustos entran en estado de reposo y el transplante les resulta menos traumático. Naturalmente, hay que preparar el terreno: abrir los hoyos de suficiente tamaño, dejar que la tierra se meteorice (se erosione) durante unos días... y plantar a continuación. Este es un momento soñado por muchos jardineros que se aprestan a convertir en realidad su ilusión por poseer tal o cual planta. Y también es un momento difícil porque la elección de la especie resulta complicada entre las muy diversas que ofrecen los viveros.Sin embargo, me gustaría proponer una orientación distinta para este otoño, acorde con los momentos de sequía persistente que padecemos. ¿Quién dijo que no había dónde elegir? Hay muchos árboles que dan buena sombra, tienen un aspecto muy ornamental, soportan bien el frío invernal y, al mismo tiempo, prosperan bien sobre suelos secos, con riegos mínimos en los primeros años. El arce (Acer campestre), el árbol del cielo (Ailanthus altissima), el almez (Celtis australis), la acacia de tres espinas (GIeditschia triacanthos), la falsa acacia (Robinia pseudoacacia) y la sófora (Sophora japonica) son buenos árboles de sombra, de crecimiento relativamente rápido y que funcionan muy bien en un jardín cuidado, donde reciben menos malos tratos que en los parques de las grandes ciudades, que es donde pueden verse con más frecuencia.

Más atractivos

Pero también hay otras especies con más atractivos que la sombra que arrojen. El árbol del amor (Cercis siliquastrum) no sólo da buena sombra sino que produce en primavera una verdadera masa de flores de color rosado o púrpura, muy decorativa en cualquier jardín. También florece en primavera el árbol del paraíso (Eleagnus angustifolia) y cuando está en flor produce un suave perfume que es un atractivo más que añadir a la corteza lustrosa y a las hojas de color plateado que presenta.

Si se trata de frutos no pueden olvidarse ni la higuera (Ficus carica) ni la morera (Morus alba), tan ligadas a la historia de la cuenca mediterránea. Y también por sus frutos, pero sobre todo por su carácter simbólico y su aspecto general, hay que considerar el olivo (Olea aeuropea), que en un jardín puede ocupar un lugar privilegiado (pero no rodeado de césped, por favor).

Si se prefieren plantas de hoja perenne pueden elegirse muchas coníferas, desde los enebros y sabinas (Juniperus, Spp.) hasta los pinos; entre éstos hay que destacar el pino carrasco (Pinus halepensis) y el piñonero (P. pinea). Los cipreses comunes (Cupressus sempervirens) tienen mala prensa por el papel que se les ha adjudicado en los cementerios, pero una de las razones de estar ahí era precisamente su resistencia a la sequía, y dan un magnífico aspecto a un jardín, señalando la entrada o un rincón especial.

Y, para terminar, la encina (Quercus ilex). Lenta, difícil de encontrar en los viveros, difícil de transplantar. Cada vez hay menos. Habría que intentar buscarla un sitio en un jardín.