Auditoría en la Sociedad General de Autores

Como miembro de la Sociedad General de Autores de España (SGAE) que ha sido llamado a declarar ante la ponencia formada en el Senado para esclarecer la actual administración de esa entidad, quisiera replicar al reportaje que EL PAÍS insertó en su página 41 el pasado domingo día 25 de este mes, titulado "La Sociedad de Autores pide una auditoría al Ministerio de Cultura".No entiendo por qué el consejo de administración de SGAE se rasga las vestiduras por la propuesta del Senado al Gobierno para que Cultura intervenga en el problema. Pasando por alto que ya existen dos precedentes al respecto -junio de 1977 y marzo de 1978-, el ministerio puede y debe intervenir.

Pero de lo que realmente se trata no es tanto de practicar auditorías para ver si cuadran los balances como de investigar hasta el fondo dónde van a parar los casi 5.000 millones de pesetas anuales recaudados por derechos de autor; porque si, por ejemplo, Julio Iglesias -que sin lugar a dudas es uno de los máximos generadores de derechos- ha cobrado el año pasado 1.800.000 pesetas de la SGAE, y teniendo en cuenta declaraciones del presidente, señor Alonso Millán, en el sentido de que no llegan al centenar los autores que sobrepasan el millón anual, ¿qué pasa con el dinero autoral?

Quizá el lector pueda vislumbrar alguna explicación si se le dice que la Sociedad de Autores ha perdido 85 millones ingresados en la desaparecida Caja Rural de Orense; que hay mucho dinero impuesto a plazo fijo en bancos mexicanos al 49% de interés (cuarenta y nueve por ciento); que en 1977 se impusieron también a plazo fijo por tres años 1.240 millones en bancos nacionales de ínfima solvencia en su mayoría, algunos desaparecidos: Banco de Descuento, 160 millones; Banco de Levante, 200 millones; Banco Urquijo, 150 millones, etcétera.

Dada la complejidad que encierra la atípica administración de los derechos de autor, en esa comisión investigadora o auditora que se forma deben integrarse autores profundos conocedores de su mecanismo y que, al mismo tiempo, no sean acólitos de los actuales mandos de SGAE, pues las posibilidades de confusión en personas neófitas en la materia son muy amplias y el Ministerio de Cultura no debe ser sorprendido en este flanco.

Como tampoco se debe dejar influir por algún alto funcionario presuntamente interesado en echar tierra al affaire. /