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Ernesto Guevara, padre del 'Che'

Desde hace 10 años vive en Cuba y ya no piensa en volver a Argentina

"Menos fraile, he sido de todo", afirma, tras unos ojos sorprendentemente lúcidos para sus 83 años, Ernesto Guevara, argentino, residente en Cuba desde hace 10 años, y a cuyo primer hijo le puso su mismo nombre y llegó a ser conocido como Che Guevara. Tiene un lema en la vida, "que toda mi familia ha cumplido siempre y que me dijo mi padre cuando yo era pequeño: no robar, no mentir y no tener miedo". Desconfiado, socarrón, lector infatigable, "aunque no tanto como lo fue mi hijo Ernesto", no volverá a Argentina "porque los militares cederán el Gobierno, pero no el poder".

"Los Guevara estamos emparentados con la gran burguesía argentina. Guevaras izquierdistas éramos muy pocos", dice mirando por encima de sus gafas Truman, "y ahora, en Argentina, ya no debe de quedar ninguno: o están muertos o estamos en Cuba".En 1917 la revolución soviética produce un gran impacto en el entonces joven Ernesto Guevara. "Empecé a devorar libros de Marx y de Engels, de Lenin, de todo lo que caía en mis manos... Allí nació mi biblioteca, en la que luego se formaría intelectualmente mi hijo". Ernesto padre recuerda que su hijo ya era el jefe de su pandilla infantil y cómo decidió estudiar Medicina "cuando estuvo 17 días al lado del lecho de mi madre".

Mientras el futuro Che recorría a pie, en dos ocasiones, gran parte de América del Sur, el padre Guevara ya conocía, en razón de uno de sus múltiples trabajos, toda Argentina. "El gran drama de Argentina", dice, "es que es el país más rico del mundo y eso despierta el hambre de las multinacionales".

Cuando el Che, junto con Fidel Castro, se levanta en la cubana Sierra Maestra contra el régimen de Fulgencio Batista, Ernesto Guevara sigue en Argentina, acogiendo clandestinas reuniones de mineros del norte del país.

Sufrir por el hijo

Pero Ernesto padre también sufría por Ernesto hijo. "Toda la familia sabíamos que Ernesto estaba en algún lugar de América, luchando para ayudar a todos los pueblos subdesarrollados contra el imperialismo mundial". Ernesto Guevara tenía, por aquel entonces, sentimientos contradictorios: "Por un lado, estaba luchando por lo que yo pensaba; por el otro, sabía que cualquier día lo iban a matar"."A Ernesto la Prensa amarilla lo daba por muerto una semana sí, la otra también. Por eso, cuando realmente murió en Bolivia yo no me lo creí hasta que lo confirmó Fidel".

Hace 10 años, Ernesto Guevara, junto con su familia, decidió irse de Argentina. "La situación política que allí se vivía ya no me gustaba. Además, la inflación tan terrible impedía vivir decentemente". En Cuba lo recibieron con los brazos abiertos. Su esposa, una mujer de gran belleza, es profesora en una escuela de artes. Sus tres últimos hijos (de 8, 9 y 12 años) hablan con acento cubano. "Mis 15 nietos viven en Cuba", dice con orgullo no disimulado, "y cinco ya se han recibido (licenciado) en la Universidad".

"Con Fidel ahora ya no nos vemos mucho", señala. "Es un hombre terriblemente ocupado, al que me duele quitarle horas por mi causa. De todas formas, cuando hablamos me lo pase, muy bien. Tiene una cultura vastísima, es muy locuaz, simpatiquísimo, sin ser intrascendente...".

En su habitación del hotel, en donde reside en Barcelona, sus tres hijos pequeños revolotean a su alrededor. La mesa de la habitación está repleta de soldaditos de plástico. "Yo, jugué a soldaditos con un fusil al hombro", ríe Guevara. Encima de la mesa, una hoja de cuaderno en donde alguien ha estado jugando a los barquitos indica la victoria del ejército rojo sobre el azul.

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