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El fin de la era de Pedro Arrupe

Por primera vez en la historia, exceptuando la restauración de la orden por Pío VII en 1814, 39 años después de la extinción de la misma por un decreto de Clemente XIV, los electores jesuitas se han reunido en Roma para elegir a su prepósito general en una situación histórica que ellos mismos no han dudado en calificar como "estado de excepción". Juan Pablo II, después de rechazar la dimisión de Pedro Arrupe poco antes de que éste sufriera una trombosis en 1981, decidió no celebrar el capítulo general para elegir su sucesor.Wotjyla prefirió agotar las posibilidades que le ofrece ese cuarto voto de los jesuitas profesos con un mínimo de 10 años en la Compañía: el voto especial de obediencia al Papa que no hacen otras órdenes. El mismo Arrupe potenció durante su mandato la reforma del carácter monárquico, vitalicio y centralizado que tenía la estructura de gobierno de la Compañía.

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TRIVES, Madrid

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El nombramiento del nuevo general

Médico y misionero

Pedro Arrupe, que a sus 76 años apenas puede mantener una conversación por la hemiplejia que padece, ha presidido el período mas apasionante de toda la historia de la Compañía. Hijo de Marcelino Arrupe, cofundador del periódico La Gaceta del Norte, fue un destacado estudiante de medicina que recorría en sus horas libres los barrios periféricos y tercermundistas del Madrid de 1924, donde se le despertó esa preocupación por la justicia social que ha presidido su mandato y que ha chocado en muchas ocasiones con las expectativas del Vaticano. Expulsado en 1932 junto a otros estudiantes jesuitas por el gobierno republicano, el joven Arrupe realizo una labor de apostolado con los emigrantes españoles y latinoamericanos en Cleveland (Estados Unidos).

Misionero en Japón y viceprovincial de la misma provincia jesuítica, participó, ya como general de la Compañía en la sesión cuarta del Concilio Vaticano II y en cuatro sínodos de Obispos. La contestación en la Compañía, "un fenómeno básicamente español" según Ignacio Iglesias, provincial de España que estuvo nueve años junto a Pedro Árrupe en Roma, tiene su punto álgido en la década de los setenta. En su capítulo general de 1975 la Compañía concretó su misión eclesial como "servicio de la fe y promoción de la justicia". El documento Misión de los Jesuitas y compromisos temporales, clave en la historia del jesuitismo español, establecía las bases del diálogo y las actividades de los jesuitas españoles en el ámbito sociopolítico, animándoles a participar en acciones concretas en favor de los que veían conculcados sus derechos y a "denunciar situaciones de injusticia".

La desinhibición de la Compañía se hizo patente en las dictaduras latinoamericanas, en los barrios obreros de Madrid y otras capitales y en las avanzadas posturas teológicas de muchos jesuitas que ya comenzaron a denunciar la "involución" de la Iglesia de Roma. Después de Ignacio de Loyola, fundador de la orden, ocuparon el cargo de propósito general los jesuitas españoles Diego Laynez (1558), san Francisco de Borja (1565), Tirso González (1687), Luis Martín (1892) y Pedro Arrupe (1965). Además, 11 italianos, cuatro belgas, dos alemanes, dos polacos, un checo, un holandés y un suizo han regido hasta ahora los destinos de la más importante congregación de la Iglesia católica.

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