Nada hacía presagiar la tragedia, según una compañera de la misionera asesinada

Carmen Samaranch, la monja catalana de 56 años estrangulada el pasado viernes en Guinea Ecuatorial, vivía con otras cuatro religiosas de la congregación Jesús-María en una vivienda destinada al personal docente del instituto de Ebebiyín, a 500 metros de la frontera con Camerún y Gabón. Según Elena Reig, una de las compañeras que convivían con ella, actualmente en Barcelona, "nada hacía presagiar una tragedia como ésta; nunca nos había pasado nada".Para la monja valenciana, que desde hace dos años. colaboraba en las tareas docentes y de apostolado con Carmen Samaranch, la pequeña comunidad religiosa (a la que hay que añadir cinco misioneras pertenecientes a las carmelitas de Vedruna), "vivía en un clima de confianza y enteramente dedicada a la enseñanza y explicación del Evangelio entre los habitantes de Ebebiyín".

La compañera de Carmen Samaranch se resiste a considerar como razonable ninguna causa para explicar la muerte de la veterana misionera, a la que acompañó el pasado día 29 de julio hasta Madrid, desde cuyo aeropuerto emprendió viaje a Guinea, un mes antes de lo previsto. La razón del adelanto fue debido a la necesidad de dar clases de recuperación a los alumnos del instituto. "Somos queridas entre la población, estamos en buenas relaciones con el Gobierno; no entiendo quien puede estar interesado en su muerte", afirma.